La ciudad ante la digitalización
Estamos claramente en la época de la digitalización, una nueva era donde lo digital transforma, cambia, acelera o simplemente actualiza, no sólo la estrategia de las empresas sino los hábitos de consumo y la forma en que nos relacionamos. Pero, como en todas las revoluciones, existen unos efectos “colaterales” que debemos tener en cuenta y que, si no prevemos, esta revolución no sucederá o, como mínimo, no contribuirá al necesario desarrollo de la especie humana.
Defino los “efectos colaterales” como la sostenibilidad de la digitalización, es decir, “que se ésta pueda sostener”, “que sea compatible con los recursos disponibles de una región”. Por lo tanto, podemos definir la sostenibilidad de la digitalización teniendo en cuenta si, para que esta digitalización sea sostenible en el tiempo, contamos o tenemos claros cuáles son los recursos disponibles o qué necesitamos.
Un tema central en esta sostenibilidad es si las ciudades están preparadas para mantener el ritmo de esta digitalización, cómo debemos diseñarlas para poder garantizar la movilidad, atender a las necesidades de eCommerce o prever y subsanar el impacto en la contaminación.
Estamos ante un momento donde se estima que un elevado porcentaje de la población va a residir en grandes metrópolis en los próximos años, circunstancia que provocará tensiones demográficas, necesidades inmobiliarias, intervenciones medioambientales para reducir el impacto del aumento de las urbes, racionalización de los sistemas productivos para poder atender las demandas alimentarias y de cualquier producto de necesidad.
En esta evolución, hay un factor que va a acelerar las tensiones, y este no es otro que el convenience de las personas, es decir, el querer las cosas aquí y ahora sin tener fricción para su consecución y consumo. Cada vez deseamos disponer de más productos y servicios en nuestro hogar de forma más rápida (entregas en minutos y no horas), para lo que “necesitamos” una conectividad más veloz que nos permita consumir servicios digitales de alta calidad, una automatización del consumo a través de dispositivos digitales, que necesitrán redes de conexión en tiempo real (de 5G en adelante), como los coches autónomos o los drones que usaremos para cualquier tipo de función
La velocidad a la que todo esto sucederá generará grandes tensiones; se puede cambiar un hábito de consumo de forma relativamente rápida —nos adaptamos bien a recibir un producto comprado a través de Internet en una hora en vez de hacerlo en 4 semanas—, pero cambiar las ciudades para acomodarse a estos cambios de hábito, implica más tiempo y, ante todo, tener claro el modelo sobre el que hacerlo. Entre las tensiones que se pueden procudir, encontramos varios ejemplos:
- Urbanismo: La mayoría de las grandes urbes mundiales están actualmente saturadas, con lo que la evolución deberá implicar claramente sistemas que permitan un uso más eficiente de su superficie, y a una velocidad de desarrollo más elevada que la actual, que se caracteriza por planes urbanísticos que se eternizan en su definición y su puesta en marcha en el tiempo.
- Movilidad: Estamos agotando los recursos disponibles —es decir, el espacio— a fuerza de un modelo de movilidad obsoleto basado en la propiedad de vehículos privados profundamente ineficientes para desplazarnos (un coche está parado un 93% del día). Además, el uso de éstos es individual, lo que implica altas necesidades de espacio para ser aparcado, y el desarrollo de las infraestructuras para su circulación es lento y rápidamente queda obsoleto.
- Contaminación: Un modelo basado en el uso de recursos fósiles y energías cuya generación no es sostenible, implica un modelo basado en la destrucción del ecosistema sin una visión global, dado que se basa en la satisfacción individual.
- Sistema de decisión: La que debiera ser suma de intereses es lucha de intereses. Esto implica sistemas imperfectos de decisión basados en acuerdos municipales a 4 años, con planes sujetos a reelecciones y pactos con vistas al corto plazo y no al desarrollo a largo.
La frase de Bill Gates que he destacado al inicio de este texto continua diciendo “… no dejes que esta situación te lleve a la inacción”, así que será necesario proponer acciones como:
- Plantear modelos de restricción del uso privado del transporte; incentivar plataformas de servicios de cualquier medio de transporte basadas en el servicio (alquiler y uso por minutos) sin contemplar la propiedad (coches, motos, patinetes, bicicletas);
- Proponer una distribución logística de proximidad, instalando los almacenes de distribución dentro de las urbes, en vez de ubicarlos en el extra radio (pequeños puntos de almacén vs los fulfillment center, por ejemplo de Amazon, que está ubicando fuera de las ciudades).
- Incentivar el uso del comercio físico como espacio de experiencia y recogida de productos comprados a través de Internet-
- Plantear el uso de varios niveles de transporte dentro de las ciudades. A día de hoy tenemos sólo dos, el suburbano para trenes y metros, y el urbano para vehículos y personas, ¿por qué no plantear más niveles como un segundo nivel urbano para transporte colectivo – trenes elevados- y uno aéreo para drones?
- Promover un pacto global para la implantación de tecnologías de alto rendimiento, como el 5G, prioritarias para hacer más eficiente el uso compartido de las ciudades con vehículos autónomos, control de emergencias, mejora de la comunicación de incidencias, automatización del transporte público o plataformas globales de transporte basado en el servicio – plataformas globales de servicios de movilidad en el que usamos coches, motos o patinetes por minutos-, etcétera.
- Aplicar modelos de toma de decisión basados en los consorcios público-privados para los temas críticos a largo plazo. como oara la movilidad urbana, para el diseño de espacios de uso compartido -zonas verdes-, para las infraestructuras empresariales -centros de coworking que permiten optimizar y eficientar, de verdad es necesaria una mesa y una silla para cada empleado cuando durante muchas horas están vacías? o para los sistemas de transporte y entrega de productos);
- Implicar de forma real a todos los colectivos que cohabitan en una urbe a través de sistemas de toma de decisión rápidos y eficientes, a la vez que democráticamente reales, a través de, entre otros, uso del voto electrónico para microdecisiones, por ejemplo.
- Apostar por la auto sostenibilidad de las urbes, priorizando el uso de sus propias energías (eólica, marítima, solar…), así como ofreciendo la posibilidad de convertirnos, los ciudadanos, en productores de nuestra propia energía, no como fuente de negocio, sino como fuente solidaria de sostenibilidad. Este es el caso de las baterías de auto almacenaje, la placas solares, o cualquier otro dispositivo que permitan hacer más eficiente el uso de energía que compramos a los productores de la misma.
- Mayor poder para las ciudades, situando las decisiones de las urbes no en el último lugar, como ha ocurrido hasta ahora, detrás de mega agrupaciones como la UE, el Estado, las Comunidades Autónomas o las provincias, sino en el primer lugar, especialmente para los temas clave de su desarrollo. Esto implica recuperar el poder que hace siglos habían tenido las urbes.
- Implicar a las generaciones más jóvenes, incluyendo estas reflexiones, no en su edad adulta, sino en su proceso formativo, donde las escuelas y al sistema educativo sean parte central del desarrollo de este tipo de reflexiones. ¿Por qué no hay asignaturas en la ESO y el Bachillerato vinculadas a urbanismo, movilidad, democracia y toma de decisiones, ideación de servicios para el futuro, cuestionamiento de los modelos actuales…?
Se acumulan los retos y corremos el riesgo de disfrutar de la comodidad que la digitalización implica para las ciudades actuales sin ver que en el horizonte se está poniendo en cuestión su sostenibilidad.