Y McCain venció finalmente a Trump
Pese a estar vetado en el funeral del senador republicano, el presidente estuvo muy presente
Soy demócrata de Arizona y siempre voté a John McCain” escribe un lector a The New York Times. Joe Biden, vicepresidente con Barack Obama, llora mientras habla a la familia de McCain y a cientos de personas junto al féretro del senador, en el capitolio de Arizona. Harry Reid, líder demócrata en el Senado, dice, también llorando, que las últimas palabras que él y McCain, poco antes de morir, se intercambiaron fueron “I love you”. Hillary Clinton añade que “John siempre puso a la nación por encima de la política y, por eso, era maravilloso trabajar con el, aún no compartiendo las mismas ideas”.
Sí, muchos demócratas adoran al John McCain que recién operado de un maligno tumor cerebral, se levanta de la cama y se pone, él mismo, el vendaje, chorreando sangre, para ir a la Cámara de Representantes y votar en contra de la ley de Trump que pretendía abolir Obamacare. No fue una pose. El sabía, desde junio de 2017, que moriría de un tumor cerebral. Pero prefirió poner los intereses de la nación por encima de su propia salud y evitar que 32 millones de personas se quedaran sin cobertura médica.
El mismo McCain que se negó a ser liberado del campo de concentración comunista de Vietnam del Norte donde le torturaron cinco años a no ser que liberasen también a todos sus compañeros de prisión. Joe Biden, en el Capitolio de Arizona, junto al cadáver de su amigo, destacó que “John representó el ideal americano: de ser, de hacer algo más importante que nosotros mismos”. Filosofía humanista que va en contra del individualismo rampante y hasta cruel que impera hoy en América. “El legado de John durará mucho tiempo, porque el carácter es destino y John tenía carácter “. El fiscal general de Arizona destaca en el funeral que “John defendía la Constitución. The Bill of Rights. La primer enmienda”.
En Washington, en la rotonda del Capitolio y en la Washington National Cathedral, los presidentes Barack Obama y George Bush hablan largo y tendido, emocionados, del legado de John McCain. Ambos presidentes fueron “enemigos políticos” de McCain. En 2000, se enfrentó con Bush por la candidatura presidencial. En 2008, él y Obama lucharon por ser presidentes. Barack Obama destaca cómo, en un rally electoral, McCain le defendió públicamente cuando una mujer gritó que Obama no era americano, sino musulmán. “No, señora, Barack Obama es un hombre decente, un buen americano, un excelente padre de familia y un político con el resulta que no estoy de acuerdo. Pero no, señora, Obama es un buen americano”, le dijo.
Años después, en 2016, Barack Obama le devolvió el favor. Donald Trump había dicho, en campaña electoral presidencial, que “McCain no es un héroe de guerra. Es un perdedor. Se dejó capturar por el enemigo”. Obama salió en su defensa: “John McCain es un héroe americano. Quien no reconozca este hecho, miente o no está en sus casillas”.
¿He citado a Trump? debo ser el único. Cinco días de funeral y nadie ha citado a Donald Trump. Pero ha estado muy presente. Cuando la nación llora la muerte de uno de sus héroes, Trump no pone a media asta la bandera americana en la Casa Blanca. Dos días después, cuando es obvio que es un gesto que enfada a la nación, por fin decide bajarla. Trump pone muchos tuits y despliega durante esos cinco días de luto por McCain una tremenda actividad, ignorando al fallecido, a quien los americanos sí consideran un héroe nacional.
Trump se embarca en negociaciones comerciales con México y alcanza un acuerdo que solo él define como el “acuerdo comercial más grande de todos los tiempos”. Economistas de todos los colores leen atónitos el tuit del presidente y se preguntan qué tiene de grande el nuevo acuerdo, del que poco se sabe. Muerto Nafta, ahora empiezan las negociaciones con Canadá.
El acuerdo de desnuclearizacion de Corea del Norte no avanza. El secretario de estado, Mike Pompeo, que tenía previsto un viaje a Pyongyang, tiene que cancelarlo por orden del presidente, que, además confunde a propios y extraños. El 28 de agosto da permiso a James Mattis, General Marine de cuatro estrellas, para reanudar las maniobras militares con Corea del Sur, que tanto molestan a los coreanos del Norte. Mattis es secretario de defensa. Dos días después, Trump da marcha atrás y cancela las maniobras por “su coste económico”. Corea del Sur tiembla.
En casa, Trump está ocupado. Su yerno, Jared Kushner y Mike Pompeo, secretario de Estado, deciden cancelar el fondo de ayuda a refugiados palestinos: Netanyahu está feliz y la ONU queda atónita. El fiscal general, Jeff Sessions, en el punto de mira de Trump porque se niega a inmiscuirse en el devenir de la justicia en el caso de la investigación de la trama rusa, se entera por un tuit del presidente de que “Sessions puede estar tranquilo hasta las elecciones”.
