El arte más reivindicativo toma Venecia
La 58º edición de la Bienal de Arte se convierte en un escaparate que pone voz a una realidad invisible, un escenario en el que los artistas descifran el complejo mundo y agitan el pensamiento crítico
Venecia se ha convertido estos días, previos a la apertura oficial este sábado de la 58º edición de la Bienal de Arte, en un ir y venir de artistas y de coleccionistas de todo el mundo. Por los frondosos Giardini o por el Arsenal, el antiguo astillero de la ciudad, convertidos desde este sábado y hasta el 24 de noviembre, paseaban estos días desde el cotizado escultor de origen indio Anish Kapoor, a algunos de los mayores coleccionistas de arte contemporáneo de China, rastreando las nuevas tendencias y preocupaciones que mueven a los artistas actuales.
Es algo que ha perseguido el comisario de esta edición, el neoyorquino Ralph Rugoff ((Nueva York, 1957), que ha rastreado por medio mundo en busca de 79 artistas (de los que el 43% son mujeres), de los cuales todos están vivos y con mensaje, que ayudan a descifrar todo aquello que acontece el planeta. Como novedad, este año se ha reducido considerablemente el número de artistas si se compara con los 120 de la Bienal de 2017. Bajo el título, May you live in interesting times (Que vivas en tiempos interesantes), en referencia a una supuesta maldición china sobre los periodos de incertidumbre o de crisis, porque los tiempos interesantes son como los que se viven en la actualidad, la exposición central se divide entre los dos espacios, una en el Arsenale y la otra en el pabellón Central de los Giardini, custodiado a su vez por los principales pabellones de los 90 países que acuden a esta cita. Entre ellos, se encuentra España, que en esta edición acude con la provocativa propuesta de Itziar Okariz, Sergio Prego y de Martin Puryear.
El comisario ha invitado este año a que cada artista presentara dos obras, una en cada espacio, de manera que se obtuviera dos miradas diferentes sobre un mismo concepto. La muestra se convierte en un espectáculo alejado de cualquier canon de belleza convencional, con impresionantes instalaciones, videojuegos, obras espaciales y digitales, así como montajes retorcidos y en algunos casos agresivos, que hacen que el visitante se pare ante la obra y que cada uno reflexione sobre la pieza que tiene delante. Sucede con las dos obras con las que han viajado los artistas chinos Sun Yuan y Peng Yu, que ya participaron en 2005 en la Bienal dentro del pabellón de China, y son especialistas en emplear materiales poco convencionales, como la maquinaria, tal es el caso de la obra Can’t Help Myself (2016), un robot industrial, que se exhibe en Giardini y utiliza sensores de reconocimiento visual y sistemas de software para examinar una realidad cada vez más evidente, como es la automatización, y que va recogiendo un líquido rojo viscoso, parecido a la sangre.
También con la pieza Dear (en el Arsenale), una silla de silicona blanca, inspirada en la silla imperial de la estatua en el monumento del presidente Abraham Lincoln en Washington, colocada dentro de un contenedor de plexiglás, con una goma que gira de forma enloquecida y expulsa aire presurizado. Porque si en algo se ha puesto énfasis en esta edición es en analizar, desde un prisma puramente artístico, la era de la postverdad, de manera que los artistas reflexionan sobre los denominados hechos alternativos, a la par que desarrollan espacios de pensamiento complejos. “En momentos en que la difusión digital de noticias falsas y hechos alternativos está corroyendo el discurso político y la confianza sobre la que se basa, es necesario hacer una pausa siempre que sea posible para reevaluar nuestros términos de referencia”, explica el comisario, que defiende la función social del arte como fuente de deleite pero también como agitadora del pensamiento crítico.
Es lo que ha buscado el artista suizo-islandés Christoph Büchel, que ha traído otra gran atracción a la muestra, titulada Barca Nostra, el barco que en el 2015 protagonizó una de las mayores tragedias vividas por los inmigrantes que intentaban llegar a las costas italianas desde Libia. Ante los curiosos que realiza todo tipo de fotografías luce el armazón de la embarcación, que denuncia la tragedia vivida. O la visión de la mexicana Teresa Margolles, que no se cansa de denunciar la terrible violencia que pesa sobre Ciudad Juárez y la humillante realidad de la inmigración. De fondo resuenan ecos de la lucha de clases, el racismo, la violencia, el consumismo...
Un ‘sponsor’ creativo
Es el socio oficial desde hace cinco ediciones de la Bienal de Venecia. El arte y la creatividad forman parte del ADN de Swatch. La compañía relojera suiza acude, en esta ocasión, con el proyecto Swatch Faces, que acoge en el arsenal la obra de cuatro artistas, que han pasado un tiempo Hotel Swatch Art Peace, la residencia artística que la firma tiene en Shanghái. La coreana Dorothy M. Yoon, que presenta su obra This moment is magic, un montaje con 24 varitas mágicas correspondientes al zodiaco chino, y una colección de siete vestidos para niña.
El español Santiago Alemán ha levantado un altar conceptual, con óleo y yeso sobre paneles de lino y madera, titulado Levo, compuesto por 14 piezas, con el que pretende transmitir un mensaje positivo de elevación social y personal a través del color y las texturas.
La china Jessie YingYing Gong enseña Enfolding, un estudio sobre los alfabetos de género, la escritura de mujeres (nüshu en chino), un modelo desarrollado por y exclusivamente para la población femenina de los pueblos de las provincias de Hunan.
Por su parte, la estadounidense Tracey Snelling exhibe en el espacio del Arsenale, una compleja instalación con vídeos e imágenes, un reflejo de su experiencia en Shanghái y Chongqing.
En los Giardini, luce la obra, The Flags (en la imagen), que la firma encargó al británico Joe Tilson, de 90 años, que consiste en tres pinturas ampliadas de la colección The Stones of Venice, que reflejan el amor y la devoción que el artista tiene por la ciudad de los canales italiana. Tilson ha diseñado un reloj para la ocasión, un juego de colores, en edición limitada y numerada, que como en anteriores ediciones se convertirá en objeto de deseo por parte de los coleccionistas de Swatch. "Con este tipo de iniciativas lo que corroboramos es nuestro compromiso con el arte, como venimos haciendo con la apuesta del hotel en Shanghái, donde artistas reconocidos y consagrados conviven en un ambiente creativo", señala Gonzalo de Cevallos, vicepresidente internacional del grupo Swatch.