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El Foco
Columna
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Obama II, puro sabor americano

Para su segundo mandato, Obama reivindica la vigencia de los ideales norteamericanos. El autor analiza los principales argumentos que regirán la política estadounidense en los próximos cuatro años

Obama juró como presidente para un segundo mandato, reivindicando la actualidad de los ideales norteamericanos, escritos en los textos fundacionales de la gran nación americana. Fue, es, un Obama que vuelve a los orígenes, como cuando entre los años 2004 a 2008, citaba la Constitución y la Declaración de Independencia como los documentos que inspiran la vida económica, social y cultural americana.

Su discurso, en la ceremonia de inauguración del 21 de enero de 2013, tuvo mucho contenido económico. Obama no es comunista, tampoco socialista. Cree en el progreso económico, que requiere inversión: "Una economía moderna necesita ferrocarriles y autopistas para acelerar los viajes y el comercio". El presidente cree firmemente en la necesidad de la educación para promover el progreso económico y social, de "escuelas y universidades que formen a los trabajadores", porque a mayor formación, mayor empleabilidad.

Obama sabe que la economía de libre mercado es el mejor sistema para generar riqueza y empleos, y que solo puede ser exitosa "cuando hay normas que garantizan la competencia y el juego limpio".

De manera similar a la que Bill Clinton declaró que "los tiempos del gobierno grande" se terminaron, Obama sabe que el Estado no es la solución a todos los problemas. No es así como piensan los americanos, siempre escépticos ante el poder centralizado: "No hemos sucumbido a la ficción de que todos los problemas de la sociedad pueden ser solucionados a través del gobierno, solamente". Y, en la más pura tradición americana, afirma que "nuestra celebración de la iniciativa privada y de empresa; nuestra insistencia en el trabajo duro y la responsabilidad personal son constantes en nuestro carácter".

Obama sabe que para que la economía de mercado sea exitosa, deben existir fuertes instituciones inclusivas, que beneficien a todos y no solo a una minoría. América solo triunfará económicamente si la clase media se beneficia de la prosperidad: "La riqueza de América debe descansar sobre los hombros de una creciente clase media". Y, en el más genuino estilo Obama, la afirmación del Sueño Americano, que trasciende clases, razas y género: "Somos fieles a nuestros ideales cuando una niña nacida en la pobreza tiene las mismas posibilidades de triunfar que los demás, porque es americana, es libre, es igual ante Dios, y también, ante nuestros ojos".

El Sueño Americano no es gratuito, requiere "trabajar más duro, aprender nuevas capacidades y aspirar siempre a mejorar". Pero, a cambio, y por contraste con otras sociedades en que la movilidad social se queda solo en ensoñación, EE UU es un país que premia a sus ciudadanos ejemplares: "Somos una nación que premia el esfuerzo y la determinación de cada uno de los norteamericanos".

El presidente explica que luchará contra el cambio climático. También, a favor de la integración de los inmigrantes. Lo quiso hacer en el primer mandato, pero optó por sacar adelante las reformas sanitaria y financiera. Además, tuvo fuerte oposición republicana, especialmente en las elecciones de medio mandato de 2010, cuando el casi desaparecido Tea Party alcanzó su máximo apogeo. Y, con reminiscencias de los ideales de Roosevelt, Kennedy y Clinton, afirma que "debemos ser una fuente de esperanza para los pobres, los enfermos, los marginados y las víctimas de los prejuicios", todos ellos mandatos evangélicos a favor de "la tolerancia, la oportunidad, la dignidad humana y la justicia". Eso es lo que requiere, citando al presidente Kennedy, "peace in our time", "paz en nuestra época" en castellano. Obama quiere controlar, también, el uso de armas de fuego.

Obama no elude las responsabilidades de la primera nación de la Tierra. Se compromete a apoyar la democracia en todo el mundo: en Oriente Medio, Asia, África y las Américas. Es un ideal que comparten demócratas y republicanos. Le diferencia su disposición para no ir a la guerra.

Empezó su discurso recordando que, con la retirada de las tropas de Afganistán, acaban diez años de conflictos. La elección de dos veteranos de Vietnam -Kerry y Hagel, en Estado y en Defensa respectivamente, optan por la negociación diplomática- garantiza que América se centrará en reconstruirse por dentro, poniendo el foco en el crecimiento económico, la manufactura, las exportaciones y el empleo, para garantizar que EE UU mantiene incólume su primacía, sin declarar la guerra. Lo que no significa quedarse de brazos cruzados: John Brenan, que ya fue consejero sobre antiterrorismo en la Casa Blanca, dirigirá la CIA. Aumentará el uso de los aviones no tripulados y las fuerzas especiales contra talibanes y líderes de Al-Qaeda.

Si Norteamérica es fuerte económicamente, podrá ejercer su influencia con China, y presionar a Corea del Norte para que pare su programa nuclear. Lo mismo, con Irán, ahora que EE UU no está atado a Iraq y Afganistán. Orden en Siria, impedir una revolución en Jordania, mantener la estabilidad en Líbano, embarcar de nuevo a israelíes y palestinos en el proceso de paz, estrechar lazos comerciales con la Unión Europea y mejorar las relaciones con Rusia. Todo es más fácil si EE UU prospera.

Obama explica que su política internacional estará basada en la negociación, no en el enfrentamiento: "Mostraremos el coraje de procurar resolver nuestras diferencias pacíficamente". EE UU es la parte más fuerte de una negociación cuando tiene las finanzas en orden porque, así, "renovaremos esas instituciones que extienden nuestra capacidad para gestionar crisis en el extranjero, ya que nadie se juega más en la apuesta por un mundo en paz, que la nación más poderosa de la Tierra".

Obama suena como Reagan, a quien parafraseó en su discurso de la noche electoral del 6 de noviembre: "Lo mejor, aún está por venir", porque "cada promesa, cada oportunidad, todavía es de oro en esta tierra. Y, a través de esa puerta de oro, nuestros hijos pueden caminar hacia el futuro con la certeza de que a nadie le va a ser negada la promesa que es América" (Ronald Reagan, 1984).

Y, como Reagan, Obama grita alto la excepcionalidad de América: "Lo que nos hace excepcionales; lo que nos hace Americanos es nuestra creencia de que todos hemos sido creados iguales por Dios".

Jorge Díaz-Cardiel es socio director de ADVICE y autor de 'Obama y el liderazgo pragmático'

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