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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Estadística: Muchas pistas no concluyentes rumbo al tesoro

Las cifras de la EPA publicadas este martes no recogen una imagen fidedigna del impacto laboral de la pandemia de coronavirus

Planta de fabricación de Mercedes-Benz en la capital alavesa.
Planta de fabricación de Mercedes-Benz en la capital alavesa.Efe

La Encuesta de Población Activa (EPA) que elabora Estadística, junto con la Contabilidad Nacional que se conocerá esta misma semana, es el mejor instrumento para conocer el comportamiento del mercado de trabajo, ya que entrevista durante doce semanas seguidas a 65.000 hogares (unos 160.000 personas), y ofrece datos medios del trimestre de referencia. Pero en el primer trimestre de este año la información que ha hecho pública, pese a ser rigurosamente tratada en términos estadísticos y ajustada a las exigencias de Eurostat, tiene un valor muy marginal. La quiebra de la actividad económica desde el día 12 de marzo, unas jornadas antes de declararse el estado de alarma, ordenarse el confinamiento de la población y el cierre de centenares de miles de empresas, es de tal trascendencia que la realidad se parece muy poco al cuadro que como media del trimestre ofrece Estadística. Suena a broma decirle a la gente que en el primer trimestre se han destruido 285.600 empleos, cuando desde hace semanas sabe que casi 900.000 trabajadores temporales han perdido su trabajo, y que otros cuatro millones lo tienen suspendido por una temporada cuyo alcance se desconoce.

Estadística dispone de trece encuestas, u oleadas de una encuesta, correspondientes a las trece semanas del primer trimestre del año, y aunque no esté en sus mandatos hacer pública otra cosa que los datos medios, bien podría haber ofrecido, a modo ilustrativo, los que revelan qué pasó en las tres últimas semanas de marzo, que es tanto como dar una imagen fiel de en qué punto está el mercado de trabajo. No distorsionaría con ello la serie estadística; únicamente abandonaría por un instante la sagrada metodología para mostrar una fotografía de lo que ha pasado, haciendo cuantas alertas deba para preservar el rigor que siempre ha mostrado.

De hecho, ha incorporado en su comunicación detalles nunca antes destacados para dar algunas pistas sobre la realidad laboral, aunque ninguna de ellas lo suficientemente concluyente. Es más: alerta de que en el segundo trimestre hará “excepcionalmente” modificaciones en la recogida de datos para conocer cómo se ha transformado el mercado de trabajo por imposición del Covid-19. Bien parece.

Con las pistas que ha tenido a bien incorporar sabemos que el empleo ha descendido en el trimestre como no lo hacía desde 2013, aunque no sepamos de verdad cuánto lo ha hecho; ha alertado de que la cifra de ocupados que no trabajaron en la semana de referencia fueron 509.000, o hasta 562.900 si se trataba de no trabajar por suspensión de empleo, una cifra desconocida desde la contracción de 2009, (lo que incita a hacer una cuenta de vieja poco rigurosa para conocer que las personas en ERTE superan los tres millones); ha admitido un inusual tránsito de ocupados a inactivos (257.500), que en realidad son parados a sumar a los 121.000 de avance medio reconocido; y, lo más importante: admite que el tiempo real de trabajo descendió un 4,25%, que trasladado a ocupación a tiempo completo pueden suponer la pérdida de 840.000 empleos. El INE da muchas pistas, pero ninguna concluyente para desenterrar el tesoro.

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