¿Es el momento del ‘private equity’?
Mucho se ha hablado tradicionalmente en España del private equity (o capital riesgo), pero más asociado a las operaciones de compraventa de compañías y participaciones que a la clase de activo en sí. Hasta cierto punto es normal, ya que hasta hace unos años, la mayor parte de la inversión institucional en nuestro país estaba destinada fundamentalmente a la renta variable o a la renta fija, y en lo que se refiere a los activos alternativos, al inmobiliario. Pero, ¿qué ha sucedido para que el private equity empiece a ser una opción más dentro de las carteras de los inversores institucionales y entre los clientes de banca privada en España?
El actual contexto de mercado, con unos mercados financieros volátiles, nuevas exigencias regulatorias para entidades financieras y bajas rentabilidades en activos tradicionales, conlleva que los inversores, no solo en España sino también a nivel global, vean el private equity como una oportunidad de inversión cada vez más interesante. Una tipología de inversión que, aunque ilíquida, es mucho más estable ante los vaivenes del mercado, está poco correlacionada con otros activos financieros y ofrece una rentabilidad muy atractiva.
Según un reciente estudio presentado por la consultora estratégica Bain & Company, el capital captado por fondos de private equity a nivel global pasó de los 299.000 millones de dólares en 2010 a 527.000 millones de dólares el pasado año, reflejando el creciente apetito de los inversores por esta clase de activo. Este fuerte incremento –que ha vivido puntos álgidos en 2013 y 2014– contrasta con la evolución de otros activos financieros que, si bien también han experimentado crecimiento, este ha sido mucho menor. En España, según datos de la patronal del sector (Ascri), la captación de fondos se situó el pasado año en 3.087 millones de euros, una cifra inferior a la registrada en el año récord de 2014, pero más de tres veces superior al mínimo de los últimos 10 años, alcanzado en 2009.
"El mercado secundario de capital riesgo, el más desconocido, es el que ha vivido una explosión”
Es importante destacar que el desarrollo que ha experimentado el mercado primario de private equity ha favorecido de manera considerable el desarrollo del mercado secundario. A diferencia del mercado primario, en el que el inversor invierte en fondos que están en proceso de captación, en el secundario, el inversor adquiere participaciones de otro inversor en un fondo ya existente. Al hacer esto, se subroga en su posición, haciéndose cargo de los compromisos de inversión a futuro y beneficiándose igualmente de las distribuciones por venir.
Es de hecho el mercado secundario, el más desconocido para la mayoría, el que ha vivido una eclosión en los últimos años. Una de las principales razones ha sido la venta de muchas carteras de private equity por parte de instituciones financieras, obligadas a vender durante la crisis a raíz de las nuevas exigencias regulatorias para fortalecer sus ratios de capital.
Adicionalmente, el desarrollo del mercado secundario ha permitido que los inversores puedan gestionar su exposición al private equity de una forma más activa. Esto ha supuesto un cambio de perspectiva muy significativo ya que el inversor ya no tiene por qué permanecer en un fondo a término, sino que puede vender su posición en el mercado secundario de forma similar a como lo haría en otras clases de activos. Oportunidad que los inversores tradicionales –y otros nuevos en búsqueda de valor y rentabilidades atractivas– no están dejando escapar. Según datos de un informe de la consultora de negocio SEI, al menos un 58% de los inversores en private equity ya han comprado o vendido participaciones en el mercado secundario a nivel global, una situación impensable hace menos de una década. Como resultado, el volumen de operaciones en el mercado secundario ha pasado de aproximadamente 10.000 millones de dólares en 2009 a unos 40.000 millones de dólares en 2015.
Esta explosión en el número de transacciones en el mercado secundario se ha visto respaldada por una creciente demanda de compradores, secundados por inversores que han visto en este tipo de inversión muchos atractivos. Invertir en el mercado secundario no solo reduce notablemente los horizontes de inversión, sino que además ofrece al inversor una visibilidad de la cartera de empresas que adquiere y de la cual no dispone en el caso de los fondos en el primario. Por último, la inversión en el mercado secundario de private equity ayuda a mitigar, en parte, el problema de iliquidez que se asocia al activo, al tener la oportunidad de recuperar la inversión en un periodo más corto de tiempo, lo cual, por lo general, hace que las TIR que se generen sean más altas que en la inversión en primario, más enfocada en múltiplo sobre el dinero invertido.
Como resultado, la popularidad del activo ha aumentado de manera considerable, haciéndolo una opción de inversión interesante no solo para inversores institucionales, sino también para clientes de banca privada. Esta tendencia, más consolidada a nivel internacional, también la vemos en España. Es por ello que cada vez se da más relevancia al private equity en las carteras de clientes de banca con el fin de obtener diversificación e incrementar la rentabilidad de las carteras.
¿Es por tanto buen momento para invertir en esta clase de activo? En nuestra opinión, sí. Ahora bien, cada inversor tiene unas necesidades distintas y requiere por tanto de soluciones diferentes. Por ello, más allá de si 2016 es el mejor año para hacerlo o si se debe hacer a través del mercado primario o secundario, creemos que el private equity debería formar parte siempre de carteras diversificadas de inversión que tengan como objetivo obtener retornos absolutos y relativos atractivos en el medio y largo plazo.
Ricardo Miró Quesada es director de Inversiones de Arcano Capital.