Japón, un profesor de poca ayuda
La zona euro podría estar a punto de experimentar una deflación. El Banco Central Europeo dice que no sucederá, pero algunos economistas no están convencidos de que no vaya a pasar. Cuando piensan en el efecto de una caída de precios en la economía europea, suelen mirar hacia Japón en busca de lecciones. La idea está bien, pero deberían tener cuidado.
Si las tasas de inflación de la zona euro –que se han situado en los últimos cuatro meses por debajo del 1%– marcan el comienzo de una era, el país nipón podría convertirse en un ejemplo útil. Pero antes de sacar lecciones, habría que identificar la experiencia japonesa correctamente. El índice de precios al consumo de Japón, situado en 100 puntos en 2010, se ha movido entre 98 y 104,5 en las últimas dos décadas. La tasa de inflación anual fue positiva en el 46% de esos meses. Por tanto, lo que Japón ha registrado ha sido en realidad ha sido una estabilidad de precios.
Además, incluso en el caso de que la zona euro pase una experiencia similar, las situaciones son muy diferentes. Para empezar, los antecedentes financieros del país nipón eran más oscuros. Aunque su período de estabilidad de precios también tuvo lugar después de una crisis financiera, Japón sufrió durante un largo período de tiempo una depresión en los precios de sus activos. En 1990, el índice Nikkei 225 cayó de 39.000 puntos a apenas 24.000. En la actualidad se encuentra por debajo de los 15.000 puntos.
Aunque todavía es pronto, la deflación en los precios de los activos en la zona del euro ha sido mucho más suave. Incluso con políticas monetarias y fiscales que no han sido más estimulantes que las posteriores a la crisis de Japón, el índice Euro Stoxx 600 se sitúa solo un 15% por debajo de su máximo. Además, con unas pocas excepciones, Europa también ha logrado escapar de una caída en el precio de la propiedad de la magnitud registrada en Japón.
El periodo de estabilidad de precios en el país nipón también tuvo lugar después de una crisis financiera
Las posiciones demográficas y de desarrollo de eran también más complicadas en el caso del país asiático. Este pasó de repente de un rápido crecimiento del PIB, con una población cada vez mayor en la década de los ochenta, a un lento crecimiento en un país rico en rápido declive demográfico. La zona euro también está envejeciendo, pero –gracias en gran parte a la inmigración– ni de lejos tan rápido como Japón.
En lo referente al desempleo, Japón tenía una situación más fácil. Su tasa de paro alcanzó el máximo en el 5,4%, casi una década después de la crisis financiera, y desde entonces ha disminuido. La tasa en la zona euro se elevó al 12% en menos de la mitad de tiempo. Una vez comprobado que la estabilidad de precios y la bajada de los salarios nominales resultan perjudiciales para la creación de empleo en Europa, la experiencia japonesa no enseña prácticamente nada.
En el caso de las finanzas públicas, la lección que se saca es que resulta más fácil ser japonés que un miembro de la zona euro. Los ingresos fiscales aumentan de forma lenta cuando los precios se encuentran estables. Por este motivo, en teoría, la falta de la inflación es especialmente dura para los gobiernos endeudados.
Esto no ha sido un problema en Japón, donde existe una lista de compradores de bonos institucionales a cualquier rentabilidad. Sin embargo, es probable que haya un gran problema en algunos países de la zona euro, que no controlan su propia oferta de dinero y donde existen riesgos de realistas de incurrir en una suspensión de pagos.
Sería bueno que los economistas comprendieran de forma clara cómo los patrones de precios se relacionan con otros aspectos de la economía. En cambio, incluso las cuestiones más básicas se discuten de forma acalorada.
En medio de esta incertidumbre, no queda muy claro hasta qué punto la estabilidad de precios hizo daño a Japón, o podría hacerlo en la actualidad a la zona euro.
Con tal confusión teórica, existe la tentación de mirar hacia el pasado en busca de pruebas empíricas. Sin embargo, para pensar en la estabilidad de precios de la zona euro, las lecciones de la experiencia japonesa resultan ser cualquier cosa menos aclaratorias.