Merkel impulsa una Europa a la carta y al margen de Bruselas
Berlín desea una Europa en grupos concéntricos sin control de las instituciones comunitarias La propuesta inquieta en Bruselas y asusta a los países potencialmente excluidos
La canciller alemana, Angela Merkel, ha vuelto a salirse con la suya. Su idea de responder al brexit con una Europa de círculos concéntricos se ha abierto paso en las algunas capitales europeas y el lunes se visualizó nada menos que en Versalles con una cumbre restringida de Francia, Alemania, Italia y España, las cuatro mayores economías de la Unión Europea.
Los primeros análisis identificaron la iniciativa alemana con la Europa a dos velocidades o de cooperaciones reforzadas, un modelo tan antiguo como infrautilizado para que un cierto grupo de países avance en la integración sin esperar al resto.
Pero las intenciones de Merkel, apoyadas ahora por algunos de sus principales colegas europeos, apuntan mucho más lejos y aspiran a desarrollars estructuras en paralelo a las comunitarias para librarse del control y de las ataduras que imponen la Comisión Europea o el Tribunal de Justicia europeo.
Berlín esquiva, de paso, el escrutinio del Parlamento Europeo, a menudo imprevisible, y las reglas de voto en el Consejo Europeo, donde Alemania, a pesar de contar con el mayor número de votos, no siempre puede imponer su voluntad.
La nueva Europa funcionaría como una suerte de exoesqueleto que permitiría avanzar a un grupo de voluntarios, aunque con toda probabilidad al compás marcado desde Berlín.
La propuesta ha logrado el apoyo reticente de países como Francia y España, que de momento se reservan la última palabra.
París porque el actual presidente, François Hollande, tiene las horas políticas contadas y dentro de dos meses dejará el Eliseo. Y el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, porque no parece dispuesto a aceptar estructuras que no estén abiertas a todos los socios europeos y que fijen desde el principio criterios claros y objetivos para participar en las diferentes políticas.
Aún así, el plan alemán sigue adelante y genera gran inquietud entre los socios europeos que temen verse excluidos de esa Europa paralela, así como en el Parlamento y en la Comisión, instituciones generalmente ninguneadas por el gobierno de Merkel.
Cunde el pánico a que el 60 aniversario de la UE, que se celebra el 25 de marzo en Roma, sea el pistoletazo para una Europa más fragmentada, al margen de Bruselas y sin instituciones comunes y neutrales.
“Si en Roma nace algo nuevo debería llevar el nombre de unidad y no el de varias velocidades”, señalaban ayer fuentes del Consejo Europeo, presidido por el polaco Donald Tusk. Polonia es uno de los socios que podría verse relegado tras haberse resistido a las cuotas de refugiados impulsadas por Berlín.
En la misma retaguardia pueden quedarse países como Hungría, República checa y Eslovaquia, socios todos ellos que ingresaron en el club gracias a Berlín pero que ahora se han distanciado del gobierno alemán.
El primer enfrentamiento entre ambos bandos se producirá en la cumbre europea de este jueves y viernes. Y Bruselas maniobra para evitar el choque no salga a la luz y estalle precisamente el 25 de marzo, aniversario del Tratado de Roma y última cita de los socios europeos antes de que Londres active el brexit.
El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, dentro del llamado Libro blanco sobre el futuro de Europa, ya ha ofrecido una vía alternativa menos drástica que la de Berlín y en línea con la tradición comunitaria de cooperaciones reforzadas abiertas a todos.
Esa posibilidad permite que un grupo de al menos 9 países alcance acuerdos legislativos al margen del resto, pero siempre con permiso e iniciativa de la Comisión y cuando las fórmulas de negociación entre todos los socios se han agotado. Se trata de una opción muy enrevesada, que apenas se ha utilizado y que, en ciertos casos, no ha llevado a ningún sitio, como con la propuesta para crear un Impuesto a las transacciones financieras.
Pero fuentes alemanas ciegan rápidamente la vía de Juncker. Y recuerdan que su Libro Blanco sólo representa a la Comisión y que en ningún caso marcará el rumbo de la futura Unión, al menos si Merkel renueva su mandato en las elecciones de septiembre.
Merkel prefiere profundizar por la vía de acuerdos puntuales entre los Estados miembros, al margen de la estructura comunitaria tradicional.
Esa es la vía impulsada por Berlín durante toda la crisis de la zona euro, un período en el que se ha orillado a la Comisión Europea para favorecer organismos alternativos como el fondo de rescate de la zona euro (MEDE o Mecanismo europeo de estabilidad) o el fondo de resolución bancaria (Mecanismo ünico de resolución).
“El gobierno alemán prepara ya el siguiente golpe”, señala el eurodiputado alemán de Los Verdes, Sven Giegold. “Crear un Fondo Monetario Europeo”, añade Giegold, “bajo el control de los Estados miembros y privando de su papel a la Comisión y al Parlamento europeo”.
El Fondo partiría del actual MEDE. Y Berlín no oculta su deseo de transferir a ese organismo la vigilancia de los presupuestos nacionales, competencia ejercida ahora por la Comisión en el marco del Pacto de Estabilidad.
El empuje de Merkel en esa dirección parece irresisitible, pero la canciller afronta todavía tiene grandes dificultades para triunfar del todo.
En septiembre, por lo pronto, deberá enfrentarse en las elecciones generales al socialista y expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, que difícilmente aceptará la Europa en paralelo que preconiza Merkel.
En segundo lugar, a pesar de las proclamas de Versalles, los cuatro países representados no han encontrado en los últimos años ningún área de consenso importante en la que colaborar. Discrepan en política económica, financiera, de migración, de asilo. Si estuvieran tan de acuerdo como aparentaron el lunes nadie podría impedir avanzar a cuatro socios que representan el 55% del PIB de la UE y el 75% del de la zona euro.
El área de Defensa es el único que han logrado identificar hasta ahora para estrenar la nueva Europa. Un capítulo en el que Berlín no lleva la voz cantante y que compite más con la OTAN que con la UE.