El duelo entre China y EE UU, un pulso más allá del comercio
Ambas potencias pugnan por el liderazgo mundial con nuevas reglas de juego que cuestionan la globalización
La cumbre del G20 que se inició este viernes en la localidad japonesa de Osaka promete ser el acontecimiento que marque el camino de la economía global, y de los mercados financieros, en lo que resta de año. El esperado encuentro del sábado entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el chino, Xi Jinping, era la oportunidad que aguardan muchos inversores –aunque con escasa convicción– para frenar la escalada proteccionista emprendida por la Casa Blanca y que amenaza con precipitar la llegada de la próxima recesión económica.
Trump ya avanzó el viernes que espera que el encuentro “será productivo”, aunque aseguró que no ha prometido a Xi que no vaya a aplicar aranceles del 25% sobre los productos chinos que aún no ha penalizado. Pero más allá del resultado de la cumbre del G20, una de las más problemáticas de la última década y en la que ambas potencias se han comprometido a retormar negociaciones comerciales, la guerra arancelaria iniciada por EE UU es la señal de un pulso que va mucho más allá del abultado déficit comercial estadounidense frente al gigante chino y que tiene su verdadera razón de ser la lucha por el liderazgo futuro de la economía global.
“China se convertirá en el líder económico global y con el poder económico viene el poder político. El conflicto de EE UU con el poder emergente de China es una disputa que va a durar”, señaló recientemente en Madrid Joachim Fels, el macroeconomista jefe de Pimco, la mayor gestora de renta fija del mundo.
Los ánimos de los inversores llegaron caldeados a la cita del G20, sin grandes expectativas de que las dos grandes potencias económicas alcanzaran un compromiso firme sobre su relación comercial y sin descartar que, en los próximos meses puedan verse nuevas sanciones de EE UU sobre China. De hecho, Nomura da un 65% de probabilidades a que Estados Unidos aplique aranceles del 25% sobre productos chinos por otros 300.000 millones de dólares, con lo que ya había endurecido al máximo la totalidad de la mercancía que importa del país asiático.
El empleo del comercio como arma política crea una incertidumbre añadida para el inversor
En Bank of America Merrill Lynch estiman, como supuesto base para sus previsiones, que China escapará por los pelos a esa tarifa 25% sobre los 300.000 millones de dólares aún sin penalizar pero que, incluso sin ese arancel adicional, las tarifas estadounidenses a las importaciones chinas dañarán la economía del gigante asiático, motor indiscutible para el crecimiento económico global. “Esperamos más daño sobre la economía mundial y sobre los mercados antes de que se alcance un acuerdo”, explica el banco estadounidense.
Donald Trump está marcando el paso de la geopolítica mundial y de los mercados globales a golpe de tuit y por desestabilizadores que sean sus mensajes y aunque sirvan principalmente para debilitar a la otra parte ante la mesa de negociación, la cuestión de fondo va más allá de aranceles puntuales. “Aunque el ruido proteccionista se atenúe, quedará un mensaje de fondo que lastrará el crecimiento durante años: las normas que propiciaron la hiperglobalización y el rápido desarrollo de muchos países emergentes están amenazadas por las políticas populistas y pueden cambiar sin preaviso”, concluye Roberto Ruiz-Scholtes, director de estrategia de UBS Banca Privada en España.
Con Donald Trump en la presidencia de EE UU –las próximas elecciones presidenciales serán en noviembre de 2020–, los aranceles se han convertido en instrumento para lograr otros objetivos políticos ajenos al comercio, como ha dejado clara la dura amenaza a México, que ha terminado por hacer concesiones en su política de inmigración. “Visto el rápido éxito de esta táctica con su vecino del sur, ¿por qué no aplicarla a los automóviles europeos para lograr un reparto más equitativo del gasto militar en la OTAN?”, advierte Ruiz-Scholtes. Y si las reglas de juego habituales se rompen de forma inesperada y surgen duras trabas al comercio global, el impacto sobre la inversión empresarial y el crecimiento económico está servido. Y con ello, las pérdidas en los mercados financieros.
