La ciudad como motor de transición energética
Las ciudades de EE UU han dicho un no rotundo a la retirada de Washington del acuerdo de París
Se acaba de celebrar en Miami la Conferencia de alcaldes de Estados Unidos en la que participan representantes de localidades estadounidenses de más de 30.000 habitantes. Con más de 250 ciudades presentes, este reconocido foro sirve para compartir ideas y desarrollar nuevo programas vinculados al desarrollo de las ciudades. La que viene a ser octogésimo quinta Conferencia de Alcaldes acabó en un auténtico órdago de los líderes urbanos contra la Administración Trump. Alcaldes frente a presidente, lo urbano frente a lo rural, multiculturalidad frente a mayoría blanca, globalización frente al voto anti-establishment, la brecha interna que vive EEUU resulta más evidente que nunca.
La conferencia ha manifestado un hondo malestar ante la falta de interés gubernamental por la transición energética. Las urbes dicen un no rotundo a la retirada estadounidense del Acuerdo de París y se autoproclaman en valedoras de las energías renovables, diga lo que diga la Casa Blanca. En el último día de conferencia los ediles se comprometieron, de forma casi unánime, a abastecer sus ciudades de forma exclusiva con energías renovables, principalmente eólica y solar, antes de 2035.
Con ello las ciudades americanas pretenden alcanzar los compromisos adquiridos por EEUU en el Tratado de París más allá de la permanencia o no permanencia del país en el macro acuerdo. Si no en su totalidad, en una buena parte. Su compromiso podría valer para alcanzar las metas estadounidenses para 2025 en cuanto a reducción de emisiones de carbono en un porcentaje estimado de entre un 87% y un 110%. Los alcaldes no exageran, efectivamente tienen mucho que decir en un mundo cada vez más urbanita. La población mundial crece al ritmo en el que crecen sus ciudades, el campo se está retrayendo año a año, con una población cada vez más menguada, envejecida y menos formada. Según los expertos la economía del conocimiento no ha valido para deslocalizar los empleos y los focos productivos, sino más bien para todo lo contrario, para alimentar la concentración en grandes ciudades, que son ahora auténticas líderes de un mundo en plena transformación.
El área energética no es ajena a esta macro-tendencia. Este sector ha estado tradicionalmente ligado a la toma centralizada de decisiones, en materia legislativa, técnica y operativa. El Estado decidía y marcaba directrices en aras de la seguridad energética nacional, por lo que las unidades territoriales más pequeñas, como las ciudades, poco tenían que aportar en este campo. Pero la introducción de nuevo actores está cambiando radicalmente el escenario para promover una mayor descentralización de los centros de toma de decisiones en materia de energía. Actores como la sostenibilidad, la nueva economía colaborativa, el autoconsumo energético o la contaminación como un problema creciente y a gestionar por los entes locales.
La presión social esta obligando a las ciudades a reinventarse a pasos de gigante y muchas de ellas lo están consiguiendo. Las urbes están sacando más partido que nadie de la rápida maduración que las nuevas tecnologías ofrecen en generación y eficiencia energéticas. Su estructura les permite reaccionar a cambios y oportunidades de forma más ágil que la lenta administración estatal. Así que están creando sobre la marcha nuevos modelos de morfología urbana en los que la edificación sostenible e inteligente, los vehículos eléctricos o las energías renovables se convierten en auténticos pilares.
El urbanismo del siglo XX, construido alrededor de una energía abundante y relativamente barata de origen fósil ya no vale. Los modelos urbanos post-petróleo están cada vez menos atentos a los caprichos de la arquitectura y del diseño, y más centrados en la climatología, la sostenibilidad y lo renovable. La energía solar está consolidándose como una de las grandes ganadoras del mapa urbano gracias a su flexibilidad para adaptarse a construcciones existentes y a la excelente relación rendimiento-coste que ofrece. Sus aplicaciones son muy diversas, por lo que la solar está llamada a revolucionar el modo en el que la persona interactúa con su entorno.
Me refiero a los sistemas termosolares en edificios, al mobiliario urbano pensado para aprovechar la luz (marquesinas, semáforos, farolas o parkings solares) y hasta a las carreteras con placas fotovoltaicas, como la recientemente inaugurada en Normandía.
La energía geotérmica, aunque menos desarrollada, también tiene mucho que aportar en este contexto. La llamada District Heating&Cooling por geotermia (redes urbanas de calor y frío) ofrece prestaciones difíciles de igualar en cuanto a estabilidad, sostenibilidad y coste.
Nervis Villalobos es Director Técnico y de Operaciones en Enersia Technology & Innovation