El FROB y la ayuda europea restituyeron la confianza bancaria
El mejor futuro del organismo es su permanencia, pero sin tener que activar programas de intervención
Si algo han aprendido las sociedades europeas y sus autoridades políticas en los diez años de crisis financiera y económica es que los mecanismos de resolución bancaria son imprescindibles tanto para preservar la seguridad de los ahorros de los ciudadanos como para devolver la confianza a la economía. Si hace diez años, justo los que cumple ahora el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), no había mecanismos más allá de los rudimentarios fondos de garantía de depósitos nacionales en Europa, hoy sabemos que habría que inventarlos y reforzarlos, porque que los habilitados, aunque sólidos, siguen sin ser suficientes si se presentase una crisis de la misma envergadura. Precisamente la envergadura de la próxima crisis es la duda, porque la certeza es que las crisis vuelven siempre y causan víctimas por sofisticado que sea el mecanismo de prevención construido.
El FROB diseñado en España en 2009 estaba preparado para hacer frente a una crisis más limitada de la que ulteriormente surgió, entre otras cuestiones porque los cálculos de la respuesta a las primeras señales de inestabilidad en el sistema bancario se quedaron muy, muy cortos; y porque los instrumentos de recapitalización pensados estaban hechos para soluciones locales, cuando la insolvencia alcanzaba a entidades sistémicas, y para hacerle frente se precisaba más potencia de tiro, como terminó demostrando la petición de ayuda a los socios europeos. El FROB ha intervenido, primero como instrumento nacional y después como delegado de decisiones europeas, en los diez años de vida sobre una quincena de entidades, con 13 inyecciones de capital que han superado los 54.000 millones de euros, y que supone haber actuado sobre un tercio del sistema financiero, fundamentalmente cajas de ahorro. Su intervención ha logrado, con la ayuda de los dos tercios del sistema financiero sano, restituir la solvencia al sistema bancario, la confianza de los ahorradores y accionistas y los flujos de crédito a las empresas y las familias.
Como decía en los actos del décimo aniversario quien fuera su diseñador y primer gestor, José Manuel Campa, ahora presidente de la Autoridad Bancaria Europea, el mejor futuro para el FROB es su permanencia, pero sin tener que activar programas de intervención. Junto con los mecanismos de resolución activados por la unión bancaria, la auténtica pata coja de la Unión Monetaria cuando estalló la crisis, y a falta de constituir un fondo europeo de garantía de depósitos, debería ser garantía suficiente para minimizar los efectos de crisis futuras por graves que fuesen, equiparando plenamente los procesos para toda la zona euro, y evitando, en la medida de lo posible, la recurrente utilización de dinero público.