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Tribuna
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Duelo de titanes

La carta que Maurice Taylor, presidente de la empresa norteamericana Titan, fabricante de ruedas para vehículos agrícolas, dirigió el pasado 8 de febrero a Arnaud Montebourg, ministro francés de Recuperación Productiva, resume el abismo que separa el pensamiento liberal estadounidense del actual entorno político-económico galo.

El ataque en toda regla de este 'self-made man' estadounidense, que dijo: “He visitado la fábrica varias veces. Los empleados franceses cobran salarios altos pero no trabajan más de tres horas. Tienen una hora para las pausas y para comer, hablan durante tres horas y trabajan otras tres. Se lo he dicho a la cara a los sindicalistas franceses. ¡Y me han respondido que en Francia las cosas son así! […] Muy pronto en Francia todo el mundo se pasará el día sentado en los bares bebiendo vino tinto”, es demasiado simplista y maniqueo para que podamos aplaudirlo con entusiasmo. Sin embargo, no podemos más que reconocer que sus propósitos son fundados y que pegan donde duele, planteando de forma abierta y pública determinadas cuestiones que son tabú en nuestro bello país.

Se habla de los empleados, se mete el dedo en la llaga, algo que a los políticos franceses les cuesta mucho hacer desde hace años

Esta misiva sin florituras trata de la duración del trabajo, del estado de ánimo en el trabajo, en resumen, del trabajo concreto que permite ser productivo o, por el contrario, no serlo. Se habla de los empleados, se mete el dedo en la llaga, algo que a los políticos franceses les cuesta mucho hacer desde hace muchos años, y se destaca la diferencia que existe entre los salarios de los países todavía desarrollados, como Francia, de otros, como China e India, que junto con Brasil, Rusia y Sudáfrica forman parte de los ya famosos BRICS, que están creciendo a gran velocidad.

El jefe de Titan debería ser felicitado por su franqueza, ya que aborda realidades raras veces sacadas a colación. ¿Hipocresía? ¿Rechazo a afrontar la realidad? Los hechos son claros: actualmente en Francia, resulta muy difícil contestar las decisiones fundamentales tomadas a favor de la globalización y abordar objetiva y colectivamente las consecuencias de dichas decisiones. Las reflexiones sobre estos temas son cosa de especialistas y se convierten enseguida en enfrentamientos ideológicos o partidistas en detrimento del sentido común. En Francia, por lo que parece más que en otros países, el mundo político se sitúa aún por encima de las organizaciones, de los condicionantes y de las lógicas que podrían guiar un pilotaje eficaz de las empresas y de la economía.

"En Francia el mundo político se sitúa aún por encima de las organizaciones, de los condicionantes y de las lógicas"

Xavier Fontanet, expresidente de Essilor, se sorprendía a su manera en un artículo de opinión recientemente publicado en el diario francés 'Les Echos': “Un proyecto de ley nacido de la voluntad loable de los poderes públicos de favorecer cada vez más la concertación entre accionistas, dirigentes y empleados en la empresa, pretendería dar derecho de voto a los representantes del personal que participan en el consejo de administración”.

Con su implacable lógica de antiguo jefe de empresa, Fontanet también aborda cuestiones que coinciden con los propósitos de nuestro provocador estadounidense: ¿hasta qué punto puede inmiscuirse el Estado en la vida de una empresa en la que él no ha invertido? ¿El derecho de voto no es la contrapartida de un riesgo financiero, asumido personalmente por el accionista y no por el empleado? ¿Por qué hacer pagar impuestos paralelamente sobre el ahorro salarial? En resumen, interrogantes sobre el papel del Estado y sobre la utilidad de sus intervenciones, preguntas llenas de sentido común práctico que, desgraciadamente, no tienen respuestas satisfactorias a corto plazo…

Conformémonos por ahora con este comentario malicioso de Fontanet, que concluye así sus propósitos: “Si podemos lamentar que no haya bastantes empleados en el consejo de administración, también podemos lamentar que no haya bastantes empresarios en el Gobierno. Por cuestiones de simetría, y ahora que aún no es demasiado tarde, ¿por qué no incluir en esta ley la presencia en el Consejo de Ministros, los miércoles, de dos empresarios, uno de ellos en representación de las pequeñas empresas locales y el otro de las grandes globalizadas? Es actitud saber aplicarse a sí mismo lo que se les impone a los demás”.

No es seguro que obtengamos una respuesta del señor Montebourg a esta bonita sugerencia…

Didier Le Menestrel es presidente de Financière de l’Echiquier.

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