Bruselas estudia canalizar la ayuda del BCE a través del FMI
La fórmula evitaría las trabas legales a la utilización del emisor como prestamista de último recurso a los Estados.
El recrudecimiento de la crisis de la deuda soberana ha vuelto a reabrir el debate sobre la utilización del Banco Central Europeo como instrumento de estabilización del mercado, debate que Berlín parecía haber abortado en la cumbre europea del pasado 26 de octubre. Fuentes comunitarias aseguran que Francia ha vuelto a la carga con la idea y se estudia de nuevo cómo aprovechar todo del potencial de intervención del emisor.
El BCE se limita ahora a comprar deuda soberana en el mercado secundario, pero en Bruselas se barajan fórmulas para potenciar la intervención del emisor a través del fondo de rescate de la zona euro o del Fondo Monetario Internacional (FMI). Cualquiera de esas dos fórmulas indirectas evitaría los límites legales establecidos por el BCE sobre la utilización de sus recursos para apoyar presupuestariamente a los países del euro.
El FMI, como otros organismos internacionales, ya puede obtener fondos del BCE, por lo que solo se necesitaría la voluntad política para utilizar esa vía. Fuentes comunitarias citadas por Reuters reconocieron ayer que la opción está sobre la mesa, aunque todavía no hay nada decidido.
Ayer, precisamente, el FMI sustituyó a su responsable de Asuntos Europeos, el portugués António Borges, quien hace unas semanas anunció equivocadamente que el organismo estudiaba la posibilidad de intervenir directamente en los mercados de deuda de la zona euro.
Borges tuvo que retractarse rápidamente de un error que parece haberle costado el puesto. Pero el FMI, tal y como él había apuntado, se perfila como una de las opciones para canalizar la ingente fuente de recursos que puede generar el BCE.
París quería utilizar esos recursos a través del fondo de rescate de la zona euro, convirtiéndolo en una entidad financiera con acceso a las líneas de crédito del emisor. Pero Alemania frustró esa posibilidad en la cumbre de octubre, por temor a que ese proceso monetizase la deuda pública y alimentase la inflación.
La negativa de Berlín obligó a buscar alternativas, como la captación de recursos en los países emergentes. Pero los potenciales inversores (como China o Brasil) han declinado la invitación, a menos que se canalice a través del Fondo Monetario Internacional.
Cegadas todas esas vías, y con la prima de riesgo de países como Francia o Bélgica en niveles récord, las llamadas a convertir Fráncfort en la primera línea de defensa del euro. Y quizá esta vez, ni si quiera Berlín lo podrá evitar.