¿Es África la oportunidad económica del siglo XXI?
Recursos naturales, clase media creciente e inversión extranjera alimentan el potencial del continente
Frente al futuro, el primer factor que convierte a África en un espacio de oportunidad es la fuerte demanda de materias primas, de las que el continente es poseedor. Esta demanda vendrá de los países emergentes, singularmente de China y de India, dos gigantes económicos en expansión que suman 2.400 millones de habitantes y suponen el 15 % del PIB mundial y que están altamente necesitados tanto de recursos minerales y energéticos (cobalto, cobre, bauxita, petróleo, gas natural…) como agrarios, de los que el continente africano también es rico.
El segundo factor en el que África debe apoyar su futuro es la población: habida cuenta la situación de bono o dividendo demográfico que conocerá en las próximas décadas el continente. La población representa un importante vector de crecimiento y una oportunidad para garantizar un crecimiento sostenido en el largo plazo. África cuenta con la población más joven del mundo (200 millones de personas entre los 15 y los 24 años) y su creciente demografía hará del continente un mercado gigantesco: va a pasar en pocos años de los 1.000 actuales a los 2.000 millones de personas, según la proyección con variante intermedia de Naciones Unidas.
El tercer factor: una clase media en ascenso. En los últimos 10 o 15 años unos 400 millones de africanos se incorporaron a esta franja, hecho que animará aún más un mercado interno que es cada vez más dinámico. La creciente inversión extranjera, procedente tanto de los países desarrollados del norte como de las grandes potencias emergentes (las citadas China e India, junto a Arabia Saudí, Brasil y Rusia, entre otros) es el cuarto factor. Buena parte de esta inversión va a la exploración de los recursos mineros y al crudo, pero también para instalar empresas y construir infraestructuras. Y pese a que las empresas chinas en los primeros años del auge coparon los contratos de construcción, ahora empiezan a desembarcar firmas europeas, brasileñas o indias. Esto es así porque las necesidades de infraestructuras son altísimas. África sigue siendo el continente peor equipado del mundo, Un dato: actualmente tan solo una cuarta parte de la población cuanta con energía eléctrica.
El quinto factor lo conforman sus capacidades endógenas: África, convertida por EE UU, Japón, por Europa y en los últimos años China e India, en un espacio-reserva de explotación de materias primas de escala continental, debe apoyarse en el desarrollo de sus posibilidades agrícolas, en sus incalculables reservas de materias primas, en su potencial turístico, en su cultura y en su creatividad artística.
Pero para aprovechar estos factores debe cambiar sus políticas: entre otras, poner en marcha programas sanitarios que hagan descender la mortalidad infantil, la morbilidad y la desnutrición; incrementar la educación femenina, y promover políticas de igualdad. También debe, asimismo, aprovechar la primera etapa del dividendo demográfico, que conocerá incrementando la educación y mejorando su capital humano; atrayendo inversiones directas extranjeras; creando un entorno empresarial más favorable a las inversiones e iniciativas; reduciendo las barreras comerciales, y comprometiendo a la mujer en el empleo fuera del hogar.
En tercer lugar, debe sacar partido del segundo dividendo económico aprobando políticas y creando instituciones para el fomento de las inversiones locales, servirse de su sistema urbano y aprovechar la oportunidad de negocios en la base de la pirámide social. La oportunidad de negocios en la base de la pirámide tiene que ver con el hecho de que la mayoría de las empresas estaban dejando de ganar una enorme cantidad de dinero solo por dar por sentado que los pobres carecían de él, pero hay miles de millones de trabajadores que precisan los bienes y servicios adecuados de mercados masivos y a precios bajos y estos cientos de millones, en caso de África, representan uno de los mercados de consumo más grandes del mundo, aunque hay muchos productos a citar. Piénsese, por ejemplo, en un objeto como el móvil, convertido en un bien de consumo básico.
Infraestructuras (carreteras, puertos, aeropuertos…), presas hidroeléctricas, y sectores como energía, cambio climático, migración/movilidad y empleo y gobernanza son ámbitos de una agenda común de África con los países más desarrollados y singularmente con Europa deben desarrollar conjuntamente.
Su acelerado grado de urbanización debe seguir convirtiéndose en factor de cambio, su potencial demográfico debe transformarse en clave de recursos humanos, para lo que la inversión en educación es fundamental, debe mantener sus tradicionales lazos de solidaridad y debe explotar sus inmensas reservas de recursos naturales en beneficio de toda su población, con el fin de crear las estructuras económicas, sociales y territoriales sólidas que el continente necesita.
Por todo ello África, gigantesco mosaico de problemas, es también un gigantesco espacio de oportunidades. El aprovechamiento de estas permitiría al continente ocupar un lugar preeminente en el mapa de la globalización, no solo de las inversiones sino de una globalización con rostro humano para que los africanos, hasta ahora actores secundarios de la historia, sean protagonistas de la misma.
Sin embargo, si el continente no logra combinar el crecimiento económico con la inclusión social y la sostenibilidad ambiental, es probable que los beneficios económicos tampoco duren demasiado tiempo, pues irán seguidos de inestabilidad social y una mayor propensión a las catástrofes ambientales e incremento del número de refugiados ambientales.
Pedro Reque es Catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria