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La recopilación de los indicadores de confianza, actividad y crédito corrobora la mejora

La recuperación económica echa raíz

Pierde fuelle el sector exterior y ganan enteros consumo e inversión El buen comportamiento del turismo nacional es síntoma de mayor confianza

Operarios en la cadena de montaje de la planta de PSA de Vigo
Operarios en la cadena de montaje de la planta de PSA de Vigoefe

¿En qué momento de la recuperación se encuentra España? Si hubiera que definirla otorgándole una puntuación en una escala del 1 al 10, es muy probable que no pasara del 3, aunque llegaría a él tras varios suspensos sonados. Llevado al símil educativo, ahora que se avecinan los exámenes finales, España sería ese alumno que empieza a ver a su alcance el aprobado, pero debe esforzarse más para conseguirlo: aún necesita mejorar.

Pues con la economía española pasa un poco lo mismo, según coinciden todos los análisis. Ya nadie, o casi nadie, duda de que lo peor ha pasado, pero persisten ciertas incertidumbres sobre si habrá o no recaída a corto y medio plazo. Para evitar ese paso atrás, serán decisivas las reformas que restan, dicen los expertos.

Se cumple justo un año del momento en el que se inició el debate sobre si la recesión tocaba o no suelo, sobre si se había llegado al punto de inflexión. Desde enero de 2013 la percepción sobre España en los mercados internacionales había comenzado a cambiar, lo que precipitó la moderación de la prima de riesgo desde máximos por encima de los 600 puntos básicos hasta los 300, un nivel todavía alto, pero gobernable. Muchos analistas dudaron que esa mejoría se trasladara a la economía real: en definitiva, los dineros que manejan familias y empresas. Y no les faltaba razón.

Sin embargo, los más optimistas pidieron paciencia y auguraron que ese descenso de la prima de riesgo sería capital para poder salir de la recesión. Tras nueve trimestres con recesión, el tercero de 2013 marcó el inicio de la recuperación económica. Entre octubre y diciembre, el PIB creció un 0,3% en tasa intertrimestral, pero siguió cayendo en la comparación anual. Entre enero y marzo pasados avanzó un 0,4% y aumentó un 0,6% respecto al mismo trimestre del año anterior, algo que no sucedía desde mediados de 2011.

Esa recuperación de las tasas positivas de crecimiento vino marcada por el tirón de las exportaciones. Después de la devaluación interna llevada a cabo por las empresas con la reducción de sus costes laborales y el ajuste de precios aplicado a sus mercancías, por primera vez en mucho tiempo España era más competitiva que el resto de sus socios europeos, por lo que las ventas al exterior han sido el motor de ese exiguo crecimiento... hasta ahora.

Cambio de percepción

Algo cambia, no obstante, en el patrón de crecimiento este año. El sector exterior pierde fuelle y en el primer trimestre ha vuelto a tener una aportación negativa al desempeño global, cosa que no sucedía desde 2010. Consumo e inversión (variables que componen la demanda interna), por contra, comienzan a salir del letargo, un acontecimiento clave en una economía cuyo 70% depende de la demanda interna.

¿Por qué este cambio? El freno experimentado en la segunda mitad del año pasado en la sangría del paro, sobre todo por el abaratamiento del factor trabajo inyectado por la reforma laboral, ha sido capital. La crisis ha destruido unos 3,7 millones de empleos y, aún siendo un drama de proporciones desconocidas hasta ahora, un exministro socialista lo expresaba bastante gráficamente esta semana que acaba de concluir.

“En España tenemos un 70% de los hogares que no tiene hipotecas y más de la mitad de la población activa no ha perdido su empleo. Luego, existe capacidad suficiente para que el país comience a caminar, aunque solo la mitad del país no puede hacerlo todo”, argumentó. Acto seguido, apeló a las reformas que quedan por hacer, que serán decisivas para apuntalar la salida de la crisis. “No se trata de elegir entre ladrillos u ordenadores. Yo siempre digo que la solución es más ladrillo con ordenador”, advirtió,

En efecto, más que entre los pocos que han logrado encontrar un empleo en los últimos meses, el cambio de percepción se ha producido sobre todo entre aquellos que aún teniendo trabajo, estaban temerosos de perderlo y, por ese motivo, habían aplazado sus decisiones de compra, sobre todo de bienes duraderos. Solo el hecho de que mes tras mes, crezca la afiliación a la Seguridad Social en términos desestacionalizados (casi mil diarios desde septiembre) y disminuya el número de parados registrados (6,1% en doce meses) va convenciendo a unos y otros, aunque sea lentamente, de que la tendencia se ha invertido, ha vuelto la confianza y se puede volver a consumir e invertir.

