Vuelve el apetito por las grandes cotizadas
Los temores iniciales se han diluido desde que las propuestas de Donald Trump han empezado a sonarles bien a los inversores
A juzgar por el comportamiento de los mercados en los primeros meses del año, las suspicacias y miedos que podían existir por la inestabilidad política en el mundo y la irrupción de los nacionalismos y el proteccionismo comercial se han diluido, se han relativizado, cuando no evaporado por completo como por arte de magia. Los índices de la Bolsa norteamericana están en máximos, como lo están también en la alemana o la británica, y el resto de mercados locales europeos, como el español, el francés o italiano, acumulan alzas que rondan el 10% tras un año completo, el de 2016, en el que habían estado en alerta a la espera de la evolución de los acontecimientos. El motor principal de las súbitas revalorizaciones de las empresas en las primeras semanas de este ejercicio ha sido la confirmación de los programas expansivos, tanto en inversión como en materia regulatoria y fiscal, de la nueva Administración estadounidense, así como las señales de fortaleza de la economía global.
Los temores iniciales se han diluido desde que las propuestas de Donald Trump han empezado a sonarle bien a los inversores, y tras observar que la reacción mundial a sus iniciativas proteccionistas era de explícita contestación y neutralización. Las subidas de tipos de interés reactivadas en EE UU escalonadamente durante este año, junto con el inicio del desmontaje lento de la expansión cuantitativa en Europa anunciado por Draghi ya en marzo, han confirmado tanto que la situación de la actividad es más fuerte de lo estimado como que los bancos comenzarán a recomponer sus márgenes en las cuentas de resultados de los próximos trimestres con la subida de los tipos nominales de interés. La conclusión de ambas iniciativas es que los beneficios de las compañías responderán, sin que el encarecimiento del endeudamiento empiece a ser un problema para lograr números negros crecientes. Por ello la entrada de dinero fresco en la renta variable, una buena parte procedente de las inmensas bolsas de liquidez acumuladas y otras de la retirada de las posiciones de los bonos soberanos cuyo recorrido de rentabilidad podría haberse agotado ya, se ha concentrado en las grandes compañías, especialmente en España, que eran las que también habían mantenido a los índices bursátiles en cuarentena, sobre todo mientras el riesgo del populismo en Europa no se terminaba a despejar.
Las carteras seleccionadas por los gestores de renta variable consideran ahora más despejado el horizonte y han vuelto sus apuestas por las grandes compañías que estaban cotizando con grandes descuentos y que han hecho ejercicios de dieta con su apalancamiento muy importantes en los años de la crisis. Es llamativo que en España vuelvan a ser Telefónica, Santander, Inditex, Enagás, CaixaBank o Ferrovial las empresas más presentes en las selecciones de los gestores, mientras que en Europa lo hacen valores bancarios e industriales de gran capitalización. En el caso de España también aparecen valores más pequeños, pero siempre ligados a actividades industriales o inmobiliarias, así como las dedicadas a materias primas o bienes intermedios.
Las grandes compañías guardan también en su recámara la opción de un generoso dividendo, que siempre es la mejor garantía de retorno en el caso de que la revalorización de los títulos no se produzca o se retrase. Las energéticas, concesionarias, telecos y banca siguen acaparando los primeros puestos de los rankings de pagos a los socios minoritarios, y tienen una capacidad de generación de caja de la que carecen las empresas de menor tamaño o las apuestas de crecimiento.
Una vez más ganan enteros en las preferencias de los analistas las compañías diversificadas geográficamente, y con mayor inclinación hacia aquellas alojadas en mercados maduros en los que los niveles de renta de los consumidores son elevados y la seguridad jurídica está consolidada, y menos a las que se abren camino en los mercados emergentes. Las que están presentes en EE UU disponen, además, del plus que puede conllevar el hecho de que el nuevo inquilino de la Casa Blanca ponga en marcha un plan de inversión pública de vastas dimensiones. Pero también recuperan crédito las que tienen parte de sus negocios en zonas económicas como Latinoamérica, especialmente en Brasil.