El Ibex remonta en junio pero es incapaz de sacudirse las pérdidas en el año: las claves del semestre
La Bolsa sube un 1,66% en junio pero en lo que va de 2018 retrocede un 4,19% La guerra comercial y la incertidumbre política en la zona euro castigan a la renta variable
El inicio de año se las prometía muy optimistas. Con la entrada en vigor de la reforma fiscal en EE UU los inversores se dejaron llevar por las compras y en el primer mes de 2018 el Ibex 35 subió un 4%, ascenso que le llevó a firmar su mejor inicio de año desde 2011. Sin embargo, poco duró la alegría. Las dudas no tardaron en apoderarse de los inversores. Desde que a finales de enero un inesperado dato de inflación salarial en EE UU desatara la corrección en la Bolsa y la renta fija día a día se han sumado nuevos acontecimientos que han puesto a la renta variable, especialmente la europea, contra las cuerdas.
El Ibex 35 no es una excepción. En el primer semestre el selectivo español retrocede un 4,19% pese a que en junio la Bolsa nadó contracorriente y avanzó un 1,66% y en segundo trimestre, un 0,23%. De poner a tiro los 11.000 a mediados de enero, el índice de la Bolsa española ha pelado en las últimas sesiones por conservar los 9.600 puntos. Solo el Dax alemán supera las caídas anuales del selectivo español y cede un 4,73%. El Euro Stoxx cae un 3%; el Mib italiano, un 1%; el FTSE británico; un 0,66% y solo el Cac escapa a con un avance del 0,21% en el año.
La guerra comercial entre EE UU y China ha sido la protagonista en junio. Las relaciones entre ambos países, que buscan reafirmar su posición de liderazgo económico, se enturbian día a día. La actitud beligerante de Donald Trump no ayuda a calmar los ánimos y en su cruzada contra el gigante asiático nadie sale indemne. Europa no escapa a las políticas proteccionistas del magnate estadounidense que aunque su objetivo es frenar el desarrollo de China sitúa al sector automovilístico europeo en el centro de sus ataques. Los aranceles del 20% que prevé implantar sobre los vehículos europeos se ha cobrado sus primeras víctimas: Daimler y el fabricante de alemán de iluminación Osram han anunciado los primeros profits warnig.
Pero más allá de la guerra comercial, los inversores han tenido que hacer frente a toda una carrera de obstáculos. El repunte de las rentabilidades en el mercado secundario de deuda ha jugado un papel preponderante tanto en EE UU en Europa.
En febrero el temor a que un recién estrenado Jerome Powell al frente de la Reserva Federal acelerara la subida de tipos en EE UU hizo tambalear los cimientos. Wall Street, acostumbrado a nueve años consecutivos de ganancias, optó por la corrección firmando sus mayores caídas en siete años. Mientras, el bono estadounidense a 10 años enfilaba su camino hacia el 3% compitiendo de tú a tú con la rentabilidad por dividendo de los tres índice de referencias americanos.
Lo que en febrero fue visto como una amenaza, apenas un par de meses después se convirtió en una realidad a la que parece que se han acostumbrado los inversores. En abril el bono de EE UU a 10 años superó la temida barrera del 3% y en mayo marcó su nivel más alto desde julio de 2011. Este ascenso de la deuda con vencimiento en 2028 vino acompañado de repuntes en los plazos más cortos, unos incrementos que reactivaron los temores a un aplanamiento de la curva de tipos, un síntoma que suele anticipar una recesión. No obstante, en los últimos meses la inestabilidad generada por Trump y las dudas políticas en la zona euro han reactivado el papel refugio de la deuda estadounidense. El bono a diez años cae al 2,84%.
La aceleración de la subida de tipos en EE UU ya no es temida sino que es interpretada como un síntoma de que la primera economía del mundo marcha a buen ritmo, con una inflación cercana al 2% y una tasa de paro en el 3,9%, la menor desde diciembre de 2000. A esto se suma la mejora de las previsiones de crecimiento para 2018 por parte de la Fed, algo que contrasta con la rebaja de las estimaciones en la zona euro.
Con EE UU creciendo de manera sostenida, en Europa el ruido político adquiere una mayor dimensión. Italia que tardó tres meses en formar Gobierno despierta los recelos de los inversores. Aunque la coalición entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga así como la renuncia a la salida de Italia de la zona euro sirvió para templar los nervios en el mercado de deuda, los expertos no otorgan mucho futuro al Ejecutivo. Las firmas de análisis no descartan que en los próximos meses reaparezca un nuevos conflictos. De momento, la rentabilidad de la deuda trasalpina a diez años ha caído del 3,1% que marcó a comienzos de junio al 2,67% de cierre del viernes, por encima eso sí del 2% con que inicio el año. En este descenso, el retraso de la retirada de estímulos por parte del BCE (aplaza a verano de 2019 la subida de tipos) ha jugado un papel destacado.
La evolución de la rentabilidad de la deuda italiana ha arrastrado a su paso a la española. El bono a diez años, que en el primer trimestre celebraba la mejora de la calificación a A-, pasó del 1,15 que marcó en marzo al 1,62% por efecto contagio y por las dudas generadas por la moción censura al Ejecutivo español. Un mes después de aquello, la deuda española con vencimiento en 2028 cae al 1,33%. La prima de riesgo española no ha escapado a las sacudidas. Si en marzo los inversores celebraban que caída por debajo de los 70 puntos básicos, a finales de mayo el diferencial marcó los 133 para concluir el semestre en los 100 puntos básicos.
Junto a la incertidumbre política, que en la recta final de junio ha sumado a Alemania a la lista, el otro elemento de incertidumbre sitúa al crudo en el disparadero. La suspensión del acuerdo nuclear entre EE UU e Irán sirvió de impulso al Brent. El crudo de referencia en Europa llegó a superar los 80 dólares por barril intradía. Estos niveles son gasolina para el fracking. El temor a que la primera economía del mundo logre la independencia energética llevó a Arabia Saudí y a su aliado fuera de la OPEP, Rusia, a exigir a los productores de crudo el fin de los recortes. En la última reunión celebrada por el cártel en Viena se acordó elevar en un millón de barriles al día la oferta. Esto ha servido para frenar los ascensos del oro negro que desde inicios de año se anota un 19% en el año hasta los 79 dólares.