La prueba más evidente es comprobar alguno de los indicadores más representativos de la marcha del consumo. Las ventas minoristas del comercio, en precios constantes y corregido el efecto de calendario, cerraron marzo con un crecimiento anual todavía modesto, del 0,7%, pero contrasta con la fuerte caída del 4,8% que registraban un año antes. Las matriculaciones de automóviles, impulsadas por los sucesivos planes PIVE, continúan creciendo a tasas de dos dígitos; e incluso la compra de vivienda, diluido ya el efecto de la supresión de la desgravación fiscal, da muestras de nuevos bríos tras seis años de durísimo ajuste.

La prueba definitiva de cómo cambia la percepción de las familias es el excelente comportamiento del turismo nacional en Semana Santa, tras los números rojos contabilizados desde 2008. La mejora del consumo de carburante es una pista fiable, pero también las pernoctaciones hoteleras que hicieron que numerosos destinos de sol y playa colgaran el cartel de completo. Y si se reanima el consumo, las empresas venden más y movilizan sus expectativas de beneficio, inversión y plantilla a medio plazo.

Las cifras publicadas por el INE sobre la evolución de la inversión también corroboran que lo peor ha pasado ya. En términos intertrimestrales, de enero a marzo, la inversión disminuyó un 0,6% cuando en los dos trimestres anteriores ya había aumentado un 0,7% y en términos anuales hasta marzo se contrajo un 1,1%, el menor descenso en dos años.

Estas cifras tienen cierta trampa, ya que mientras la construcción sigue sumida en la peor recesión de su historia (su tendencia también evoluciona a mejor), el sector de bienes de equipo acumula cuatro trimestres consecutivos de crecimiento anual. La importación de bienes de equipo y de bienes intermedios, así como la ralentización del ajuste del consumo de cemento, parecen adelantar que esta mejoría de la inversión se consolidará en los próximos trimestres.

El Departamento que dirige Luis de Guindos llama la atención sobre los indicadores de confianza que elabora la Comisión Europea, y destaca la mejora notable de abril, tanto la confianza de los consumidores, como el clima industrial. El PMI manufacturero se mantuvo estable, consolidándose en terreno positivo por quinto mes consecutivo.

Hace un año, cuando nadie en el Gobierno quería hablar de brotes verdes, todos, analistas y gobernantes, admitían que para resolver la ecuación de la crisis faltaba la financiación. Pues bien, con datos aún endebles, ya se contabiliza más crédito nuevo a hogares y empresas, sobre todo para pymes, lo que, sin duda, deberá actuar de acicate a la recuperación. La banca, culminado casi al 100% su saneamiento, y después de comprobar como empresas y familias han avanzado en el desendeudamiento, ha vuelto a su actividad natural: conceder crédito. La rebaja récord de la prima de riesgo llega a la economía real. Lo deseable es que lo haga con más intensidad.

La ocupación será una palanca clave para el crecimiento

El Ejecutivo se ha cansado de repetir hasta la saciedad que el empleo vendrá con el crecimiento, aunque en esta ocasión no serán necesarios avances del PIB del 2% para que se genere empleo. Buena prueba de ello es que ya crece el volumen de puestos de trabajo con tasas muy inferiores. El Gobierno confía en que este año culmine como el primero de la crisis con creación neta de empleo y que eso tenga un efecto balsámico, tanto sobre los ocupados como sobre los parados. A los primeros les limitará el miedo a consumir y les dará razones para tomar decisiones de gasto que llevaban aplazadas mucho tiempo, mientras que a los segundos les proporcionará expectativas para volver a integrarse en el mercado laboral.

Pero hay otro factor importante a tener en cuenta. La gran mayoría de contratos que se están firmando en los últimos meses son temporales y a tiempo parcial. En otras palabras, que donde antes se rubricaba un solo contrato, harán falta dos; por lo que los analistas vaticinan que la reducción de la tasa de paro será más acelerada.

En abril, el cociente entre la población activa y el número de parados ya se redujo del 26% al 25,7% por la actualización del censo que se utilizaba a la hora de calcular ese indicador, en el que salieron menos desempleados y más ocupados.

Un proceso al que puede contribuir la formación continua de los parados sin cualificación. El presidente de Telefónica, César Alierta, aseguró el viernes que si “se hacen las cosas que hay que hacer”, en cuatro años la tasa de paro española se reducirá del 26% al 14%.

La fórmula propuesta por Alierta, que también preside el Consejo Empresarial para la Competitividad, un lobby formado por las 17 mayores empresas de España, pasa por potenciar la formación profesional, especialmente para reducir el paro juvenil “De los 880.000 jóvenes que no tienen empleo en España, 560.000 solo tienen la educación primaria. Eso se arregla con educación”, apuntó.

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