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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La política monetaria marca las carteras

La apuesta de los bancos centrales por las medidas de estímulo ha dibujado escenarios en los mercados impensables hace solo unos años

Reuters

Los inversores afrontan un mes de septiembre con la mirada puesta en una apretada concentración de reuniones por parte de los principales bancos centrales del mundo. El activo papel que han ejercido las autoridades monetarias de las grandes economías en los últimos años para paliar los efectos dejados por la crisis económica han convertido estas citas en un foco de atención clave a la hora de diseñar carteras de valores y estrategias de inversión. El Banco Central Europeo, que se reúne el día 8, y la Reserva Federal de EE UU, que lo hará el 20 y 21, constituyen los dos platos fuertes de la agenda de septiembre, a los que hay que sumar también las reuniones del Banco de Inglaterra y del Banco de Japón.

En el caso del organismo que dirige Mario Draghi, las previsiones apuntan a una modificación del programa de compra masiva de deuda que el BCE puso en marcha en marzo del año pasado y que ha hecho aumentar su balance hasta los 3,3 billones de euros. Dada la debilidad de la economía europea, los analistas apuestan por un aumento de ese programa de estímulos, que podría prologarse más allá de su fecha prevista de cierre –marzo de 2017– y mantenerse quizá hasta finales de ese año. Las apuestas incluyen la opción de que Draghi decida comenzar a adquirir renta variable, tal y como ha hecho el Banco de Japón, lo que puede traer consigo el riesgo de creación de una burbuja en ese mercado. Pese a que es evidente que una política monetaria intervencionista trae consigo distorsiones y disfunciones en el mercado, el estancamiento económico europeo y las reticencias de muchos Gobiernos a realizar reformas estructurales hacen casi obligado el mantenimiento de las muletas monetarias del BCE. En el extremo opuesto, la Fed baraja la posibilidad de aprobar su segunda subida del precio del dinero –la primera fue el pasado diciembre–, pero afronta también el reto de elegir el momento oportuno en un entorno en el que las turbulencias geopolíticas atenazan a todas las economías.

Más allá de la agenda de medidas concreta que salga de esta cascada de citas, la apuesta de los bancos centrales por medidas de estímulo –como los programas de compra de deuda o los recortes de tipos de interés– ha abierto escenarios impensables hace apenas unos años. Es el caso de la renta fija, que ha pasado de ser una opción segura para inversores cautelosos a presentar ya rasgos propios de una burbuja. Más de ocho billones de bonos soberanos cotizan ya con rendimiento negativo, adquiridos por ahorradores que están dispuestos a pagar por la seguridad de cobro que ofrecen títulos como la deuda alemana. Pese a ello, se pueden encontrar todavía recorridos al alza en renta fija, como la deuda española. También la deuda de EE UU y los bonos privados comienzan a ganar terreno como alternativas para el inversor que sigue buscando rentabilidad en este mercado.

Pese a la volatilidad que han proyectado sobre los parqués factores como los riesgos geopolíticos, la evolución del precio del petróleo o la escasa entidad que presenta el ritmo de crecimiento económico global, la Bolsa sigue ofreciendo oportunidades atractivas para el inversor. En el caso del Ibex, entre las recomendaciones de los analistas para este otoño figuran valores defensivos como Cellnex, nuevas incorporaciones como Meliá o compañías con solidez en los resultados como Inditex, entre otras opciones. El manual de instrucciones para el ahorrador pasa, en cualquier caso, por definir una estrategia que tenga en cuenta no solo las deficiencias y debilidades de unas economías que no han dejado atrás las cicatrices de la crisis o los efectos de las políticas de estímulos de los bancos centrales, sino también frentes de inestabilidad a medio y largo plazo, como el proceso de transformación que vive la economía china o las consecuencias de un brexit que todavía no es fácil calibrar. En un escenario como este, el papel de los Gobiernos debe incluir una agenda de reformas económicas que flexibilicen la actividad y faciliten el crecimiento. Lamentablemente, en el caso de España, esa agenda deberá esperar bien unas terceras elecciones, posibilidad muy inquietante, bien una dosis suficiente de responsabilidad y voluntad política que permita dotar al país de un Ejecutivo capaz de diseñar una hoja de ruta económica que no puede demorarse más.

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