Aparecen grietas en los emergentes
No hay dudas de que los países emergentes seguirán siendo el principal motor de la economía global para el próximo año, arrastrando a los debilitados países desarrollados. No obstante, no se puede ser inmune para siempre. La debilidad e incapacidad de los países desarrollados de solucionar sus problemas empiezan a abrir grietas en los emergentes.
Lo que todavía se conoce como crisis bancaria, en especial ahora que la eurozona está a punto de aceptar la derrota en la batalla por el statu quo en Grecia, no es sino una crisis interna de balances de situación. La incapacidad para comprender los motivos de la recesión mundial y la continua debilidad que demuestran los principales países desarrollados, dan como resultado soluciones que no van a servir de mucho. A pesar de que hace tiempo que se abogó por un proceso de desapalancamiento y por la reestructuración de la deuda como medio para regresar rápidamente a una economía saneada, se ha tenido que admitir la derrota.
Los responsables en materia política no van a sacrificar el sufrimiento a corto plazo en aras de una victoria a largo plazo y es bastante probable que repitan de distintas maneras las soluciones erróneas ya probadas, lo cual incluye llamadas a la austeridad en los países que no provocan más que un agravamiento de la recesión y que, por tanto, conducen a un aumento en la deuda de su PIB, a planes de relajación cuantitativa y a la práctica del noble arte de dejar para mañana la insolvencia que no podemos resolver hoy.
Esta debilidad e incapacidad de las economías desarrolladas se está propagando a las economías emergentes a través de un crecimiento menor del comercio global y las consecuencias que resultan de las políticas monetarias más estrictas aplicadas en 2010 por países como China, India y Brasil. Después de todo, y dada la debilidad de la economía mundial, combatir la inflación ha dejado de ser el tema principal en las agendas de los bancos centrales.
La capacidad de las economías de los mercados emergentes para actuar rápidamente ante la adversidad e impulsar la demanda privada fluctuando hacia políticas monetarias más blandas, sigue siendo un arma potente que se espera amortigüe el golpe de un mayor deterioro del crecimiento del comercio global. No obstante, no deberíamos pasar por alto la ralentización de la actividad manufacturera en algunos países emergentes.
China por ejemplo. El gigante asiático está afrontando un erosión de su competitividad global, con las presiones salariales vinculadas a la inflación disparada como los factores predominantes. Los datos comerciales de EE UU y de Europa muestran que China ha comenzado a perder cuota de mercado en productos de gama baja de industrias ligeras y que la cuota de expansión de su mercado de telecomunicaciones y electrónica se ha reducido de forma considerable. La divisa china, y su revalorización gradual, también están desempeñando un papel fundamental. Pero las autoridades chinas no ven necesario que cunda el pánico. Si consiguen librarse del último Plan Quinquenal (algo que muchos ven como una condición más que complicada), este movimiento, y su impacto sobre la balanza comercial, no será un problema muy grave. Por otra parte, la pérdida de competitividad de China podría verse como un factor favorable para el proceso de reequilibrio global.
Manuel Andrade. Asesor jefe de carteras de inversión de Saxo Bank