La libertad del solista frente al autor.
Mario Draghi esta semana en una reunión de académicos con Nobel que se celebra anualmente en Lindau (Alemania).
Cadenzas del concierto para violin Op 61 de Beethoven
Primer movimiento (minuto 00:22 al 04:04) y tercero (minuto 04:54 al 05:44)
Basadas en la que escribió Beethoven en la adaptacion para piano de la obra.
Patricia Kopatchinskaya (violin)
Philippe Herreweghe (director)
hr-Sinfonieorchester (Frankfurt Radio Symphony Orchestra)
Alte Oper Frankfurt, October 31, 2014
El lenguaje esencial para la cultura ya que describe y crea la realidad que interpretamos como tal. Ello puede ser o no la REALIDAD que aspiramos todos a conocer. Pero esto último es un trabajo inútil ya que siempre será difícil, por no decir imposible, alcanzar la REALIDAD.
Ello no quiere decir que no debamos intentarlo. Creo incluso que es una obligación, pero debemos saber que siempre vamos a perder esta batalla. Si lo intentamos, nos quedará el consuelo de haber podido tocar algo, aunque sea con la punta de los dedos, la REALIDAD
El primer problema con el que nos encontramos es que el lenguaje, como los sentidos, es imperfecto. No pueden abarcar toda la REALIDAD y debemos conformarnos con la simple realidad que de ellas se traduce.
Pero las palabras tienen un poder inmenso no solo porque afectan directamente al tipo de experiencia que crean, sino también por el hecho de que ellas acabarán siendo nuestra realidad. Ya hablamos del tema cuando comentamos la obra de teatro “La voz humana” de Cocteau, la ópera del mismo nombre de Poulenc, o la relaboración cinematográfico que Almodovar hizo de ella en la película “Mujeres al borde de un ataque de nervios”.[1]
Las palabra desatan mecanismo incluso fisiológicos que nos pueden producir temor o pánico ante una realidad, por lo que muchas veces intentamos hace con ellas una modulación como por ejemplo decir que algo es «poco probable» para referirnos a que es «imposible», o que algo es «desordenado» cuando en realidad lo que queremos decir que es un «desastre» o que algo va a ser «dificil» en vez de decir que «nos dolerá y puede que no lo podamos soportar».
El segundo problema con que nos encontramos es el hecho de que no existe una única concordancia entre la palabra y una realidad concreta. Solemos utilizar una misma palabra para denominar cosas que, aunque similares o del mismo orden, son distintas.
Por último, el exterior nos impone y a pesar de lo que creemos, no tenemos la total libertad para poner en palabras toda la realidad que estamos viendo.
El concierto
Al hablar de concierto solemos referirnos a la interpretación en un lugar cerrado, o habilitado al efecto, de una o más obras musicales ante un público. Pero también en música el término concierto hace referencia a una “forma musical”. El origen del equívoco viene por la abreviación del término más técnico de «concerto per soli» (concierto para solistas) con el que se denominaba estas composiciones.
Un concierto como forma musical consiste generalmente en una pieza en la que uno o varios instrumentistas, generalmente acompañado de una orquesta, ejecutan una obra de claro carácter virtuoso. Suele estar dividida en tres partes siguiendo el esquema «rápido-lento rápido».
Desde sus inicios en el barroco, en esa época se le denominaba «concerto grosso» esta forma musical ha sufrido una muy fuerte evolución en su carácter, su estructura y su relación con la orquesta. Durante la época barroca, la orquesta no acompaña, se opone o arropa al solista, sino que forma un grupo habitualmente llamado tutti o ripieno que intercambia material musical con un grupo de solistas llamado concertino.
Hubo que esperar a la época de Vivaldi, en el mismo barroco para que el «concerto grosso» se entendiese como un diálogo entre solista y el “tutti” orquestal en lo que se podría denominar un equilibrio medido de fuerzas entre ambos. Este fue el inicio de la forma «concerto per soli» que de alguna manera fue adoptado por todos los compositores hasta el día de hoy. Pero aquí no acabaron los enfrentamientos ya que acabada la competencia entre solista y la orquesta se incentivó la de instrumentista y compositor.
Una cosa debe quedar clara. La finalidad última del concierto como forma musical es el lucimiento del solista ante su público y eso lo dejaron muy claro los instrumentistas ante los compositores. Fruto de ellos es que de alguna manera pervive lo que se llaman «cadenzas» en los conciertos.
Una «cadenza» (término italiano que significa cadencia) en un concierto es un pasaje en forma libre (puede ser improvisado o anotado musicalmente) que es interpretado por el solista a menudo como exhibición virtuosística. Utilizando los temas principales del movimiento que el compositor había escrito, el solista los ornamentaba, modificaba para permitir el lucimiento del solista.
Una cadenza es el momento dentro del concierto en el que la orquesta interrumpe su interpretación, dejando al solista un tiempo libre ser utilizado a su entero placer. Puede ser que para un mismo concierto haya varias cadenzas (una por cada movimiento) pero generalmente solía haber una (en el primero) o dos (para cada uno de los movimientos extremos).
El origen de la cadenza viene de los grandes divos de la ópera barroca y de la forma «aria da capo»[2] con la que se diseñaban muchos de los números musicales de la misma. Esta forma musical, dividida en dos partes, la segunda solía contener una sección final en la cual el solista improvisaba ornamentos a su interés y lucimiento. Este privilegio del solista operístico pronto pasó a los instrumentistas que la adaptaron a la forma musical «concerto per soli» que se desarrollaba también en esos momentos.
Beethoven.
