¿Por qué lo llamamos reforma si queremos decir bajada?
En España somos expertos en utilizar eufemismos demasiado a menudo. Muchas veces no es políticamente correcto llamar a las cosas por su nombre, y menos aún dar una cifra, lo que en la mayoría de los casos impide hacer un buen diagnóstico de las situaciones y que los ciudadanos tengan tiempo para reaccionar. Así, en 2008 a la crisis económica la llamábamos de todo menos crisis. Y esto mismo está ocurriendo actualmente con la reforma de las pensiones, lo que es una nueva falta de respeto
El 1 de enero de 2013 entró en vigor una ley muy importante. Cuando nos referimos a ella lo hacemos como ‘Ley de reforma de las pensiones’. Se trata de la Ley 27/2011. Las medidas que contiene están orientadas a fortalecer los principios de contributividad, proporcionalidad y equidad, que, en palabras del muy reciente Real Decreto-ley 11/2013, de 2 de agosto, “caracterizan el sistema español de Seguridad Social”. En román paladino, el trasfondo de esta ley es que, para que las cuentas de la Seguridad Social salgan y se respeten los citados principios, es necesario reducir los gastos, es decir, bajar las pensiones.
Si seguimos llamando a las cosas por su nombre, en España, cuando entren en vigor en 2027 todas las medidas, el cotizante del régimen general, en media, verá mermada su pensión de la siguiente manera: (1) Entre un 6% y 9% por pasar de 15 a 25 años el periodo de cálculo de la base reguladora; (2) un 14% por retrasar la edad de jubilación de 65 a 67 años; y (3) entre un 4% y 8% por la ampliación de la Escala de 35 a 37 años. Lo que significa que en 2027 sufrirá una bajada de su pensión de un 28% en comparación a cómo se hubiera calculado antes de la reforma. Previamente, desde este año 2013 y hasta entonces, la pensión media irá reduciéndose gradualmente hasta alcanzar el citado 28%.
La ‘Ley de reforma de las pensiones’ contempla también, y adicionalmente a lo anterior, la introducción en 2027 del llamado factor de sostenibilidad, que habría de aplicarse sobre el cálculo de la pensión inicial para garantizar la viabilidad del sistema público de pensiones. Recientemente un Comité de Expertos ha formulado una propuesta, proponiendo la aplicación consecutiva de dos factores: por un lado, el Factor de Equidad Intergeneracional (FEI); y por otro, el Factor de Revalorización Anual (FRA), que vendría a sustituir al IPC para calcular la revalorización anual de las pensiones.
El capital más importante de
toda economía es el humano
Llamando de nuevo a las cosas por su nombre, el FEI, significa que si la esperanza de vida a la edad de jubilación aumenta un año, entonces la pensión de jubilación se verá mermada en un 4,76%; siendo la fórmula del FRA un ajuste de revalorización a posteriori en función del equilibrio de sistema entre ingresos y gastos.
Todas estas medidas están en línea con las recomendaciones de la Unión Europea para la sostenibilidad de las pensiones, recogidas en el Libro Verde y el Libro Blanco, que pasan por retrasar la edad de jubilación, aumentar los años cotizados necesarios para acceder a una pensión o fórmulas para recalcular la pensión inicial. Los estudios de las instituciones europeas evidencian que los sistemas de pensiones de los países miembros se enfrentan a un empeoramiento de la relación entre trabajadores y jubilados, y al envejecimiento poblacional. El aumento de la longevidad, la contracción de la natalidad y el retraso de la entrada a la vida laboral configuran una nueva estructura para el sistema de reparto. Demográficamente Europa se enfrenta a una pirámide invertida, estrecha por abajo y ancha por arriba. Uno de los grandes retos del Siglo XXI será convivir con esta situación, lo que se traduce en que las pensiones y el envejecimiento poblacional será un gran desafío de esa futura Unión Europea.
Y España no es ni mucho menos ajena a este desafío. En 2027 el número de pensionistas en España será sustancialmente mayor que el actual. Los nacidos en el baby boom de la década de los 70 del siglo pasado estarán al borde de los 60 años y la esperanza de vida habrá aumentado progresivamente, lo que induce a pensar que el Estado, en cómputo global, destinará a la financiación de las pensiones un presupuesto mayor del que gasta actualmente. Sin embargo, individualmente, cobraremos menos porque la población entre la que repartir la tarta será mucho mayor. Y conforme vaya aumentado la esperanza de vida, el Estado pagará, por la aplicación del factor FEI, menos. Así, irá prorrateando individualmente en la pensión lo que tendrá que pagar de más por el aumento de esperanza de vida.
Pero el verdadero problema estructural viene dado por el bajo número de cotizantes y no, como creen muchos, por el aumento del paro y la menor inmigración (que también). Durante las décadas de bonanza, España ha mantenido una de las menores tasas de natalidad del mundo, y difícilmente en los próximos años eso va a poder ser compensado por altas tasas de empleo o la llegada de nuevas remesas de emigrantes.
En definitiva, lo que esta situación pone de manifiesto es que el capital más importante de toda economía es el humano, que los ciudadanos de un país son su verdadera riqueza. Porque si estos merman, porque emigran o porque no nacen nuevos ciudadanos, entonces el país se empobrece. Y eso es lo que nos está pasando.
En la también muy reciente Resolución del Parlamento Europeo de 21 de mayo de 2013, se recomienda afrontar en Europa el problema de las pensiones con un enfoque basado en tres pilares: (1) una pensión pública universal, por sistema de reparto; (2) una pensión complementaria de corte profesional accesible a todos los trabajadores; y (3) una pensión complementaria basada en planes de ahorro privados con incentivos equitativos destinados a los trabajadores con ingresos bajos, los trabajadores por cuenta propia y los trabajadores que no tengan los suficientes años de cotización en cuanto a su régimen de pensión laboral. Y posiblemente lo más importante: establece la necesidad de implantar políticas efectivas de natalidad.
Todos los países han adoptado o están pendientes de adoptar una o varias de estas medidas comentadas. La diferencia es que en Europa a las cosas se las llama por su nombre y en España todavía estamos discutiendo si una reforma significa subida o bajada de las pensiones.
Luis Mª Sáez de Jáuregui es director de Vida, Pensiones y Servicios financieros de AXA