Qué cualidades debe cultivar un buen inversor
El control de las emociones, la paciencia y el enfoque a largo plazo son tres herramientas muy útiles para operar en los mercados
No es fácil para una persona controlar sus emociones. Nuestro cerebro ha evolucionado a lo largo de miles de años, pero su función principal sigue siendo la supervivencia. Esto significa que aunque la parte racional sea la que está en constante actividad, cuando se trata de reaccionar a una situación extrema, nuestra amígdala cerebral ejerce toda la presión sobre la parte racional del cerebro y acaba imponiéndose. En otras palabras, nuestras emociones se imponen a la razón.
El ser humano ha sido capaz de imponerse al resto de especies gracias a nuestro cerebro. Si algo nos caracteriza es nuestra capacidad para adaptarnos al medio, de aprender y, sobre todo, de imaginar. A veces actuamos en base a lo que creemos que puede ocurrir, es decir, actuamos en función de nuestras expectativas. Nuestra capacidad para pensar en el futuro es lo que ha permitido años de evolución y desarrollo. Si la Humanidad fue capaz de aterrizar en la Luna fue gracias a esa capacidad para imaginar de la que carecen otras especies.
El problema aparece cuando nos enfrentamos a situaciones desconocidas. El ser humano ha sabido adaptarse a cualquier entorno y a cualquier situación. Pero esa capacidad se diluye cuando el entorno cambia, especialmente cuando el cambio es rápido y constante. Esto es lo que ocurre en Bolsa. Nos enfrentamos a cambios drásticos, completamente nuevos y desconocidos, y somos incapaces de razonar. La parte emocional de nuestro cerebro se impone a la emocional y acabamos cometiendo errores. ¿quién iba a saber cómo reaccionar ante una pandemia?, es más, ¿quién habría imaginado que podría haber una pandemia que paralizara el mundo? Por más que Bill Gates alertara del peligro de un virus global, nadie lo habría imaginado…
La pregunta clave es, ¿somos seres racionales?
La mejor respuesta a esta pregunta, en mi opinión, la dio Andrew Lo, reputado profesor del MIT y autor de Adaptive Markets. Andrew Lo afirma que nuestras emociones son las que nos convirtieron en seres racionales, aunque eso no significa que seamos racionales todo el tiempo. Y son esas situaciones desconocidas las que nos impiden ser completamente racionales. Es decir, el ser humano no es perfectamente racional.
Toda la teoría económica no se sostiene con esta premisa, dado que parte de la base de que el ser humano es, por naturaleza, un ser racional. Pero la realidad es bien distinta. El futuro seguirá siendo incierto y seguiremos cometiendo errores por no saber cómo actuar ante situaciones desconocidas.
Es por ello por lo que la cualidad más importante de un buen inversor es el control de las emociones. Esto es especialmente complicado si mantenemos un horizonte temporal de corto plazo, pues acabaremos sucumbiendo a nuestras emociones y terminaremos cometiendo errores de inversión. No obstante, podemos corregir estos errores si olvidamos el ruido del corto plazo y pensamos en el largo plazo. Debemos ser capaces de mantener la calma ante situaciones extremas y pensar en lo que realmente debe importar a largo plazo: los fundamentales.
Una prueba más de que el ser humano no es perfectamente racional y de que los mercados no son eficientes ha ocurrido durante 2020. En el momento de pánico extremo, en marzo de 2020, las caídas fueron dramáticas. Asistimos a una de las mayores caídas de la historia y la más rápida de todos los tiempos. En aquel momento, muchos inversores fueron presa del pánico y sus emociones se impusieron a la razón. Nadie parecía pararse a pensar en el largo plazo y en los fundamentales de los negocios. Compañías como Amazon, que iba a ser uno de los grandes ganadores del comercio on-line que iba a provocar un potencial confinamiento, perdió un 25% de su capitalización en pocas semanas. Posteriormente, la revalorización acabó superando el +100%. El caso de Microsoft fue similar: siendo uno de los beneficiados del nuevo entorno laboral, perdió más de un 30% de su capitalización en pocas semanas. Los inversores perdieron la razón y no se detuvieron a pensar en la tesis de inversión de una excelente compañía que iba a ser uno de los grandes beneficiados de la rápida digitalización que iba a sufrir la economía. Las subidas posteriores superaron el +70%. En España, Cellnex, uno de los modelos de negocio más defensivos y protegidos ante la incertidumbre macroeconómica, perdió más de un 30% de su capitalización en poco tiempo, para luego subir más de un 70%. Aquellos inversores que fuesen capaces de mantener la calma y pensar en el largo plazo no solo no perdieron dinero, sino que pudieron aprovechar una de las mayores oportunidades de inversión de las últimas décadas.
El éxito de una buena inversión no consiste solamente en hacer un buen análisis, sino especialmente en ser capaces de controlar las emociones y enfocarnos en el largo plazo. De nada sirve un buen análisis si no somos capaces de controlar las emociones. En 2011, Netflix llegó a perder un 80% de su capitalización, en 2016 llegó a perder un 40%, en 2018 perdió otro 45% y en 2019 perdió otro 35%, en momentos puntuales. Sin embargo, desde su salida a bolsa en 2002, Netflix se ha revalorizado, a pesar de estas abruptas caídas, más de un ¡45.000%! Pocos inversores han mantenido la inversión en Netflix desde su salida a bolsa, de la misma manera que pocos inversores se atrevían a aprovechar las enormes oportunidades que ha presentado Netflix, incluso en años recientes, cuando el modelo de negocio era ampliamente conocido por todos.
El control de las emociones, la paciencia y el enfoque de largo plazo son las cualidades más importantes que debería tener un buen inversor. No podemos ser completamente racionales, pero si podemos evitar cometer errores si nos aislamos del ruido del corto plazo, analizamos la situación y mantenemos la calma.
Como decía Benjamin Graham, el peor enemigo del inversor es el propio inversor. No obstante, si conseguimos reunir las cualidades necesarias, el mejor aliado del inversor también será el propio inversor.
Álvaro Jiménez es Gestor de Renta Variable Global en Gesconsult