Beethoven es el prototipo genuino del artista tal y como lo entendemos hoy día. Con él empieza la lucha por la dignificación del autor sobre el solista. Uno de los principales campos de batalla de esta cruenta guerra de reconquista del poder sobre la obra musical es la sección cadenza en los conciertos.
Beethoven permitía las cadenzas (de hecho todos los conciertos, incluso los más actuales del siglo XX, de alguna manera las tienen) pero a condición de que las escribía él mismo y no permitía su más mínima alteración. Dejaron de ser improvisadas o escritas por una persona ajena a la obra completa. A partir de esta inicativa de Beethoven, la mayoria de los compositores mantuvieron tambien la sección de cadenza en sus conciertos pero la composición corria a cargo del mismo. Los solistas perdieron el control de la sección.
Incluso en este ánimo de reivindicación del papel del autor sobre el intérprete, Beethoven llegó a componer cadenzas para, por ejemplo, algunos conciertos para piano de Mozart y que son las que habitualmente se interpretan hoy día.
Pero hay una excepción.
El Concierto para violín en re mayor Op. 61 de Ludwig van Beethoven, escrito en 1806, aparte de ser el único concierto del compositor para este instrumento fue un absoluto fracaso en su estreno el 23 de diciembre de 1806 en el Theater an der Wien de Viena.
Fruto de esa desgraciada recepción, la obra fue apenas ejecutada durante las décadas siguientes y Beethoven aprovecho para realizar una adaptación para piano y orquesta, denominada Concierto para piano Op. 61a. La obra volvió a tocarse en 1844, 17 años después de la muerte de Beethoven, en un concierto dirigido por Mendelssohn (experto en rescatar obras injustamente olvidadas[3]) actuando como solista el violinista Joseph Joachim. Desde ese momento no ha dejado de interpretarse y es uno de los pilares del repertorio violinístico actual.
Beethoven escribió el concierto un violinista famoso en su época y amigo personal: Franz Clement. Se cree que Beethoven no acabó a tiempo la obra para que Clement pudiera estudiarla con profundidad de manera que tuvo que leer casi a primera vista una buena parte de su actuación. Como anécdota, que hoy nos puede servir como premionitoria, se suele decir que Clemens, quizás para expresar su disgusto, o para mostrar de lo que habría sido capaz si hubiera tenido tiempo para prepararse, entre el primer y el segundo movimiento, tocó una composición propia. Nacía así la mayor de las cadenzas. La no existencia de cadenza para este concierto. Es la interpretación de algo ajeno, a la obra que lo envuelve, como hizo Clemens para mostrar que no somos tan torpes.
Beethoven, como era habitual en otras obras similares, no escribió (o se perdió) la cadenza para esta obra. Por el contrario, si escribió cadenza cuando realizo la adaptación para piano del concierto para violín. Los violinista actuales pueden tener la libertad para interpretar la cadenza que desee del concierto para violín del hombre que le declaro la guerra a las cadenzas y a la libertad del interprete solista. La que habitualmente se oye es la que compuso el violinista Fritz Kreisler[4] y es una composición muy reciente y, por lo tanto, muy alejada de la época de Beethoven. El violinista, pianista y compositor judio kreisler (vienés de nacimiento) murio en Nueva York en 1962, a la edad de 87 años.
Cadenza del concierto para violin Op 61 de Beethoven
Primer movimiento (minuto 00:03 al 03:46)
Compuesta por el violinsita Fritz Kreisler
Anne Sophie Mutter (violin)
Zeiji Ozawa (director)
Wiener Philarmonikuer.
Hace unos días Draghi y posiblemente esta noche él mismo y Yellen, estén intentado componer sus cadenzas al margen del compositor de la crisis o los diseñadores del mundo de ayer. ¿Tendrán éxito? ¿El compositor de la crisis ha fracasado? ¿Las elites han fracasado? y ¿Dará libertad para hablar y el lucimiento personal de nuevos agentes? o ¿Todavia tendrán que ceñirse al guion preestablecido? Si es que lo hay. Los solistas de hoy dejaran de ser los protagonistas del futuro.
Cadenza del concierto para violin Op 61 de Beethoven
Primer movimiento (minuto 02:46 al 07:45)
Compuesta por Alfred Gárievich Schnittke
Cadenza del concierto para violin Op 61 de Beethoven
La que puede ser considerada la más cercana cadenza a la de la época de Beethoven.
Intepretada por Miron Polyakin (alumno de Leopold Auer[5])
Cadenza del concierto para violin Op 61 de Beethoven
Wolfgang Scheneiderhan (violin)
Eugen Jochum (director)
Berliner Philarmoniker
El primer intento de realizar una cadenza con material de Beethoven. Como la de Patricia Kopatchinskaya, esta basada en la cadenza escrita por Beethoven para la adapatación para piano del concierto para violin. Difundida y compuesta por el violinista Wolfgang Scheneiderhan en los años 60's del siglo pasado.
NOTAS:
- http://cincodias.elpais.com/cincodias/2015/10/03/el_puente/1443865906_144386.html
- Una vez se finalizaba la primera parte se volvía a empezar –da capo- naciendo así una segunda sección similar a la primera pero algo alterada. Se trataba de no aburrir con una repetición completa de la primera parte.
- La «Pasión según San Mateo» y en general toda la obra de Bach ocupa el lugar que actualmente ocupan gracias a la labor divulgadora de Mendelssohn.
- https://es.wikipedia.org/wiki/Fritz_Kreisler
- https://es.wikipedia.org/wiki/Leopold_Auer