La victoria de Biden no es una mala noticia para el dinero
La gran banca da la bienvenida al candidato demócrata con una petición implícita: que no nombre a Warren o Sanders en la Secretaría del Tesoro
Grandes bancos norteamericanos han dado la bienvenida al nuevo presidente electo: Morgan Stanley, JP Morgan Chase y Goldman Sachs, entre otros. Como suele ser habitual, se rumorea con los nombres de ejecutivos de estos bancos que Biden escogerá para puestos económicos en su Administración. Con certeza se sabe que alguno vendrá de Goldman Sachs.
Esta bienvenida de los bancos norteamericanos más fuertes tiene profundo significado. Es una rama de olivo tendida a Joe Biden, sabiendo que quiere mayor regulación en los mercados, sobre los bancos y aumentar los impuestos. Esa mano abierta de Wall Street tiene otro significado adicional, en forma de petición implícita: “Señor presidente, por favor, no nombre para la Secretaría del Tesoro –Ministerio de Economía– a extremistas de izquierda como Elisabeth Warren o Bernie Sanders”. La primera fue azote de Wall Street en 2010 cuando se aprobó la reforma financiera de Obama en julio de aquel año (Dodd-Frank Act) y Warren se hizo cargo de la Oficina de Protección al Consumidor. Si bien Obama, entonces presidente, pretendía aumentar los requerimientos de capital de los bancos y aumentar su solvencia, a la par que –con la llamada Volcker Rule, por el apellido del que fuera presidente de la Fed y asesor económico de Obama, Paul Volcker– quería separar la banca comercial y la de inversión e impedir que los grandes bancos utilizaran el dinero de sus clientes para lucrarse con sus inversiones; la realidad es que Warren convirtió a los bancos en el enemigo del pueblo y buena parte de su carrera presidencial a la Casa Blanca, hasta que perdió las primarias frente a Joe Biden, se apuntaló sobre el control a los bancos.
El caso de Bernie Sanders es distinto, porque se autodefine socialista y, en vez de poner su atención en cuestiones tan concretas como los bancos, quiere construir un nuevo sistema político que sustituya la democracia norteamericana tal como la conocemos hoy, por otra de corte socialdemócrata de estilo europeo. Wall Street no quiere ni a Bernie Sanders ni a Elisabeth Warren en un Gobierno de Joe Biden y, por eso, le tienden la mano.
Mercados de valores y resultados empresariales están recibiendo con los brazos abiertos al presidente electo. Todos los índices están en positivo y en máximos históricos (Nasdaq, S&P 500, DJSI, Russell, etc.). Han tenido una semana para ponerse en rojo de rechazar a la nueva Administración demócrata y no ha sido así. Esto se explica por dos motivos. Uno, político. Otro, empresarial. El primero tiene que ver con que Biden ha dejado claro que “el mío será el tercer mandato de Obama-Biden”. Obama no asustó a inversores ni a empresas. Al contrario, porque con el primer paquete de estímulo de febrero de 2009 (Recovery Act), Obama salvó a enteros sectores de actividad de la quiebra, fueran los bancos y compañías de seguros o las empresas del automóvil de Detroit. Y con Obama-Biden comenzó el crecimiento económico y la creación de empleo ininterrumpidos hasta marzo de 2020, con el estallido de la pandemia, siendo ya presidente Trump.
El segundo motivo, el empresarial, tiene que ver con el fuerte peso que tienen las empresas tecnológicas norteamericanas en los mercados de valores. Suponen el 33% de la facturación de todas las empresas cotizadas y el 88% de los beneficios, concentrándose ambos en las big five: Apple, Microsoft, Alphabet-Google, Facebook y Amazon. Estas empresas y el resto del sector tecnológico en su conjunto son mayoritariamente demócrata, o, al menos, sus líderes lo son. Si big business es demócrata y el presidente es un nombre moderado, de centro, como Biden, entonces el mundo de los negocios recibirá bien a la nueva Administración. A pesar de las anunciadas subidas de impuestos, tanto en sociedades (del 22% al 28%) como en la repatriación de beneficios (del 10% al 21%).
Biden ha dejado claro que su prioridad es la lucha contra el virus Covid-19. Es una muy buena noticia para las empresas farmacéuticas y laboratorios que están buscando una vacuna y tratamientos, así como para el sector de la sanidad en su conjunto. También para la industria del aborto, que ha crecido un +4,1% en facturación (2015-2020), según Planned Parenthood, alcanzando en 2020 ingresos de 2,4 billones de dólares, mediante la financiación pública que provee anualmente Obamacare, de medio billón de dólares al año. Biden defiende la reforma sanitaria de Obama y solo quiere añadirle una opción pública que cubriría las necesidades médico-sanitarias de 20 millones de norteamericanos. Mantendrá los seguros médicos privados y solo aumentará la competencia.
El comercio internacional será otro punto esencial en la agenda económica del nuevo presidente. Este querrá recuperar los tratados de libre comercio que impulsó Obama, como el TTP en Asia Pacífico, Nafta (nacido con Bill Clinton) y el TTIP con la Unión Europea, que no llegó a ver la luz porque Obama agotó su segundo mandato sin llegar a negociarlo. Ante los miedos de la clase trabajadora, Biden ha prometido más poder para los sindicatos y mayor protección para los derechos de los trabajadores, así como incrementar el salario mínimo por hora.
Jorge Díaz Cardiel es Socio director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Hillary vs. Trump’, ‘Trump, año uno’; ‘Trump, año de trueno y complacencia’