La otra puerta de Petra
Travesía por el desierto en busca de la ciudad perdida Beduinos y nabateos utilizaban esta ruta milenaria
Si está esperando la típica visita a Petra se equivoca de lugar. Entre dunas y wadis (cauces de los ríos), montañas y acantilados de arenisca, huimos de las rutas de los turistas para seguir las de los beduinos y nabateos en busca de la ciudad perdida.
El murmullo del agua entre los desfiladeros, una sinfonía de colores rojizos y rosáceos y una civilización esculpida con mimo en las laderas de esta cordillera arenosa. Hace más de 2.000 años, desde el Mediterráneo hacia Oriente, las caravanas avanzaban por la ruta de la seda y las especias, los valles de la cuenca del Jordán y los páramos de Dana para hallar asilo en este enclave comercial olvidado durante siglos en el entorno indómito que hoy vamos a recorrer. Seamos nómadas por un día y descubramos Petra como lo harían los hijos del desierto.
Carretera Namala
Situémonos. Amanecemos en el corazón de la Reserva Natural de Dana, al norte de Petra. En la llanura sobresale el Feynan Eco Lodge (desde 125 euros), un hotel de lujo y sin apenas electricidad, alumbrado por la luz de las velas y las estrellas, donde el viajero organizará sus expediciones por la zona (308 km2).
Cerca del complejo, que cuenta con 26 habitaciones y sello sostenible, se conservan restos arqueológicos de los primeros asentamientos humanos (9.600 a. C.). También del yacimiento de la principal explotación de cobre del mundo antiguo, desde el Neolítico (5.000 a. C) al periodo romano (siglo IV d. C.), cuando se envió a miles de cristianos condenados a trabajar en sus minas.
“Vamos a recorrer la carretera Namala que sigue la antigua senda de migración de los beduinos y nabateos hasta Al-Batra (Petra)”, explica Abed, nuestro guía. Como buenos nómadas, conducimos por la carretera (55 km) durante casi dos horas por un paisaje cambiante.
En la sabana, los dromedarios pastan bajo las acacias. En el desierto de Wadi Araba, los campamentos beduinos se camuflan entre las dunas escarlatas, y los páramos desolados por el basalto presagian la llegada a las montañas de Sharah, que guardan con celo una de las maravillas del mundo: Petra.
La capital de los nabateos
En Siq al-Barid (pequeña Petra), antiguo caravasar de los nabateos, dejamos el todoterreno y empezamos a ser conscientes de la extravagante arquitectura del lugar. La Ruta de la Puerta de Atrás de Petra conecta este yacimiento con el monasterio (Ad Deir) en un trekking de 11 km y tres horas, cruzando el desierto y bordeando los acantilados de arenisca rosada. Elijan bien su calzado.
El camino pedregoso y polvoriento nos muestra el primer regalo de la capital de los nabateos. La impresionante fachada del monasterio, de 50 metros de altura y cincelada en la roca vertical, evidencia la capacidad de este pueblo árabe de adoptar las reglas grecolatinas y reinterpretarlas a su manera: lo de integrar la arquitectura en el paisaje lo debieron de inventar ellos.
A contracorriente, continuamos por la senda escalonada rumbo al cañón del Siq, un angosto desfiladero que protege Petra del invasor desde su fundación en el siglo VI, pero no tanto de los turistas en la actualidad.
Edomitas, nabateos, griegos, romanos... tratamos de darle sentido a este rompecabezas histórico con la ayuda de Abed, mientras caminamos junto al Gran Templo y la calle Columnata, uno de los muchos vestigios latinos del sitio. Al fondo se vislumbran las majestuosas tumbas reales talladas con elegancia helenística en la roca arenisca antes de adentrarnos en el desfiladero.
El camino nos guía por un juego de sensaciones donde la imaginación se pierde entre las formas sinuosas y los colores ardientes de las laderas enfrentadas. La gruta se estrecha y oscurece justo antes de desvelarnos el Tesoro, el monumento más emblemático del lugar. Lo clásico y nabateo se conjugan en esta fachada, donde frisos, columnas y esculturas helenísticas parecen brotar de la montaña que la protege y cuyos dueños siguen siendo los beduinos.
Guía de viaje
Para aventureros. La ruta de Dana a Petra es parte del Jordan Trail, red de 650 km de senderos para mostrar el lado más salvaje y desconocido del país. La odisea completa le llevará al menos 40 días por ocho regiones diferentes siguiendo el río Jordán.
Jordan Pass. Casi un millón de visitantes acuden al año a Petra. El Jordan Pass (93 euros) incluye el visado para Jordania, la entrada gratuita a más de 40 lugares turísticos y la visita de dos días de Petra.
Los vuelos. Iberia y Royal Jordanian operan vuelos desde Madrid (uno al día) y Barcelona (dos a la semana) con Amán.