Baterías cargadas para la revolución
A no ser que se haya olvidado de cargar su smartphone, las baterías son un componente monótono de la vida cotidiana. Sin embargo, a los inversores deberían entusiasmarles. Una silenciosa revolución tecnológica pronto hará que las baterías baratas y potentes sean un fenómeno de masas. La electricidad portátil y almacenable a gran escala puede alterar los antiguos modelos de negocio en muchos sectores. Es algo bueno para los proveedores de energía verde y para aquellos a los que les gusta el aire limpio, pero no tanto para las compañías anticuadas, y, posiblemente, para los propios fabricantes de baterías.
La rápida innovación y caída de los precios ya han provocado un aumento de la demanda. En Alemania, pionera de la energía renovable en el mundo, los precios de los sistemas de almacenamiento de electricidad de uso doméstico cayeron un 25% el año pasado, lo que ha hecho que se duplique la demanda de la tecnología, según la Asociación Alemana de Energía Solar. En Estados Unidos, el mercado de almacenamiento de energía creció más de un 240% en 2015, según muestran los datos de la consultora GTM Research. También espera que el mercado se expanda de media un 45% al año hasta 2021.
Los analistas de Berenberg esperan que los precios de las baterías caigan en alrededor de un 40% para entonces, y no son la única tecnología de almacenamiento prometedora. Los pesos pesados del sector del petróleo y el gas están empezando a tomar nota. El mes pasado, Total anunció que desembolsará 950 millones de euros por el fabricante de baterías Saft, pagando una prima del 38%.
Los inversores no deberían engañarse por el hecho de que el impacto de la revolución de las baterías aún no es totalmente visible. Berenberg realiza una comparación con tecnologías disruptivas como la fotografía digital y los teléfonos móviles: la adopción inicial fue lenta, pero cuando estas nuevas tecnologías llegaron a un punto de inflexión, reemplazaron rápido a las antiguas. Esto se debe en parte a un bucle de retroalimentación: más investigación y desarrollo y mayores economías de escala en la producción llevan a nuevas caídas de precios, que a su vez impulsan la demanda.
Las formas baratas y eficientes de almacenar la electricidad eliminarán las principales desventajas de las renovables: su disponibilidad intermitente en días nublados o sin viento. En combinación con unas mayores caídas en los precios de los paneles solares y las turbinas eólicas, esto podría acelerar la transición hacia la energía verde.
Sin embargo, las eléctricas tradicionales no estarán tan entusiasmadas. Una vez instalados los sistemas correspondientes, el sol y el viento producen electricidad con unos costes operativos muy bajos, reduciendo los precios al por mayor y desplazando a los productores que tienen que pagar por el combustible. Un ejemplo es la alemana Eon. En junio, el 99,7% de sus accionistas apoyó la escisión de su división de generación de energía empleando combustibles fósiles y centrarse en las energías renovables.
La revolución de las baterías puede también impulsar los vehículos eléctricos. La limitada gama de modelos actual echa para atrás a muchos conductores. Pero la nueva versión del coche eléctrico i3 de BMW ilustra cómo este problema se está desvaneciendo. Una batería más potente puede extender el alcance del vehículo hasta en un 60%, hasta los 300 kilómetros, mientras el precio solo se incrementa en un 3%.
Los analistas de Berenberg argumentan que los vehículos eléctricos se convertirán en una tecnología dominante de cara a los próximos cinco años y que el mercado que se multiplicará por 14 para entonces. Los fabricantes de automóviles que no estén en la vanguardia de la nueva tecnología podrían salir malparados. Peugeot y Fiat Chrysler están particularmente expuestos, según Berenberg.
Una cuestión que queda abierta es si los propios fabricantes de baterías estarán en el lado ganador a largo plazo. Inversores como el consejero delegado de Total, Patrick Pouyanné, deberían mantener en mente el sector de la energía fotovoltaica. La decisión de China de entrar en el mercado –su producción anual de células fotovoltaicas se multiplicó por nueve entre 2008 y 2012– dio lugar a una burbuja solar con una gran sobrecapacidad, un derrumbe de los precios y una serie de insolvencias en todo el sector. Como muchas revoluciones anteriores de la historia, la de las baterías podría acabar por devorar a sus hijos.