Trabajos para un Gobierno capacitado y valiente
Hace tiempo que incesantemente se habla de acometer reformas estructurales como necesidad para crecer y superar la complicada situación actual. Siempre se ha hablado de reformas estructurales, pero últimamente se ha convertido en un tema de interés general. Y no es un asunto baladí: la economía española se sitúa por tamaño entre las principales del mundo, pero en términos de competitividad no ocupamos los primeros puestos, por así decirlo.
Antes de seguir conviene tener presentes algunas cosas: (i) las leyes económicas se cumplen siempre (para crecer hay que hacer determinadas cosas); (ii) la economía está sometida a ciclos (si se va en la mala dirección hay que tomar medidas para superar la situación y provocar crecimiento); (iii) las deudas siempre se acaban pagando, de una manera o de otra; (iv) las personas nos movemos por incentivos (de muchas clases, entre ellos los económicos).
En este contexto, crecimiento implica necesariamente productividad. Si el PIB crece a más velocidad que la productividad se generan burbujas -como muestra un botón, la burbuja del sector inmobiliario español- como exponente de una estructura económica, la nuestra, caracterizada por la baja productividad de muchos sectores de actividad, con dificultades inherentes a la internacionalización (sectores regulados y protegidos no sometidos a los mercados internacionales) y dificultades sistémicas para elevar la productividad (poco arraigo de valores como esfuerzo o capacidad de asumir riesgos; deficiencias del sistema educativo; escasa calidad institucional y estructuras hiperburocratizadas; asignación mejorable de la inversión en infraestructuras, ¿recordamos los trayectos de alta velocidad sin pasajeros o los aeropuertos sin aviones?). La escasa eficacia de las políticas económicas y problemas culturales hacen el resto.
La reducción del gasto público y, por tanto, del déficit y de la deuda de la que incesantemente hablamos es esencial. La constatación, hace unos días, cuando el Tesoro tuvo que ofrecer más del 5% por financiarse a meses. Pensemos que con el Tesoro demandando más y más fondos a tipos altos y crecientes cada vez es más difícil para nuestro maltrecho sistema financiero conceder crédito a familias y empresas (crowding out). También es una necesidad la mejora de la gestión del gasto público, donde existe margen amplio. Conectado con esto último está la calidad de la clase política: si cualquiera de nosotros opta a un empleo deberemos aportar a juicio del empleador requisitos mínimos de formación, experiencia y logros profesionales; pero, ¿qué se necesita para ser político o ministro?
La cuestión en este punto es qué debemos hacer para superar la actual crisis, que en opinión de la mayoría de expertos pasa por una mayor integración dentro de Europa. Disponemos del Banco Central Europeo y una moneda única, pero no de un presupuesto federal consistente -que permita desarrollar zonas o sectores- ni de la integración fiscal suficiente. Para ello debemos parecernos más a los países que siempre hemos tomado como referencia, avanzando en la reforma del mercado de trabajo, saneando de una vez el sistema financiero, simplificando y gestionando mejor el sector público, encontrando el equilibrio entre lo que queremos que sea y lo que realmente pueden ser pensiones y sanidad pública, resolviendo las deficiencias del sistema educativo y la falta de valores, mejorando la confianza y la imagen de España ante la comunidad internacional y aumentando la moral y las expectativas de los ciudadanos.
La estructura de nuestro mercado laboral no determina el mejor contexto para la creación de empleo. Habitualmente se defienden los empleos, que no el empleo. Es rígido (el convenio colectivo impide el acuerdo empresa-trabajadores) y con salarios vinculados al IPC y no a la productividad.
Nuestro sector público tiene un problema de base relacionado con el proceso de descentralización fiscal seguido. El Estado cedió totalmente competencias de gastos y parcialmente de ingresos y además se duplicó el gasto, pues ni se redujo estructura a raíz de la cesión ni los receptores de las competencias transferidas construyeron la estructura de forma eficiente. El resultado: de 0,8 millones de funcionarios en 1970 a más de 3 en 2010, habiendo aumentado la población en poco más de 5 millones de personas. Es cierto que ahora el Estado da más servicio pero multiplicar la función pública casi por cuatro veces parece exagerado.
La reforma del mercado de trabajo, la mejora de la gestión del gasto público, el adelgazamiento del sector público, la reforma de la sanidad y la reforma del sistema financiero debería constituir la estrategia de actuación a corto plazo de un Gobierno valiente, responsable y comprometido, que debería estar constituido por personas capacitadas para ello -con experiencia probada en sus ámbitos de actuación y reputación internacional-. Educación y valores es una carrera de fondo. La reforma del sistema de pensiones me temo que tardará más, si bien muchos de nosotros probablemente ni podamos contar con la pensión cuando nos jubilemos.
Jesús Muela. Subdirector general de GVC Gaesco Valores