¿Cómo acabar con los incendios forestales? Los montes rentables no arden
Una iniciativa encaminada al aprovechamiento económico de los bosques es la biomasa, quizá la renovable más denostada
Cada año en España se registran una media de 15.000 fuegos forestales entre incendios y conatos, muchos de ellos concentrados en dos épocas: la salida del invierno y el verano. Es en ambos momentos cuando la opinión pública conoce los numerosos incendios que se desatan en un punto u otro de la geografía española, como el reciente de Doñana, e incluso fuera de nuestras fronteras, como el ocurrido en junio de este año en Portugal y que desgraciadamente se cobró la vida de más de 60 personas.
Ante estos hechos, cabe preguntarse si es posible hacer algo más, bien para reducir el número de siniestros o bien para mitigar sus efectos. No se trata de una tarea fácil cuando en el 95% de los incendios está detrás el factor humano, pero la ingeniería puede desempeñar un papel importante para centrar el foco del problema y encontrar posibles soluciones.
El quid de la cuestión es lograr la máxima de que “monte rentable no arde”, es decir, una superficie de monte que genera una aportación a la sociedad, que provee de alguna manera riqueza a la población circundante, es muy poco probable que arda. Esto se debe a que se cuida más, se invierte en conservación y cuidado, se disfruta, etc., haciendo que la gente lo sienta como suyo, sobre todo la población más cercana. Por el contrario, lo que más arde es el monte abandonado y desordenado.
Podemos pedir responsabilidades a las Administraciones públicas en lo concerniente al cuidado y limpieza de las superficies forestales, pero la realidad es tozuda y el dinero público no es infinito. Si cuesta pagar las pensiones o la sanidad, ¿habrá más dinero en la lucha contra incendios?
No queda otra que explorar nuevas vías de financiación, implicando a la iniciativa privada y al pago por consumo de servicios ambientales del monte, aplicando el céntimo forestal, que gravaría el combustible y el consumo de agua que proporcionarían fondos adicionales, como ya ha aprobado el Congreso de los Diputados. Pero también podemos trabajar en busca de un mejor aprovechamiento de los montes, consiguiendo así la implicación de las personas. Y de nuevo, insisto, monte que importa no se quema.
Una iniciativa encaminada a ese aprovechamiento es la biomasa, quizás la energía renovable más denostada, a pesar de sus ventajas, como sus 8.000 horas de funcionamiento al año (por las 2.500 horas de la eólica) y su no dependencia del sol y del viento. Eso sin contar el impacto social laboral, ya que con la biomasa se generan 11 empleos directos y 9 inducidos por cada megavatio instalado.
Aquí la aportación de la ingeniería es triple. Por un lado, la concepción y el desarrollo de la apuesta de la biomasa para no solo reducir las emisiones contaminantes, sino reducir los incendios y conatos. El segundo punto es diseñar el aprovechamiento de ese material orgánico para convertirlo en energía y por último, el diseño de la planta de biomasa, la infraestructura como tal.
Este tipo de iniciativas ponen el foco en las personas, y en España es precisamente en lo que menos se ha incidido tradicionalmente: en el factor humano. No es simplemente una labor de concienciación social, sino que hay que gestionar el riesgo humano, responsable del 95% de los fuegos y que es la clave para prevenir los incendios. Y para reducirlo, qué mejor que ofrecerle un incentivo e involucrarle.
Todo ello complementaría una labor que las ingenierías ya hacen habitualmente, como el desarrollo de los planes de defensa contra incendios forestales o los modelos de prevención de riesgos en zonas urbanas cercanas o levantadas en las propias zonas forestales (interfaz urbano forestal). Sin olvidar la recuperación de áreas devastadas y toda la labor de restauración ambiental necesaria.
La ingeniería es conocimiento aplicado y útil, es pensar en soluciones para resolver problemas. Tengamos presente que además de mejorar las comunicaciones en un territorio o desarrollar la alta velocidad, también sirve para prevenir y luchar contra los incendios forestales, y decir bien alto que el problema no es el incendio en sí, que lo es, sino su motivación. Y no, no son las altas temperaturas, son personas; y también se puede ayudar a desterrar falsos mitos que desvían la atención del verdadero foco del problema. Los árboles no arden solos.
Carlos del Álamo Jiménez es vicepresidente de Typsa.