Es decir, conservará su puesto hasta noviembre y luego será despedido. La prensa americana y mundial hablan de despotismo de Trump. El abogado de la Casa Blanca, un testigo esencial de la investigación de la trama rusa que lleva a cabo el fiscal especial Robert Mueller, se entera por otro tuit de que en breve tendrá que recoger sus cosas, “porque está despedido”, dice Trump en la red social. El aludido, Don McGahn, se queda de piedra. Su único delito ha sido colaborar con Mueller diciendo la verdad.
Dos altos cargos que serán despedidos por no seguir ciegamente al presidente... y millones de funcionarios que no tendrán el pactado aumento de salario en 2019. Trump dice que “salen muy caros y no hay dinero”. Será que el “Make América great again” no aplica a los funcionarios, sino a los inexistentes mineros... En cambio, los grandes bancos tienen el apoyo de Trump para relajar y rebajar los requerimientos de capital que la reforma financiera de Obama les impuso tras la crisis para fortalecer sus balances. Todo ello en contra del criterio de la FED y de su presidente, Jerome Powell, que ya anticipamos, será el tercer despedido. El discurso de Powell en Jackson Hole enfadó mucho al presidente.
Trump tenía prohibido asistir al funeral de McCain por orden de este. Sí estuvieron los últimos tres presidentes vivos previos a Trump ( Bill Clinton, George Bush y Barack Obama, sentados en primera fila con sus respectivas esposas). En la Washington National Cathedral, McCain recibió un funeral de Estado que solo treinta personas han compartido en la historia de Estados Unidos, el primero, Abraham Lincoln y, más recientemente, John Kennedy y Ronald Reagan. Barack Obama empezó diciendo que “John McCain fue un guerrero, un luchador, un patriota, un hombre de fe y un gran héroe americano”.
Obama destacó que, aunque disentían en muchas cosas, McCain siempre buscaba el acuerdo; era un hombre de Estado que ponía el interés nacional por encima de los partidismos políticos. Muchos líderes demócratas sensatos (Hillary Clinton, Nancy Pelosy, Harry Reid, Charles Schumer, Obama, Joe Biden; los primeros/as cabezas del partido) pusieron énfasis en la facilidad de llegar a acuerdos con McCain en inmigración, Sanidad, educación y el cuidado de los 16 millones de veteranos de guerra y sus familias, que llevan décadas quejándose de que nadie les hace caso. “Muchos políticos dicen que nos van ayudar, pero es solo propaganda.
La realidad es que tardan seis meses en darnos cita con el médico”, me dijo el ex jefe del servicio secreto del ºpresidente Trump, ex Marine y veterano de las guerras de Iraq y Afganistán. Dado que, a diario, se suicidan 45 veteranos que sufren de síndrome Post traumático, la cuestión es relevante y McCain quiso hacer mucho por arreglarlo, trabajando con Clinton, Bush y Obama.
George Bush puso énfasis en que “McCain, con sus virtudes nos animaba a ser cada día mejores”.
Y, al igual que Obama quien, como Bush, fue contrincante político de McCain, destacó que “McCain llevó la cruz sin quejarse nunca: ni cuando fue torturado cinco años y medio en Vietnam del Norte, ni ante los muchos pesares que le deparó la vida, ni ante la enfermedad terminal que acabó con el: John fue siempre un luchador” concluyó Bush. En la catedral puede verse como los tres presidentes se abrazan, al igual que sus esposas y que saludan afectuosamente a los miembros del gabinete de Trump que asisten: el secretario de Defensa, James Mattis y el Jefe de Gabinete, John Kelly, ambos marines y generales de cuatro estrellas y que no tienen problema en cantarle las cuarenta al presidente.
Kelly, que ha luchado victorioso en cuatro guerras, está harto del presidente y ya tenía fecha de salida, el 1 de agosto, pero Trump le rogó que se quedase hasta 2020. Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner, ambos judíos practicantes, estuvieron en el funeral y cantaron los himnos religiosos; estuvieron presentes porque así lo quiso McCain, quien eligió varias canciones de Elvis Presley (gospel, lógicamente, música sacra americana) que cantó el coro de la catedral: “How great thou art” (Grammy de Elvis en 1974) y “Danni Boy”, una de las últimas canciones que grabó Elvis en estudio, antes de morir , en las llamadas Jungle Room Recording Sessions y que emocionó a la madre de McCain, de 106 años de edad.
La puntilla la puso Meghan McCain, hija, quien en un emocionado homenaje despertó un fuerte aplauso en la catedral, al afirmar que su padre “no creía que hubiera que hacer América grande de nuevo, simplemente, porque América nunca ha dejado de ser grande”. La fuerza con que aplaudieron Obama, Bush y Clinton es símbolo del rechazo que les provoca Trump.
Jorge Díaz Cardiel es socio director en Advice Strategic Consultants y autor de ‘Hillary vs Trump’ y Trump, año uno’