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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Brexit no es solo el final, sino el inicio de una etapa llena de incógnitas

Las bases del divorcio con Bruselas han sido fijadas, pero sobre la mesa quedan todavía muchos flecos que cerrar

CINCO DÍAS

La cuenta atrás para la salida efectiva de Reino Unido de la UE, que se producirá el próximo 31 de enero, supone el desenlace de un periodo político largo, complejo y en alguno de sus episodios incluso rocambolesco. El Brexit, cuyo acuerdo fue firmado el viernes por la Comisión y el Consejo europeos, no solo ha roto el matrimonio de conveniencia entre Londres y Bruselas, sino que se ha llevado por delante a dos primeros ministros británicos, ha dividido las filas de los dos principales partidos del país, ha enfrentado a los ciudadanos y ha colocado a la UE frente a la incómoda situación de tener que gestionar por primera vez la salida de uno de sus hijos. Y no de un hijo cualquiera, sino de uno especialmente díscolo; una potencia económica y financiera dotada de una fuerte idiosincrasia y que ha mantenido siempre una cierta distancia, no solo geográfica, con el resto de Europa. Reino Unido ha dado un paso de serias consecuencias políticas y económicas, pero que probablemente solo de los británicos, por historia y por carácter, era razonable esperar.

Aunque Wetsminster todavía debe ratificar esta semana el acuerdo, Londres cierra el viernes una etapa y abre otra nueva, todavía llena de incógnitas y que es necesario gestionar con prudencia y habilidad. Las bases del divorcio con Bruselas han sido fijadas y aprobadas, pero sobre la mesa quedan todavía muchos flecos que cerrar y varios nuevos escenarios que hay que manejar. A partir de la semana que viene, el país cambia su estatus geopolítico y comienza a gestionar su posición como futuro socio y aliado de la UE. “Las cosas inevitablemente cambiarán, pero nuestra amistad se mantendrá”, resumía el viernes, con una buena dosis de diplomacia, el presidente del Consejo europeo.

Tras la salida oficial se abrirá un periodo de transición que se prolongará hasta final de año y durante el cual Londres tendrá un pie fuera y otro todavía dentro, dado que seguirá aplicando las normas europeas aunque sin participar en las decisiones comunitarias. Se trata de una salida acertadamente tranquila, que servirá para negociar la futura relación comercial con la UE y que se plasmará en un acuerdo entre ambas. Los términos de ese convenio, que Bruselas debe negociar con mucha inteligencia y visión de futuro, no solo servirán para propocionar certidumbre y seguridad a los intercambios comerciales y a la relación política, sino que serán el modelo que mirarán con interés aquellos países en los que está creciendo el eurescepticismo. Precisamente por ello, la era pos-Brexit constituye una etapa tanto o más delicada en términos políticos y diplomáticos que el divorcio en sí y Europa debe afrontarla con firmeza y una fuerte cohesión.

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