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Columna
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Retos difíciles para la eurozona

El tratado fiscal que los líderes de la eurozona han acordado durante la semana da un toque solemne a las tan repetidas promesas de que los días de despreocupación financiera habían acabado. Pero la mayor parte del contenido del tratado ya había sido aprobado en la cumbre de la UE de octubre, y todos los miembros de la Unión Monetaria ya estaban en la senda de unos presupuestos estrictos. Ahora, la eurozona afronta el reto de impulsar el crecimiento a largo plazo al mismo tiempo que Grecia y Portugal amenazan con convertirse en dos desiertos económicos.

El sentido común llama a la paciencia en lo referido a las llamadas reformas estructurales. En cualquier caso, la eurozona se enfrenta al enigma de generar crecimiento sin financiación: los estímulos keynesianos tradicionales ya han sido descartados por Alemania, y el dinero necesario para grandes inversiones que empujen el crecimiento escasea en la mayoría de los países. En realidad, la receta alemana para el crecimiento es defectuosa. Tomar medidas drásticas en los costes laborales, despedir a profesores y policías o recortar sus salarios simplemente no resucitará la moribunda economía de un país.

La eurozona necesitará instituciones más fuertes y más inversión. Los fondos están disponibles, pero los Gobiernos necesitan aunar sus recursos, reformar sus procedimientos presupuestarios, movilizarse y aprovechar la infrautilizada cohesión de la UE y sus fondos estructurales, además de adoptar un enfoque paneuropeo en lugar de uno país por país. Esto requiere que todos los países, empezando por Alemania, se muevan de la disciplina para todos a la solidaridad para todos. Y ello exige para los líderes no obsesionarse con el corto plazo y entender que la tarea requerirá 10 años, no 10 semanas. Pero en Francia, Italia y Alemania las elecciones generales tendrán lugar durante los próximos 18 meses.

Por Pierre Briançon.

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