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Tribuna
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Los mercados, por una economía verde

La reciente cumbre de Río+20 pretendía ser, entre otras cosas, el punto de partida del nuevo modelo de crecimiento que la tierra necesita: la economía verde. En un tiempo convulso como el actual, qué mejor oportunidad para cambiar las bases sobre las que se asienta este modelo insostenible. Sin embargo, más allá de valoraciones sobre el texto final, hay algo que no deja de resultar paradójico en esta reflexión sobre la economía verde: los mercados están consiguiendo mayor vinculación que los acuerdos de las cumbres internacionales.

¿Qué pretendemos afirmar? Nos referimos al que probablemente ha sido uno de los grandes anuncios durante la cumbre: a partir de 2013 será un requisito para cotizar en la Bolsa de Londres publicar las emisiones de CO2. Este movimiento del mercado comienza a ser significativo. Podemos verlo también con la alianza entre el Nasdaq y las Bolsas de El Cairo, Estambul, Johanesburgo y São Paulo para que las compañías cotizadas publiquen información sobre los riesgos sociales, ambientales y de gobierno corporativo (o expliquen por qué no lo hacen); o con los 24 inversores institucionales que gestionan más de 1.600 millones de dólares que han urgido a las principales Bolsas a exigir esta información.

Con estas iniciativas los inversores están empujando hacia una economía baja en carbono y, a la vez, están provocando cambios en el núcleo de las empresas. Tanto la organización como la estrategia se ven afectadas. De hecho, una de las principales tendencias que se observan es el creciente papel del director financiero en asuntos relacionados con la parte ambiental, social y de gobierno corporativo. Un hecho que explica por qué la sostenibilidad ha dejado de ser un contenido exclusivo del área de medio ambiente para ser un elemento estratégico que afecta directamente al core business de la empresa y, en consecuencia, a la cuenta de resultados. A medida que se incorporan estos factores en el análisis de las inversiones, la dirección económica comienza a involucrarse cada vez más con la administración, contabilización y presentación de los informes de sostenibilidad.

El mercado está haciendo que se proporcione información de sostenibilidad más profunda y de mejor calidad. En un futuro no muy lejano, las empresas presentarán un único informe, integrado e interconectado, que refleje toda esta información relacionada con la creación de valor de la empresa y las perspectivas de crecimiento futuro. Por tanto, la dirección financiera de las compañías debe conocer qué información de sostenibilidad se está reportando, y asegurar que los procesos de presentación de informes y de verificación son congruentes con aquellos que utilizan para los estados contables.

Los anuncios de las Bolsas de valores no han hecho más que confirmar lo que muchos llevan años intentando demostrar, que este tipo de información sí tiene valor económico. De hecho, los datos de emisiones de carbono se han convertido ya en datos financieros. La explicación es clara: si una empresa opera en un país bajo el sistema cap-and-trade o bajo un impuesto a las emisiones, la huella de carbono es un riesgo financiero. Y la manera de controlar los riesgos es medir y anticipar. En este marco, el área financiera de la compañía debería asegurarse de que la asignación de capital refleje los riesgos y oportunidades relacionadas con el carbono en toda la cartera de productos.

Recientemente, una gran multinacional del sector del mueble publicaba que con una política ambiental adecuada había conseguido reducir sus gastos operacionales en 2,5 millones de euros. Trabajar por tanto en medir, evaluar y reducir impactos no es una novedad para las empresas. Significa evitar riesgos como la volatilidad del precio de las materias primas, posibles cortes en la cadena de suministro, evitar sanciones por incumplimientos legislativos, anticiparnos a regulaciones futuras, atraer inversión, tener capacidad de corregir o mejorar, en definitiva es optimizar los recursos, reducir costes, ser más eficientes y sostenibles económicamente. Significa tener una visión estratégica de futuro.

El desempeño financiero y el no financiero son dos caras de la misma moneda. Sostenibilidad y resultado económico ya se entrelazan. Esta es la nueva economía, la que tiene en cuenta las relaciones entre el capital manufacturado, el natural y el humano. Este es el camino que están liderando las empresas. Por una vez, agradezcamos a los mercados su presión.

Tomás Pastor. Director del área de Sostenibilidad y Cambio Climático en España de Ernst & Young

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