El reto de sacar a España de su isla energética
Expectación en el sector eléctrico ante el nuevo marco estratégico de energía que debate la UE. La reforma implica cambios regulatorios y medioambientales para cumplir las metas de fuentes limpias del 20% para 2020 y del 27% en 2030.
Expectación en el sector energético. El escenario político nacional ha cambiado tras las elecciones de mayo, pero también el europeo. Las estrategias comunitarias están en revisión y Europa plantea ahora una transición energética ambiciosa ante el agotamiento de los recursos, principalmente. Aunque en el debate también subsisten viejos problemas, que se suman a los nuevos y que apuntan a una revolución.
Alcanzar la unión energética es el gran desafío en un mercado tan diverso, con leyes heterogéneas y enormes intereses. Pero la Comisión Europea, países miembros y grandes empresas del sector coinciden en tres ejes: garantizar el suministro, aumentar la competitividad y combatir el cambio climático bajo unos principios de sostenibilidad, solidaridad, confianza e integración. A partir de ahí, cada socio pone sobre la mesa distintas prioridades.
“Su desarrollo depende de Europa, de las interconexiones eléctricas, de que se integre al mercado físicamente, porque España sigue siendo una isla. Hay una volatilidad en el precio y un encarecimiento de la producción, y no es justo”, opina José Luis San Pedro, presidente de Iberdrola España.
La preocupación sobre el tema congregó a mediados de mes en Madrid a grandes firmas y representantes políticos de Francia, España y Bruselas. Los ejecutivos españoles han abogado por criterios regulatorios coherentes, sobre todo en política fiscal y derechos de CO2; la seguridad de suministro ante la dependencia del crudo (80%); competencia justa para bajar costes; más interconexiones, y apoyo a la inversión para cumplir con las metas verdes del 20% para 2020 y del 27% para 2030.
La seguridad en el suministro y la diversificación de proveedores son claves ante la dependencia del petróleo o el conflicto Ucrania-Rusia
“La UE ha fracasado. No hay un marco político claro”, afirma Antonio Llardén, presidente de Enagás. El embajador francés en España, Jérôme Bonnafont, coincide: “La política energética europea no existe. Es cara, emite CO2 y su visión de seguridad no es óptima”. Y pone el foco en China y EE UU: “Un pacto sin los emisores clave no tiene sentido”, insiste. José María Egea, director de planificación energética de Gas Natural Fenosa, avisa del alza de precios, la presencia del carbón (Alemania fomenta su uso) y la sequía de inversiones.
También se ha reclamado estabilidad política, como la petición reciente del presidente de Endesa, Borja Prado, en su Día del Inversor. Desde 2013, el Ejecutivo de Rajoy ha creado y modificado un centenar de leyes para bajar el déficit tarifario (26.000 millones), con efectos notables sobre las empresas (reestructuraciones) y consumidores, los más perjudicados. Se calcula que la tarifa eléctrica subió el 43% entre 2008 y 2014 hasta disparar el riesgo de pobreza energética al 17% (siete millones), según la Asociación de Ciencias Ambientales.
En cambio, las compañías alertan de un deterioro de los activos por el desuso de las generadoras de ciclo combinado, en un contexto de crisis, baja demanda, exceso de oferta y menores ingresos; un panorama que puede variar, dicen los ejecutivos, una vez afianzada la recuperación y superados los retos.
El presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha abogado así por “un modelo que preserve el delicado equilibrio entre competitividad y sostenibilidad”. Es decir, que la regulación favorezca, a la vez, la reducción de emisiones, la inversión, la tecnología y la innovación.
¿La era del crudo barato?
La industria petrolera ha cambiado en solo seis meses con la drástica caída del 50% del precio. Tanto la Agencia Internacional de la Energía (AIE) como los analistas prevén una transformación mundial, una vez que EE UU se convierta en el principal exportador tras su apuesta por la fractura hidráulica. De hecho, en 2014 desbancó a Arabia Saudí del trono de mayor productor, que pasa al segundo puesto, según la petrolera BP. “Hay crudo para rato y por debajo de los 100 dólares el barril”, augura José Luis López de Silanes, presidente de la firma logística CLH.
La menor demanda, en parte por la desaceleración del PIB chino; la decisión de la OPEP, el club de países exportadores, de mantener su cuota de producción (31 millones de barriles diarios en mayo, según la AIE), y la entrada de tecnologías marcan también una tendencia hacia la eficiencia energética y el auge de competidores. Cepsa centra así su negocio en la exploración, producción y la petroquímica.
Además, la cuestión nuclear genera tensiones entre Francia y España por la negativa gala de permitir la instalación de líneas de distribución en los Pirineos, y que los españoles ven como un intento de proteger a su industria. A esto se suma la problemática de seguridad y el almacenamiento de residuos contaminantes.
Tras la catástrofe de Fukushima en 2011, la producción cayó un 5% en Europa (880.000 gigavatios/hora) y su uso tiende a disminuir. Pero la nuclear tiene aún mucho peso en países como Francia, donde representa el 78% de la generación, aunque la bajará al 50%. Y mientras Alemania apuesta por su reducción, Reino Unido reactiva el sector.
Desequilibrios
Pese a un entorno más favorable para los países importadores como España, la incertidumbre persiste en los productores de crudo, como Venezuela o Rusia, que dependen del recurso para crecer.
Además, suscita dudas en torno a las prioridades medioambientales: se ha emitido más de la mitad del carbono permitido para limitar el calentamiento global a dos grados. Si esta meta de Copenhague 2009 se retrasa aún más, los efectos serán irreversibles, advierten los expertos.
En el ámbito del gas, el conflicto Rusia-Ucrania es otra preocupación. De ahí, el interés por diversificar proveedores y elevar interconexiones. “El gas debe contribuir de manera decisiva en la descarbonización”, defiende José María Egea, de Gas Natural Fenosa.