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Tribuna
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Coraje para arremeter con los débiles

El señor primer ministro socialista de Francia, Manuel Valls, ha concedido unas declaraciones publicadas en el diario El País el miércoles, ambientadoras de la visita que ese mismo día rendía al presidente Mariano Rajoy. En una de sus manifestaciones más contundentes ha aprovechado para referirse a la falta de coraje de los responsables políticos para afrontar reformas como las que su país precisa, aplazadas por los Gobiernos precedentes de la derecha. Estas palabras han suscitado preocupación porque la invocación al coraje suele hacerse por lo general para tomar impulso antes de emprender la desactivación del estado de bienestar.

Sin duda Francia tiene muchas reformas pendientes pero como la trayectoria de nuestro Rajoy acredita se enmascaran como modernizaciones en aras de la competitividad toda clase de medidas que despojan de sus derechos a los trabajadores que tenían el amparo del estado de bienestar. Todo son recortes en la sanidad, la educación pública y las pensiones, mientras nadie repara en los costes de las ayudas a la banca cuyos ejecutivos siguen otorgándose ventajas desmesuradas cualesquiera que hayan sido las quiebras y disparates en que hayan incurrido. A estos abusadores nadie les ha puesto coto. Frente a ellos nadie ha querido mostrar valentía alguna.

Ahí esta la reforma laboral que iba a reducir el paro y lo ha multiplicado al incrementar las facilidades para el despido de las que se han servido las empresas para reducir sus nóminas. Al mismo tiempo que ha potenciado las modalidades de contratación precarias, la eliminación de la negociación colectiva y el reemplazo de los empleos de calidad por los infrasalarios.

De modo que aquellos mileuristas, que tanta compasión suscitaban, resultarían ahora unos privilegiados. Así ha florecido el trabajo esclavo de los jóvenes, su fuga masiva al extranjero, denominada “movilidad exterior” por la ministra Fátima Báñez quien aducía en el Parlamento aquello de “trabajamos para que quien pueda salir, salga, pero que el talento vuelva cuanto antes”.

Interesante trabajo ese en el que se afana la ministra Báñez, que se había adelantado a encomendar la causa del empleo a la virgen del Rocío de la que se viene declarando devota. Pero la realidad es que ese “quien quiera salir que salga” en absoluto es una opción nueva facilitada por el gobierno del Partido Popular. Siempre ha estado disponible urbi et orbi, salvo en dictaduras como la Cuba de Castro con sus balseros o la Corea ejemplar de Kim Jong-un.

Cuestión distinta es que la fuga masiva de jóvenes haya dejado de ser una decisión libre para convertirse en la respuesta extrema a una necesidad perentoria, como la sentida en los años cincuenta y sesenta por los emigrantes salidos hacia países europeos en aquellos trenes de la vergüenza franquista con la maleta de cartón en busca de la subsistencia elemental.

Los que nos dejaban entonces eran campesinos y obreros sin cualificar aspirantes a convertirse en mano de obra que relevara en los trabajos más duros a los vecinos europeos. Ahora los efectivos que integran las filas del contingente de la denominada “movilidad exterior”, según el eufemismo ministerial, se van con su licenciatura, su máster y su dominio de lenguas porque su horizonte aquí está cerrado. En cuanto a su vuelta, está por ver dado que los talentos suelen anidar allí donde los aprecian.

Sostiene el primer ministro socialista francés Manuel Valls que la izquierda ha de reinventarse para prevalecer. Pero la reinvención habría de hacerse sin incurrir en la traición a la causa de los más desfavorecidos para ponerse al servicio de los más privilegiados a los que se quiere ahorrar el más insignificante disgusto. Como dijo el presidente de Cantabria, Ignacio de Diego, conviene ofrecerles todas las facilidades para que sigan habitando entre nosotros y no se muden en busca de mejores climas. Ahí está el caso Depardieu que ha encontrado la optimización fiscal mediante el recuso de nacionalizarse ruso. Se ve que los ricos son volátiles mientras que los pobres según asegura el Evangelio siempre los tendremos con nosotros. Veremos si lo que no se gasta en salarios acaba siendo gastado en policía y si es posible mantener una sociedad de consumo sin consumidores.

Miguel Angel Aguilar es periodista.

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