Por qué Trump se retira del acuerdo nuclear con Irán
La estrategia del presidente es presionar para negociar un pacto exclusivo de EE UU con Teherán
Banderas norteamericanas quemadas en Teherán. Festejos en Tel Aviv. Preocupación en Europa y aparente indiferencia en Rusia y China. Vuelta a 1979, cuando hervía el fervor revolucionario de los seguidores del ayatolá Ruhollah Jomeini. Entonces, estudiantes asaltaron la embajada estadounidense y, durante 444 días, mantuvieron rehenes a los funcionarios de la embajada. El detonante fue la negativa del presidente Carter de entregar al Shah, Reza Pahlavi, a Irán, toda vez que el monarca se exilió a Norteamérica
Carter –Pahlavi tenía cáncer terminal– no entregó a quien, desde mediados de los años cincuenta, fue fiel aliado de Estados Unidos, frente al mundo árabe radical. Resumiendo, la crisis de los rehenes le costó la presidencia a Carter, visto como un presidente débil por los norteamericanos que, además, estaban angustiados por la recesión, las colas en las gasolineras y la inflación. Tuvo que llegar “un hombre fuerte”, Reagan, para restaurar el prestigio de América. Como decían los lemas de sus campañas electorales presidenciales: “En América, vuelve a amanecer” y, especialmente, Make America Great Again, hoy de moda, porque Trump no para de repetirlo desde hace tres años. Trump, como Reagan, aparece como hombre fuerte que pone a Irán en su sitio al retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear forjado por el presidente Obama en 2015 junto a Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China.
Las aspiraciones nucleares de Irán no comenzaron con Jomeini. Durante las tres décadas en que Irán fue aliado de Norteamérica frente al mundo árabe radical, el Shah no dejó de pedir a Estados Unidos “capacidades nucleares”, explica Andrew Bacevich en America’s war for the greater Middle East. Entonces, durante la Guerra Fría, con el mundo árabe alineado con la URSS, Irán era un supuesto foco de estabilidad en la región para Occidente. Luego, vino la revolución de Jomeini que, hasta hace poco, ha exportado a otros países.
Sin embargo, ni al Shah de Persia ni al actual líder supremo de Irán, Alí Jamenei, les interesaba lo que en apariencia querían. La realidad es que a Irán, con Shah o con ayatolás, le mueve el nacionalismo persa, siempre enfrentado al mundo árabe, a lo que se suma su identidad chií, que le enfrenta con los sunís y su líder, Arabia Saudí, además de Israel.
Vali Nasar, decano de John Hopkins University, autor de The Dispensable Nation: American Foreign Policy in Retreat y The Shia Revival, sostiene que la firma del acuerdo nuclear con Irán “mostró la retirada de Estados Unidos de la región” (al tiempo que Obama retiraba tropas de Iraq y Afganistán e incumplía su promesa de intervenir en Siria si Bashar Al-Asad utilizaba armas químicas), dejando el campo abierto a Rusia, también firmante del acuerdo.
Pero, si bien Obama reconocía que un Irán con armas nucleares era/es inaceptable, optó por la negociación y el intercambio del “levantamiento de sanciones económicas a cambio de parar el desarrollo de la capacidad nuclear iraní con fines militares”. Y, como dice la película, “de repente, apareció Trump”, cuya visión de Irán es clara: financia grupos terroristas (Hezbolá, Hamás) enemigos de Israel; sostiene a Bashar al-Assad y apoya a los rebeldes anti-saudíes, Houthis en Yemen. Desde 2015, Trump denomina Irán como “el primer patrocinador mundial del terrorismo”, “con una visión siniestra del futuro”, “que engañó a Obama con el worst deal ever”. El teniente general Marine James Mattis, secretario de defensa estadounidense, describe Irán “como la única amenaza permanente para la paz en Oriente Medio”. El ministro de exteriores saudí, Adel al-Jubeir, dice que “Irán está completamente desbocado, descontrolado, en permanente expansión revolucionaria”. Y Netanyahu, primer ministro israelí, ha recibido la segunda mayor alegría de su vida con la retirada de Norteamérica del acuerdo nuclear, tras el traslado (oficialmente, el 9 de mayo de 2018) de la embajada estadounidense a Jerusalén. Ivanka Trump, judía conversa, liderará la delegación norteamericana en la ceremonia inaugural.
Los seis últimos números de la revista Foreign Affairs (18 meses de información) han estado dedicados al aislacionismo de Trump en política exterior. En, Trump’s Lucky Year, Eliot Cohen escribe: “Trump ha abandonado ostentosamente el mantenimiento del orden mundial como principal pilar de nuestra política exterior”. La decisión de Trump ha enfadado a los europeos y ha generado incertidumbre: “un animal herido”, como un Irán económicamente débil, es impredecible. Sostiene David Sanger que “Trump está convencido de que puede conseguir un acuerdo mejor que Obama”.
Si así fuera, la pauta de comportamiento del presidente sería clara: denuncia por ineficaz y dañinos a los intereses de América los acuerdos de Obama y de Clinton para, amenazando con retirarse, acabar por deshacer el acuerdo multilateral, y terminar negociando individualmente con cada parte implicada, consiguiendo mejores términos para América: “divide y vencerás”, escribe Trump en The art of the Deal.
En realidad, Trump no quiere que le toque una parte proporcional del botín económico-empresarial de Irán si son seis los implicados, como sucedió en NAFTA o en TTP. Trump quiere un acuerdo económico exclusivo con Irán que deje las migajas a Rusia, China y Europa, poniendo presión a Teherán mediante fuertes sanciones. Es lo mismo que hizo con México, Canadá y los países de Asía-Pacífico. Y, por supuesto, pasando por la izquierda a Rusia y a China.
Trump se retira del acuerdo con Irán cuando su secretario de Estado, Mike Pompeo, negocia con Corea del Norte su desnuclearización. Para él, la negociación solo tiene una finalidad: ganar.
Jorge Díaz Cardiel es Socio director Advice Strategic Consultants y autor de ‘Clinton vs Trump’ y ‘Trump, year one’