La razonable duda sobre el PIB en Europa
En solo una semana, la Bolsa española ha perdido la mitad de las ganancias del primer semestre –ahora apenas supera el 6%–, como consecuencia de lo que parece una reacción contractiva exagerada tras una serie de señales que anticipan una ralentización en el crecimiento europeo, así como por el oleaje inesperado de la crisis del banco portugués Espírito Santo. El zarandeo de las cotizaciones –el Ibex perdió ayer un 2%, un 4% el índice portugués y en torno al 1,5% el alemán y el francés– ha tenido su réplica también en el resto de los activos financieros, sobre todo en la deuda soberana de los países periféricos europeos, en este caso de manera directa, asustados por la posibilidad de que la falta de capital en el banco luso termine por exigir más dinero público y alterar la recomposición de las finanzas públicas de Lisboa.
No se debe descartar del todo la parte de responsabilidad que tiene en el ajuste de precios de las compañías el hecho de que la fuerte subida de los últimos meses ameritaba una corrección sensata para consolidar la tendencia alcista a la que, según todos los expertos, sigue abonado el mercado tanto en España como en el resto de Europa. Además, este es el fenómeno tradicional de los periodos estivales, en los que descienden los volúmenes de contratación.
Unos cuantos índices, precisamente el alemán o el norteamericano, se movían en las últimas semanas en niveles de máximos históricos y el mal de altura es un argumento como otro cualquiera para ajustar las cotizaciones haciendo caja con las plusvalías. Pero el origen real puede encontrarse más en las dudas sobre el crecimiento en Europa y Japón, en el temor a que los resultados empresariales no sean tan buenos como se especulaba, en los aflorados riesgos geopolíticos y en el paralelo temor que llega desde EE UU sobre la posibilidad de que la curva de los tipos comience a repuntar, ya que la economía americana acumula 90 meses de avances y la propia Fed quiere culminar la retirada de los estímulos monetarios este mismo año.
En Europa, con su tradicional asimetría en el crecimiento, se consolida la recuperación en España, sobre la que el propio FMI acaba de duplicar, hasta el 1,2%, la previsión de crecimiento para este año, pero aparecen las dudas sobre Italia, Francia e incluso Alemania, con datos industriales más pobres de lo esperado, y donde la intensificación de las políticas expansivas del BCE son un mero discurso, al menos de momento. Desde luego que el BCE tiene una responsabilidad en evitar la fragmentación financiera en Europa, para que fluya el crédito en todo el continente y todas las economías caminen a la vez; pero no es menos cierto que la mayor parte de las decisiones para armonizar, y al alza, el crecimiento están en manos de los Gobiernos, con reformas liberalizadoras que estiren el crecimiento potencial y la generación de empleo.