Europa se ve impotente ante el espionaje digital de EE UU
Zafarrancho de combate. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, ordenaba la semana pasada una revisión de los teléfonos y ordenadores del organismo comunitario tras leer en una revista alemana que EE UU espía desde hace años a la UE. La reacción del portugués revela, por sí misma, que las dos orillas del Atlántico viven en eras distintas en términos de espionaje.
Mientras los funcionarios de Barroso buscan pinchazos en la red telefónica al más puro estilo siglo XX, el departamento de Seguridad de EE UU (NSA) puede copiar sistemáticamente todo lo que circula por la Red, sin necesidad de apuntar a un usuario en concreto, según ha revelado Edward Snowden, antiguo contratado de la NSA.
La supremacía de EE UU en ese terreno es tan absoluta que las capitales europeas ni siquiera se atreven a enfadarse de verdad con Washington, conscientes de que dependen no solo de su información virtual, sino también de su infraestructura para obtenerla.
La salida a la luz de esa fragilidad ha provocado reacciones patéticas, como las de algunos eurodiputados o comisarios europeos que se han declarado sorprendidos y hasta halagados por el interés de EE UU en la agenda de las instituciones comunitarias.
Pero la mayoría de las autoridades y empresas europeas son conscientes de los graves perjuicios económicos que puede acarrear la indefensión casi total ante el espionaje de un país tercero, por muy aliado que sea.
Hoy mismo, funcionarios de la Comisión Europea llegarán a Washington para la primera ronda de negociaciones de un Tratado de libre comercio transatlántico. Y en Bruselas cunde la sensación de que sus anfitriones estadounidenses ya sabrán por adelantado algunas de las claves de la posición negociadora europea gracias a un sistema de intercepción de mensajes del que, según se ha sabido ahora, no se libra ni la delegación de la UE en EE UU.
La CE suele enviar encriptados los mensajes más sensibles dirigidos a sus representaciones en el extranjero. Pero fuentes comunitarias reconocen que, probablemente, ese sistema de seguridad también ha quedado desfasado, a juzgar por lo conocido hasta ahora sobre el programa estadounidense Prism.
Las alarmas han saltado también en el sector privado, en particular, en la industria de Alemania, una de las más innovadoras del mundo y, por consiguiente, probable víctima del espionaje industrial. El consejero delegado de la Federación Industrial de Alemania, Markus Kerber, pedía la semana pasada, en una tribuna publicada en el Financial Times, que Europa deje de quejarse sobre los agujeros de Internet, mientras se aprovecha de un sistema basado en software y hardware bajo control de EE UU.
Las propias instituciones comunitarias, como millones de ciudadanos europeos, dejan su rastro a diario en los servicios de Google, Twitter o Facebook, unas empresas cuya matriz está sometida a la jurisdicción de Washington. Solo Skype es de origen europeo, pero fue comprada por la multinacional estadounidense Microsoft.
“No pequemos de inocentes por partida doble”, ha señalado el comisario europeo de Mercado Interior, Michael Barnier, en una de las reacciones más atinadas al escándalo sobre el caso Prism. “Primero, creyendo en un mundo idílico en el que no existe el espionaje. Y segundo, pensando que Europa se puede ahorrar la inversión en infraestructuras propias como Galileo [futuro rival del GPS de EE UU], telecomunicaciones o ciberdefensa”.
Algunas fuentes comunitarias, sin embargo, admiten el retraso tecnológico respecto a EEUU, pero no lo consideran el factor decisivo en la vulnerabilidad de la UE.
Según esas fuentes, en contra de Europa juega más bien la propia rivalidad interna entre los Estados, unidos formalmente, pero competidores en la escena económica internacional. Como quiera que sea, casi nadie sospechaba que la UE se hubiera quedado tan atrás en el sofisticadísimo e invasivo espionaje digital del siglo XXI.
A contraluz
El escándalo amenaza al cloud computing
La nube informática o cloud computing, uno de los sectores tecnológicos con más potencial de crecimiento, podría verse afectado por las reveleaciones sobre los programas de espionaje digital de EE UU. “Si las empresas o los Gobiernos piensan que se les puede espiar, tendrán motivos para confiar menos en la nube”, señaló la semana pasada Neelie Kroes, vicepresidenta de la Comisión Europea y responsable del departamento Agenda Digital. Kroes advirtió a las compañías estadounidenses que lideran los servicios en la nube que Bruselas podría frenar su actividad si no existe una confianza total entre las partes. Y tendría “consecuencias multimillonarias para ellas”.
Snowden, candidato al Premio Sájarov de la UE
Ningún país de la UE se atreve a dar asilo a Edward Snowden, el antiguo contratista de la NSA estadounidense que ha puesto al descubierto sus medios de espionaje. Pero el grupo de los Verdes en el Parlamento Europeo ha anunciado que le presentará como candidato al Premio Sájarov a la libertad de conciencia. Parece poco probable, sin embargo, que lo gane, y mucho menos que pudiera recibirlo en Estrasburgo (Francia). París ni siquiera dejó pasar la semana el avión de Evo Morales, presidente de Bolivia, ante la sospecha de que Snowden iba entro. Dato que resultó fallido y puso en evidencia el nivel del espionaje en Europa.
El acuerdo sobre libre comercio sigue adelante
Las negociaciones para el Acuerdo de Libre Comercio entre la UE y EEUU arrancarán hoy en Washington a pesar del rifirrafe entre las dos partes por los métodos de espionaje de la NSA. El presidente francés, François Hollande, planteó la posibilidad de aplazar la primera ronda de contactos, pero acabó resignándose el pasado miércoles tras una reunión con la canciller, Angela Merkel, en Berlín. Ni siquiera el Parlamento Europeo, la institución más beligerante en este caso, ha pedido que no comenzasen las negociaciones. La Eurocámara se limitó la semana pasada a condenar el espionaje y a crear una comisión de investigación sobre lo ocurrido.