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El Foco
Tribuna
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El nuevo retiro asiático de Donald Trump

EEUU pone su foco comercial en Oriente y relega a Europa por primera vez desde la II Guerra Mundial

El presidente de EE UU y la primera dama, Donald y Melania Trump con el presidente chino Xi Jingping, en Pekín (China).
El presidente de EE UU y la primera dama, Donald y Melania Trump con el presidente chino Xi Jingping, en Pekín (China).Reuters
CINCO DÍAS

La gira asiática que el presidente Trump finalizó hace un par de semanas nos ha dejado interesantes revelaciones respecto de su política comercial. Después de un agitado primer año de mandato y de muchas declaraciones públicas con escaso contenido práctico, los detalles de su agenda exterior comienzan a conocerse.

La nueva administración americana plantea una estrategia de retraimiento comercial, con atención inicialmente limitada a Asia. La firma de acuerdos bilaterales, y un creciente escepticismo sobre lo multilateral, marcarán el rumbo durante los próximos años. Europa queda relegada a un segundo lugar. La incertidumbre se dispara ante el mayor cambio en el mecanismo de inserción internacional de Estados Unidos desde la segunda guerra mundial.

En lo referente al enfoque asiático, el presidente Trump comparte el mismo objetivo que su predecesor: aislar a China. Las diferencias de estrategia son notables, sin embargo. Mientras que el presidente Obama impulsó un acuerdo comercial multilateral sin incluir a China en su firma, el Trans Pacific Partnership, la nueva administración apuesta por una política con dos frentes claramente diferenciados.

Por un lado, para ganar presencia en la región, plantea la firma de acuerdos bilaterales en los que imponer su posición de negociación y evitar que los intereses domésticos americanos queden diluidos entre los de otros países. Por otro, Estados Unidos quiere evitar, o al menos retrasar, el reconocimiento de China como una “economía de mercado” por parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC). La obtención de dicho estatus reduciría el arancel medio de Estados Unidos sobre China del 162% al 33%, según las estimaciones disponibles.

El impacto de esta estrategia en Europa ya se está haciendo notar. En primer lugar, el acuerdo de libre comercio con Estados Unidos (TTIP) ha quedado aparcado de manera indefinida. En segundo lugar, en un contexto de deslegitimación de la OMC, es esperable una creciente tensión en cuanto a la resolución de disputas comerciales.

La reunión de Buenos Aires del próximo mes de diciembre será clave para saber hasta dónde está dispuesta la nueva administración a llevar su desencuentro con la OMC. Finalmente, Europa y China van a encontrarse en un delicado equilibrio entre la necesaria colaboración comercial y la competencia por ocupar el papel de Estados Unidos como impulsores de la integración internacional tradicional.

Este incompleto puzle geopolítico arroja importantes incertidumbres. La primera de ellas es quién va a desempeñar el papel de mediador comercial en caso de que no se acepte a la OMC como un interlocutor válido. Sin un mecanismo de resolución de conflictos claro, predecible y fiable, los flujos de exportaciones e importaciones se verían severamente castigados. La segunda, es si la nueva administración conseguirá que su política de acuerdos bilaterales funcione. Desde el comienzo de la legislatura, tres países se han mostrado más claramente abiertos a ellos: Reino Unido, Japón y Vietnam. A la hora de la verdad se han producido pocos avances. ¿Quién va a firmar un acuerdo bilateral a sabiendas de que está en una posición de negociación más débil y teniendo alternativas multilaterales, más amplias, estables y beneficiosas, encima de la mesa? ¿Tiene el presidente Trump el capital político necesario para que su giro sea creíble para el exterior y atractivo para sus potenciales votantes?

El tercer interrogante nace del timing escogido por la administración americana. El Regional Comprehensive Economic Partnership (el acuerdo impulsado por China para sustituir al TPP, tras la salida de Estados Unidos) está casi listo. México ya negocia con Europa un tratado de libre comercio, por si Trump decide abandonar o recortar el NAFTA. Canadá trabaja con la Alianza Pacífica. El Mercosur se acerca a Europa. La integración no se detiene en el resto del mundo. Estados Unidos se mueve a contracorriente.

El apoyo electoral a la Administración Trump, así como sus prioridades y avances en política doméstica (reforma fiscal, Obamacare…), marcarán la intensidad del cambio de rumbo comercial. La humanidad ya ha asistido a rebrotes proteccionistas en el pasado con catastróficos resultados. La integración internacional ha contribuido de manera decisiva a que 1.500 millones de personas hayan abandonado la pobreza en los últimos treinta años. Si Estados Unidos opta por una estrategia de retraimiento internacional, Europa tiene el deber de liderar y mantener el espíritu de apertura recogido en los acuerdos de Bretton Woods. Se trata de una oportunidad excelente para no caer en la irrelevancia global.

Gonzalo Gómez Bengoechea es profesor de Economía en Comillas ICADE 

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