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Tribuna
Columna
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Dragui, un tipo de interés

Cuando se pierde el miedo a actuar, las cosas mejoran. Este aforismo, extraído del discurso del presidente Roosevelt en su toma de posesión hace ocho décadas, fue asumido por Mario Draghi el pasado 26 de julio, cuando anunció su decisión de establecer, en los mercados secundarios, un programa de compra ilimitada de bonos de países con problemas que pidieran el rescate al Eurogrupo.

También dejó claros los condicionantes para los solicitantes: más recortes y más reformas. Seis meses después, este aviso para navegantes, acto de fe para el sostenimiento del euro, ha relajado las tensiones financieras, y guiado a los mercados hacia posiciones más favorables a los intereses de los gobiernos en delicada situación. En especial al español, que ve alejarse la necesidad de recurrir a los fondos comunitarios, más allá de los 40.000 millones de euros aportados a la banca, máxime cuando debe afrontar en 2013 necesidades de financiación por 230.000 millones de euros. También el Ejecutivo alemán, en año electoral, se tranquiliza por el momentáneo alejamiento. Draghi califica la nueva situación como de "contagio positivo".

Ningún analista pone en duda la capacidad de este discípulo de Franco Modigliani, y de Stanley Fischer, que dirigieron su tesis doctoral en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Allí, Draghi coincidió con Paul Krugman. Su paso por la siempre convulsa política italiana le imprimió carácter y una fuerte personalidad ejecutiva derivada de haber sobrevivido, y prosperado, en los distintos ámbitos de poder transitados. Su experiencia le proporcionó una gran capacidad táctica y estratégica que le permite una adecuada comprensión de las necesidades, así como evaluar las consecuencias de futuros movimientos. El riesgo en estos grandes estrategas es la paralización por la vía del hiperanálisis. Vamos, que de tanto esperar a que escampe, puede uno verse arrastrado por la riada. Entonces ya no caben decisiones.

Proporcionar liquidez al sistema, en un contexto de crisis económico-financiera, adquiere vital relevancia. Durante su primer año de mandato al frente del BCE, se inyectaron 500.000 millones de euros al sistema bancario europeo y redujo el precio oficial del dinero en dos ocasiones, diciembre 2011 y julio 2012, hasta su mínimo histórico del 0,75%. Su tercer hito al mando de la nave monetaria europea sería el citado comunicado de recompra de deuda. La abundante liquidez proporcionada al sistema por los bancos centrales (BCE, Reserva Federal, Banco de Japón y Banco de Inglaterra) se refugió en bonos soberanos, principalmente de Alemania y EE UU, y en activos de bajo riesgo. Este esquema de actuación generó en parte un círculo vicioso, que no se tradujo en la llegada de capitales al sistema productivo en los países periféricos, en especial en el nuestro, atenazado por la falta de créditos, y su corolario de menor crecimiento económico y aumento del desempleo. A lo largo de 2012, los índices de confianza y previsiones económicas de la zona euro se han deteriorado. Según Eurostat, el PIB de los Diecisiete retrocedió entre abril y septiembre de 2012. Asimismo, el Bundesbank rebajó las perspectivas de crecimiento alemán para 2013, del 1,5% al 0,4%. El desempleo, por su parte, alcanzó una tasa récord, próxima al 12% de media, aunque la española supera el doble de dicha cifra. La inflación, preocupación prioritaria del BCE, se mantiene estable (2,2% anual) con tendencia a la baja los próximos meses. En su reciente comparecencia, Mario Draghi mostró su autocomplacencia, cuando al ser preguntado por estas estadísticas poco halagüeñas, manifestó que él, antes que de la recesión económica y sus consecuencias, de lo que se ocupa fundamentalmente es de que no suban los precios. Supongo que pensaría en los germanos. Es de esperar que las actuales favorables condiciones en los mercados financieros y el evidente deterioro macroeconómico, junto a la estabilidad en la evolución de los precios, propicien una bajada de los tipos de interés que incentive la recuperación económica.

La tesis del presidente del BCE, compartida por Jens Weidmann, presidente del Bundesbank, es que, en estos momentos, un descenso de tipos podía interpretarse por los mercados, ahora relajados, como una señal de recesión mayor de la pronosticada por la propia autoridad monetaria. Conclusión: esperar y ver. Si la situación no mejora, es posible que haya movimientos en los ratios en febrero. Aunque contradictorio, Draghi ha resultado ser un tipo de interés.

Javier de la Nava es profesor de Macroeconomía del CEF

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