El coste de una escalada proteccionista es incierto pero evidente. Aun sin ser su pronóstico central, si la amenaza arancelaria de EE UU sobre China se cumpliera en su totalidad –con aranceles del 25% sobre el conjunto de productos chinos importados–, UBS calcula un recorte en el crecimiento económico mundial de 75 puntos básicos en los próximos seis trimestres, dando lugar a un entorno muy parecido a una recesión global suave. De una magnitud similar a la crisis de deuda de la zona euro, al colapso del petróleo de mediados de los años ochenta o al tequilazo de los noventa.
El veto de Pekín a tecnológicas de EE UU como Apple es una posible represalia, junto a la devaluación del yuan o la venta de bonos estadounidenses
“Las tensiones entre EE UU y China van mucho más allá de lo comercial. Los aranceles podrían ser solo la punta del iceberg. Estados Unidos ha tenido un largo reinado como única superpotencia económica y China está luchando por alcanzar ese mismo estatus”, añade David F. Lafferty, estratega jefe de mercados de Natixis. Trump ha recurrido en ese pulso a los aranceles y al veto a las grandes compañías tecnológicas chinas, como Huawei, pero Xi aún no ha hecho valer todo el potencial que podrían tener sus posibles represalias.
La ‘venganza’ china
Para empezar, China es el mayor productor mundial de tierras raras, la materia prima de la que se extraen numerosos componentes para la fabricación de productos tecnológicos. Otro golpe al sector tecnológico de EE UU podría venir de un hipotético veto a Apple, el único gigante estadounidense con luz verde para vender en China. Además, Pekín es el mayor tenedor del mundo de deuda estadounidense –con más de un billón de dólares en balance– y solo la decisión de no renovar los vencimientos podría provocar un durísimo golpe al coste de financiación de EE UU. Natixis no lo ve probable, dada la pérdida de valor que eso supondría para la propia cartera china, como tampoco una depreciación del yuan, que si bien daría a China más capacidad exportadora, también podría provocar una salida de capitales y entorpecer el objetivo de Pekín de convertirse en superpotencia económica.
La guerra comercial también tiene una derivada peligrosa para EE UU. Si en un primer momento, se espera que la Fed reaccionara a sus efectos con bajadas de tipos, el encarecimiento de las importaciones que supone la aplicación de aranceles traería nuevas presiones inflacionistas con las que preparar el terreno a nuevas subidas de los tipos de interés.
Así, el aumento de precios de los automóviles por la aplicación de más aranceles a los vehículos europeos sería lo bastante impopular en Estados Unidos como para persuadir a Trump de no aplicarlo, señalan desde Bank of America Merrill Lynch. El banco estadounidense prevé una caída bursátil del 20% desde los máximos anuales ante una falta de acuerdo en materia comercial en la cumbre del G20 de este sábado, de un calado suficiente como para retomar las negociaciones durante el verano. No en vano, los mercados son convidado de piedra en el pulso de EE UU y China y de la magnitud de su reacción va a depender también la contundencia de las posiciones políticas.
El potencial desestabilizador de China
Elevada deuda interna. Es el primero de los tres factores de riesgo que, según Pimco, entraña la economía china. Su escenario base es el de una desaceleración gradual del crecimiento del país, pero si la guerra comercial agravara ese deterioro, “la masiva deuda interna que se ha acumulado en la última década sería más difícil de digerir y podría llevar a una recesión”. En tal escenario, Pimco añade que las autoridades chinas podrían recurrir a una depreciación agresiva del yuan, con un impacto deflacionista en el conjunto de la economía global.
Disrupción tecnológica. En un escenario relativamente benigno para el crecimiento económico de China, la apuesta de sus autoridades por la actividad manufacturera de valor añadido y por el liderazgo tecnológico será una amenaza para productores muy asentados en Europa, Japón, Estados Unidos y el sudeste asiático.
Inestabilidad geopolítica. La ambición china por desbancar a Estados Unidos del liderazgo mundial provocará un pulso entre ambas potencias que va a ir más allá de la actual tensión comercial y que augura un choque económico y político para los próximos años. “El agravamiento de las tensiones geopolíticas entre EE UU y China y los consiguientes episodios de volatilidad en el mercado son fuerzas con las que los inversores tendrán que contar”, advierten desde Pimco.