_
_
_
_
Editorial
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Cuál es la factura de los gigantes de internet?

Las grandes tecnológicas deben tributar con más eficacia o invertir más en infraestructuras sociales

Mark Zuckerberg, CEO de Facebook.
Mark Zuckerberg, CEO de Facebook.Reuters

Los gigantes tecnológicos de hoy en día se han beneficiado del mundo al que han impactado sin aportar a la sociedad grandes beneficios, salvo los impuestos, que han hecho todo lo posible para reducir al máximo. Debemos pedir a las multinacionales tecnológicas que contribuyan más en infraestructuras físicas y digitales, ya que de estas dependen sus beneficios.

En los últimos meses, algunas de las empresas tecnológicas más importantes del mundo se han enfrentado a reacciones violentas de algunos políticos y del público en general. Desde la rabia por la supuesta propagación de noticias falsas durante las elecciones estadounidenses hasta las quejas por la competencia desleal y evasión fiscal en Europa, hay crecientes signos de que la gente está perdiendo la paciencia con los grandes disruptores tecnológicos.

Entre las críticas a estas empresas está el hecho de que sus modelos de negocio dependen de una externalidad positiva –un recurso que no les pertenece, pero que les beneficia enormemente. En este caso, compañías como Facebook, Amazon, Netflix y Google se han aprovechado de internet con mucho éxito, privatizando eficazmente un bien público.

Sin duda las FANGs y muchas otras empresas tecnológicas tienen ideas brillantes e innovadoras, pero estas no valdrían nada sin la infraestructura que les permite llegar a la mayor parte de la población mundial. Imagínense a Facebook operando en una isla desierta, sin posibilidad de conectarse con nadie. No es un caso de negocio muy convincente.

Sin embargo, a pesar de depender de la infraestructura pública, estas compañías no han aportado una parte proporcional de sus beneficios a la sociedad. Debido a que la propiedad intelectual es su principal activo, muchas de estas empresas pueden constituir sus filiales en otros países, normalmente en territorios de baja tributación –destinando la mayor parte de sus ingresos lejos de las sociedades de las que depende su éxito.

Mientras tanto, estas empresas han demostrado ser muy rentables para sociedades de capital riego, fundadores y participantes en las OPVs. Esto se suma al gran problema de la desigualdad de ingresos: mientras que gran parte de la población mundial lucha para obtener más ingresos, o incluso ya se ha dado por vencida, un número reducido de la población es extremadamente rica. Las empresas tecnológicas no son las causantes de este problema, pero tampoco lo están solucionando, y la creciente desigualdad salarial es uno de los mayores contribuyentes a la polarización política.

Entonces, ¿cómo solucionamos este problema? Estas son mis dos propuestas. Primero, tributar en los países o estados donde se generan los ingresos. Necesitamos más recaudación de impuestos donde vive el cliente final y no en zonas escasamente pobladas donde muchas empresas tecnológicas trasladan su domicilio fiscal. Facebook, quizá conociendo las tendencias de la opinión pública, ha anunciado recientemente sus planes de empezar a tributar en cada país en función de la facturación local. Segundo, insistir a las empresas tecnológicas que dependen de infraestructuras públicas que contribuyan al mantenimiento de la sociedad, más allá del mero hecho de pagar impuestos. Las sociedades civiles que funcionan bien crean los beneficios escalables de sus modelos de negocios.

Una forma práctica de llevar a cabo la segunda propuesta sería celebrar una subasta anual de acceso a internet de banda ancha. Algunos de los ingresos se destinarían al mantenimiento de la red, pero el resto se destinaría a otras infraestructuras de las que también dependen estas empresas: las carreteras, sistemas jurídicos para resolver las diferencias existentes y las regulaciones para proteger a los consumidores. A diferencia de las subastas de radiofrecuencias, estas garantizarían un mercado más competitivo para la funcionalidad de búsqueda, los mercados y las plataformas de publicación.

Al final, es fundamental para la estabilidad continua de nuestras sociedades que las empresas disruptivas no solo ofrezcan buenas ideas que hagan que las economías sean más eficientes, sino que también contribuyan a la infraestructura social de la que dependen sus modelos de negocios.

Karl Happe es Director de inversiones (CIO) de estrategias relacionadas con seguros de Allianz GI

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_