¿Tiene problemas con su jefe? Consejos para enderezar la relación
Los equipos no funcionan si no se intercambian ideas y opiniones
Las relaciones que mantiene un empleado con sus jefes son fundamentales para su rendimiento. Si son fluidas, dará el máximo por la compañía; si se estancan, se puede desmotivar o incluso irse de la organización. “Los estudios que exploran la tasa de abandono de las empresas suelen darle un peso de en torno al 60% a algo relacionado con el superior”, indica Francisco Loscos, profesor del Departamento de Dirección de Personas y Organización de Esade.
¿Qué actitud debe adoptar el subordinado para que eso no ocurra? ¿Le conviene expresar su opinión aunque vea que puede dar lugar a un conflicto? ¿O es mejor darle la razón al jefe aunque no se esté de acuerdo en planteamientos o estrategias para evitar situaciones incómodas? La respuesta es compleja. “Hay que intentar influir en las decisiones que creemos relevantes, pero eso no quiere decir que debamos tratar de cambiar la opinión de los demás”, apunta Loscos.
Si prevé una conversación complicada, es mejor llevarla bien preparada
“Una de las asignaturas más importantes y difíciles de un empleado es educar a su jefe”, reflexiona Sandalio Gómez, profesor emérito de dirección de personas del IESE. “Hay que acostumbrarle a escuchar opiniones razonadas. Y lo más aconsejable es estar dispuesto a que esa idea se la apropie el jefe”, subraya.
El problema es que eso, en ocasiones, no resulta sencillo. Los cursos que dan las escuelas de negocios trabajan mucho el concepto de impacto e influencia, pero siempre desde el punto de vista del líder. “Hay un vacío sobre cómo se pueden implementar esas relaciones de abajo arriba”, reconoce Loscos. En su opinión, hay dos factores que pueden determinar la calidad de los vínculos que se establezcan entre jefe y subordinado. En primer lugar, hay que ser consciente de que los códigos de comunicación están cambiando. “La conducta, la situación o el canal en el que se establezca la comunicación influyen”, indica Loscos. No es lo mismo hablar tomando un café que en una reunión con más compañeros o por email.
Cinco consejos para navegar en aguas turbulentas
En su superventas Managing your Manager: How to Get Ahead with Any Type of Boss (McGraw-Hill, 2015), el coach Gonzague Dufour ofrece cinco consejos para que la relación entre jefe y subordinado funcione:
1. Limitar el dolor y fijar un objetivo. Conviene establecer una fecha en la que, si la cosa no ha funcionado, se abandonará la compañía.
2. Evitar las sorpresas. Los líderes autoritarios “detestan ser ignorados”. Conviene mantenerlos informados “hasta de lo más insignificante”.
3. Ser el mensajero del equipo. Merece la pena erigirse en portavoz del resto de compañeros y trasladarle al jefe los problemas de los demás. Cuestión de tamaño.
4. No diga sí a todo. Decirle al jefe lo que quiere oír es un error. Es bueno llevarle la contraria, pero de forma racional.
5. Hacer las tareas que al jefe no le gustan. Si el líder no tiene habilidades sociales, ocuparse de ello puede ser una oportunidad de crecimiento.
El otro elemento tiene que ver con el tipo de liderazgo del responsable. Si está abierto a la comunicación y pone facilidades para que ello suceda, será difícil que surjan problemas. “Ahora se habla mucho de liderazgo emocional, y creo que es clave: hay que saber conectar con las personas, y para eso hay que entenderlas”, agrega Loscos.
“Un líder que no sea capaz de escuchar es mal jefe”, coincide Gómez. “El auténtico líder es el que saca lo mejor de su equipo, y para eso debe crear el clima adecuado para que la gente se exprese sin problemas”, zanja. El componente generacional, añade, puede ser fuente de conflicto si no se sabe llevar. “Un jefe joven no debe tratar de demostrar que es mejor que el resto, de la misma manera que un subordinado con experiencia no debe tratar a ese superior como si no tuviera ni idea”, abunda Gómez.
- Ayuda profesional
Construir dinámicas de trabajo comunicativas y fluidas puede ser complicado. La consultora de recursos humanos Psicosoft se dedica, entre otras cosas, a organizar cursos de conversaciones difíciles. “Nuestro objetivo es evitar que se den comportamientos que no conducen a nada”, explica Manuel Yáñez, socio director de la firma.
Hay tres tipos de conductas tóxicas: señalar el error, buscar culpables y prejuzgar intenciones. “Si en una conversación con el jefe detecta alguno de estos comportamientos, conviene pasar a otro marco mental”, incide Yáñez. Lo primero es identificar si se es consciente de los enfrentamientos que hay y si se entienden las razones de la otra parte. Eso lo practican en los cursos en trabajos por parejas en los que, ante una situación que haya sucedido en la oficina, cada uno debe explicar lo que ha hecho y dicho y lo que realmente pensaba.
Otro consejo de Yáñez es que, si se prevé una conversación compleja con el jefe, conviene llevarla preparada. “Es muy difícil pensar con serenidad en una situación tensa”, asegura.