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Contante y Sonante
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los tipos negativos no son ahora el problema. Es la confianza

La banca acelera sus procesos de ventas de activos pendientes para apuntarse los resultados en el ejercicio 2019

Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort (Alemania)
Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort (Alemania)EFE

Ahora van los bancos y dicen que ya se han acostumbrado a los bajos tipos de interés, incluso a los tipos negativos, como es el caso. Tras años llorando por las esquinas explicando lo malo que era para las cuentas de resultados operar con tipos de interés bajo cero, van ahora y dicen que hay cosas peores: la incertidumbre.

Desde que el BCE decidió en septiembre reducir aún más los tipos de interés para dejarlos en negativo, los principales banqueros europeos alzaron sus voces para criticar la política del Banco Central Europeo. Hace dos semanas que Funcas, la fundación de las antiguas cajas de ahorros entre las que se encuentran Bankia o CaixaBank, decidió unirse a estas quejas. Esta institución elaboró un exhaustivo estudio cuya intención era remitirlo al BCE y al Banco de España.

La conclusión es tajante. El BCE debería poner fin de forma ordenada a la política de tipos negativos porque genera numerosas distorsiones en la economía y en el sector financiero, aunque en su origen contribuyó a sanear a los bancos y a salvar la economía de la zona euro.

Los expertos de Funcas mantienen, de hecho, que la última estrategia de Draghi de dejar los tipos en negativo durante largo tiempo tiene “unos efectos perversos” en términos de expectativas.

En el caso del sector financiero, los bajos tipos de interés han provocado que el margen de intermediación de los bancos europeos haya caído un 18,4% desde 2011 a 2018, por debajo de lo que lo han hecho en otras geografías con intereses positivos.

El informe destaca que el impacto en los márgenes de intermediación en la banca es mayor entre aquellas entidades con más activos líquidos, liquidez y reservas así como en aquellos bancos con mayor base de depósitos de clientes.

Las entidades están adaptando su negocio para vivir ya sin depender de los vaivenes del BCE

Pero parece que una vez que los bancos se han resignado a tener que ejercer su actividad durante varios ejercicios con tipos gélidos (aunque inicialmente se hablaba de ocho años y en la actualidad se comienza a hablar de tres), ahora les preocupan otras cosas.

“No es que nos guste vivir con tipos negativos, pero ahora parece que los inversores miran más las incertidumbres que rodean al sector”, señala un destacado banquero. Otro colega suyo coincide en el análisis, aunque añade: “Los inversores ya saben que tenemos que vivir bajo la presión de unos tipos de interés negativos, pero no controlan las incertidumbres políticas; las consecuencias del Brexit; las dudas que generan las diferencias entre Estados Unidos y China, aunque ahora parece que las relaciones son más amigables, pero nunca se sabe entre ambos países; las incertidumbres regulatorias, y cómo no, la incertidumbre de hasta cuándo el BCE decidirá mantener los tipos negativos”.

Estas dudas son las que ahora marcan el valor de los bancos en los mercados, explican las mismas fuentes.

La realidad es que a la banca sí le importa y preocupa, y mucho, los tipos negativos. Pero como sabe que con llorar no se resuelve nada, se ha puesto manos a la obra y ha cambiado sus modelos de negocio, ajustando más las divisiones que se encuentran más afectadas por los tipos de interés.

Además, gran parte de los bancos han subido las comisiones en unos casos y en otros han comenzado a cobrar por servicios que hasta ahora eran gratuitos. Esta estrategia, de hecho, cuenta con el beneplácito del Banco de España y del Banco Central Europeo.

De esta forma, compensan en parte la presión que ejercen los tipos de interés sobre sus cuentas de resultados. Tienen un cierto margen de maniobra sobre la política monetaria del BCE. Pero no ocurre lo mismos con las incertidumbres, que se escapan a su control, con lo que las posibilidades de actuar frente a ellas son escasas, y los inversores lo saben.

“Lo peor que hay para el sector es la desconfianza. La base de nuestro negocio es la confianza, el tener control sobre lo que sucede o puede suceder, y ahora no la tenemos”, confiesa un directivo de un importante banco. Y ahí están los hechos.

En septiembre Santander tuvo que realizar un ajuste en su cuenta de resultados de 1.500 millones de euros en su filial británica como consecuencia del Brexit y por ciertos cambios regulatorios. Y el pasado 20 de diciembre le tocó a BBVA.

La entidad que preside Carlos Torres anunció el jueves pasado un ajuste de 1.500 millones de dólares (1.350 millones de euros) en su filial de Estados Unidos por su fondo de comercio, que mide el valor de los activos intangibles.

Pero mientras que el sector intenta cerrar las grietas que se le ha formado en la última década, tras vivir unos largos años de esplendor, en los era el rey del mambo, los consumidores reclaman más claridad y transparencia. Tanto es así que un banquero francés, el responsable de Crédit Agricole en España, François Rameau, aseguró hace unas semanas a este periódico que en Francia “cuentan con normas muy proteccionistas del cliente”, y cree que el Banco de España aumentará en los próximos meses la protección del usuario bancario, algo que a Crédit Agricole y a su socio en España en consumo, Bankia, les favorecerá porque el grupo galo cuenta con gran experiencia en estas medidas de protección. “Tenemos una experiencia que no tienen otros”, declaraba el ejecutivo francés.

La banca, además, está haciendo sus promesas para 2020, y lo mismo que hacemos nosotros en nuestras casas, las entidades financieras aprovechan el cierre del ejercicio para hacer limpieza de balance.

En las últimas semanas casi todas las grandes entidades han cerrado operaciones de venta de activos tóxicos. Quieren comenzar el año lo más aseadas posible.

También están intentando cuadrar precios para poder cerrar operaciones de venta de filiales o activos no estratégicos, o buscar socios para potenciar otros negocios. Seguros, depositarías, gestoras, etc., forman parte de estos activos que ahora los bancos de inversión quieren poner el sello de vendido para apuntarse las comisiones correspondientes por la transacción en este ejercicio, y las entidades de retail para sumar los ingresos por estas ventas en su cuenta de resultados.

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