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Ojo, un lío en el trabajo puede costar la carrera

Una relación amorosa con una subordinada ha puesto fin a la carrera del CEO de McDonald’s

Steve Easterbrook, ex consejero delegado de McDonald’s.
Steve Easterbrook, ex consejero delegado de McDonald’s.GETTY

Podía haberlo imaginado. La prohibición de mantener una relación amorosa con un subordinado la tenía por escrito en su contrato. Sin embargo, Steve Easterbrook, consejero delegado de McDonald’s desde 2015, de 52 años y divorciado, pasó por alto el código interno de conducta, que ha acabado con su carrera dentro de la multinacional. No es el único profesional que ha tenido que abandonar su puesto en los últimos días, ya que en Estados Unidos es frecuente que este tipo de reglamento prohíba, tanto en empresas como en otro tipo de instituciones, las relaciones con subordinados para evitar abusos de poder. La semana pasada, la congresista demócrata estadounidense Katie Hill, de 32 años, abandonó su escaño, tras haber sido acusada de acostarse con una empleada de su campaña y con un subordinado en el Congreso, y después de que el Comité de Ética de la Cámara de Representantes abriera una investigación, ya que una normativa de 2018 prohíbe este tipo de vínculo amoroso. Antes, episodios similares sucedieron en compañías como Texas Instruments o Intel.

En el caso de la cadena de comida rápida, Easterbrook “violó la política interna y demostró un mal juicio al involucrarse en una relación consentida reciente con una persona de la compañía”, ha explicado el consejo de administración. A priori, según explica el jefe de laboral de un conocido despacho, no se puede limitar un derecho con carácter general. Por eso, cualquier despido por esa razón sería considerado nulo. Sin embargo, recuerda, muchas empresas, “sobre todo grandes y americanas”, incluyen estas cláusulas en los contratos de los altos directivos, sobre todo por cuestiones de imagen y de transparencia. Es una forma de evitar el nepotismo y los tratos de favor, y también de salvaguardar la información sensible que los ejecutivos manejan.

Katie Hill, ex congresista estadounidense.
Katie Hill, ex congresista estadounidense.

Estos apartados, añade el jurista, también sirven para evitar posibles conflictos derivados de la jerarquía y el escalafón, como el consentimiento o el acoso. Y además sirven para proteger el negocio ante una posible ruptura. “Si una relación se acaba, aunque sea entre iguales, los conflictos pueden trasladarse a la empresa”.

Pero es muy difícil, explica el socio del área de laboral de Cuatrecasas, Valentín García, que en España, dado su entorno jurídico laboral, se pueda justificar un despido por una relación afectiva. “Incluso con los permisos que se conceden al tener un hijo hay consenso en el Estatuto de los Trabajadores, ya que se establece en caso de que los dos trabajadores pertenezcan a la misma empresa”, señala el abogado, que ve mucho más complejo que se tenga que comunicar a la empresa una relación sentimental, ya que eso entra dentro del ámbito del Derecho a la intimidad. “El despido es nulo si este se produce por cuestiones personales, y esa información se ha obtenido de manera ilícita, y no por temas profesionales”, añade Valentín, quien cree que donde puede haber un conflicto de interés es cuando se trata de una relación entre un subordinado y un directivo que decide el salario o promoción de este.

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Pese a que los involucrados están siempre avisados y saben las consecuencias, porque este tipo de cláusulas han de quedar reflejadas en los contratos, las consecuencias no siempre son bien recibidas. Ayer mismo, Michael O’Leary, consejero delegado de Ryanair, criticó la decisión de McDonald’s. En esta línea, la directora gerente global de afiliados de Lee Hecht Harrison, Nekane Rodríguez, también se cuestiona estos extremos: “Estamos muchísimo tiempo con la gente del trabajo. Es muy normal que surjan estas relaciones. Cabría plantearse otras opciones para asegurar la transparencia y prevenir posibles problemas, como cambiar a un miembro de la pareja de departamento”. De la misma opinión es Andrés Fontenla, socio fundador de la consultoría de alta dirección de Recarte & Fontenla, quien cree que este tipo de relaciones pueden surgir en el trabajo, y lo difícil es saber gestionarlas. “Si afecta a un directivo se tiene que afrontar con madurez y transparencia. No es bueno ocultarlo. Si es algo serio hay que ponerlo encima de la mesa porque puede afectar a la neutralidad o imparcialidad, y no solo son los tratos de favor, sino el manejo que se puede hacer de información privilegiada”, añade el consultor, que extiende el ejercicio de esta comunicación al caso de que ser pareja de un cliente o proveedor de la compañía.

“No puede haber conflicto de intereses y se debe preservar esa estanqueidad de la información que se maneja para que no salga por circuitos no oficiales, pero hay que tener cuidado hasta dónde se puede intervenir, ya que entran en juego las libertades individuales”, agrega María Iturriaga, profesora de Dirección de Personas de Deusto Business School, quien destaca que relaciones de este tipo son frecuentes en las empresas familiares y suelen ser fuente de conflictos en la toma de decisiones.

Lo complicado, apunta la psicóloga y responsable de la consultora Idein, Elisa Sánchez, es saber gestionar la ruptura. “Cuando se rompe una relación aparecen los conflictos, y eso acaba repercutiendo en el trabajo porque son relaciones intensas”.

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