Mejor no cambiar rápido de opinión
Los bancos centrales de Europa, Estados Unidos, Reino Unido y Japón siguen diferentes políticas –por lo menos hasta cierto punto–. Pero comparten un rasgo importante: una profunda reticencia a cambiar de rumbo.
Ayer, el Banco Central Europeo volvió a negarse a responder a los signos de deflación con ningún estímulo serio. El mismo día, el Banco de Inglaterra tampoco hizo nada, haciendo caso omiso de las pruebas sobre una posible burbuja en el mercado inmobiliario y un crecimiento económico sólido.
El miércoles, Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, encontró una nueva razón –un mercado de la vivienda relativamente débil– para no acelerar el lento endurecimiento de la política monetaria. Mientras tanto, el Banco de Japón está decidido a mantener su política de estímulo lo suficiente como para soterrar cualquier posible desaceleración de la demanda por la subida del impuesto sobre las ventas.
El sistema financiero aún en recuperación podría colapsarse con cambios demasiado rápidos
Las autoridades monetarias pueden presentar un buen, aunque algo embarazoso, argumento económico. La combinación de las condiciones financieras, económicas, políticas y monetarias es hoy tan frágil que el más mínimo cambio podría causar estragos.
Todos los bancos centrales están preocupados por que el sistema financiero aún en recuperación podría colapsarse si los tipos de interés o la política monetaria cambian demasiado rápido. El incremento en las valoraciones de los activos financieros hace que todo el mundo se ponga nervioso, excepto en Japón, donde la caída de los precios es más preocupante.
Además, el BCE tiene que preocuparse por los políticos alemanes y los irracionales operadores de la deuda soberana. La Reserva Federal, además de haber prometido que no va a endurecer su política con prisa, tiene un terrible sistema de financiación de la vivienda que debe tener en cuenta. Por su parte, el Banco de Inglaterra sabe que una crisis inmobiliaria podría causar una recesión.
Tal vez los bancos centrales podrían ser más audaces si tuvieran un modelo en el que realmente creyeran, pero parecen excursionistas perdidos de noche en un bosque. A la espera de que amanezca, por lo general es mejor no moverse.
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