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De Guindos "asalta" a la banca

Primero fue la Tasa Tobin. Después recibió el nombre de Robin Hood. Y ahora va camino de llamarse, al menos en España, la tasa Guindos.

Luis de Guindos se ha sumado al grupo de nueve ministros de Economía, la mayoría de ellos del Partido Popular, que tienen prisa por aplicar un impuesto a las transacciones financieras. Guindos y compañía (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Austria, Portugal, Grecia y Finlandia) han suscrito una carta dirigida a la actual presidencia de la UE (Dinamarca) para que acelere el proyecto de introducción de la polémica tasa (que podría girar en torno al 0,1% del coste de cada transacción).

Los ministros han decidido plantarse ante la banca y, al más puro estilo Adam and the ants, han gritado Stand and deliver!. O ¡la bolsa o la vida!, dada la nacionalidad del anglófilo Luis de Guindos.

El español se ha sumado a una ofensiva de clara inspiración sarkozyana, destinada a intentar convertir en giratoria la puerta del Elíseo con vistas a las elecciones de mayo. De ahí el repentino interés del presidente francés saliente por crujir, al menos de manera simbólica, a un sector al que una buena parte de los votantes culpa de la gran recesión económica.

Pero oportunismos al margen, los nueve países que han pedido a la UE que acelere el proyecto del Impuesto a las transacciones financieras parecen conscientes del cansancio de las ubres contributivas habituales (IRPF, IVA, sociedades...) y buscan canales alternativos de recaudación (los datos citados por la Comisión Europea apuntan a un ingreso potencial en toda la UE de hasta ¡¡¡300.000 millones de euros al año!!!).

Quizá ese jugoso botín explique que incluso la Comisión Europea, que siempre estuvo en contra de de la tasa Tobin, haya descubierto las bondades del impuesto y se haya calado el antifaz de buen bandolero. El organismo se muestra ahora dispuesto a revisar los estudios de impacto que alertaban sobre las terribles consecuencias para la economía europea de un aumento en la presión fiscal sobre el sector financiero. Estudios que, como tantos otros de la CE, siempre parecen más amañados que la declaración de la renta de algunos dentistas griegos.

Así que está vez los bancos tendrán muy difícil librarse del revolucionario impuesto. De nada sirven ya las amenazas de deslocalización (dónde van a ir que reciban más ayudas públicas que en Europa). Ni las alertas sobre el fallido experimento llevado a cabo en Suecia hace años (fracaso que no ha impedido al Reino Unido aplicar el impuesto desde 1986 y recaudar casi 3.000 millones de libras esterlinas al año). El sector está ya tan entregado que se conformaría con que la recaudación se destinase a un fondo de garantía para sufragar futuras quiebras.

No parece que ese vaya a ser el destino del nuevo impuesto. Ni tampoco las políticas de desarrollo, como propuso el Premio Nobel de Economía estadounidense que lo inspiró. Los 1.000 millones de euros que espera recaudar París y las cifras similares en países vecinos no parece que vayan a salir de Europa hacia el tercer mundo. Más bien se quedarán en el primero para pagar las deudas que éste ha adquirido con el segundo.

(Dejo aquí también una versión más moderna, como la nueva tasa Tobin, de Stand and Deliver. Por No doubt con Katy Perry y The Sounds).

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