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Columna
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La bazuca de Merkel y el futuro de España

Finalmente los líderes europeos han salido a la palestra con la bazuca que reclamaba David Cameron. Es cierto que las medidas distan mucho de solucionar la crisis. Y no por falta de voluntad política, sino porque los problemas de endeudamiento no se resuelven de un día para otro. Requieren una paciente y larga cura de adelgazamiento, siempre teniendo mucho cuidado en no desangrar al enfermo. Pero, para España, lo decidido en Bruselas emerge como el bálsamo necesario que necesita nuestra economía, a pesar del tijeretazo a la gran banca española.

Y para entender hasta qué punto era preciso que el euro se serenase, recuerden dónde estaba nuestro país a principios del pasado verano, unas semanas antes de que el ilustre Berlusconi nos pusiera, a Italia y a nosotros, a los pies de los caballos. Nuestra economía estaba entonces saliendo del marasmo producido por el colapso de 2009, cuando nuestro PIB se contrajo más del 3%, el consumo privado una cifra parecida, la inversión productiva alrededor del 20%, las exportaciones en el entorno del 18% y el empleo casi el 9%. Desde esta óptica de lento resurgir, 2010 significó una gradual mejora, más perceptible en su segunda mitad, de forma que el ejercicio terminó con un avance del PIB en el entorno del cero y un crecimiento más que aceptable del consumo privado y, en especial, una muy fuerte expansión de las exportaciones, tanto de mercancías como de servicios turísticos.

Y si bien es cierto que la inversión total continuó contrayéndose, no lo es menos que en el ámbito de la efectuada en bienes de equipo la reducción fue mucho menos intensa que en 2009. Siguiendo con esta dinámica, los seis primeros meses de 2011 mostraban la continuidad de la mejora del sector exterior, con avances también de dos dígitos sobre los de 2010, mientras que la demanda interna continuaba su lenta recuperación.

Pero, desde el punto de vista de los equilibrios agregados del país, nos iba razonablemente bien: impulso de la demanda externa neta y menor avance de la demanda interna. Lastimosamente, este proceso se ha visto muy negativamente afectado por la crisis del euro y sus efectos directos sobre la capacidad del sistema financiero español y nuestro sector público para atender a las refinanciaciones necesarias. Además, de forma indirecta, la crisis de confianza que ha generado en el resto de países europeos ha provocado un frenazo en las decisiones de gasto de empresas y hogares, que se ha traducido en avances muy cercanos a cero en Alemania, Francia y otros importantes mercados exteriores de España.

Este choque de confianza, además, ha tenido otros canales de afectación de la economía real, a través en especial de su impacto sobre la riqueza de empresas y familias, con importantes pérdidas bursátiles y, en especial, con un castigo muy severo sobre la banca europea, que no ha hecho más que reforzar la crisis de confianza sobre el futuro del euro.

No se trata de una situación ordinaria. No es usual estar debatiendo sobre el ser o no ser de Europa, como hemos estado haciendo hasta ayer. Ni es tampoco habitual contemplar la creciente ola de antieuropeísmo que ha comenzando a crecer en los países centroeuropeos. Cierto que los acuerdos de la madrugada del pasado jueves 27 de octubre no van a resolver dilemas existenciales de tanto calado. Pero suponen un sólido cortafuegos a tanto euroescepticismo.

Pero, sea cual sea el futuro del área del euro, y esperemos que sea brillante, nadie va a realizar nuestro trabajo. Hay que continuar reduciendo el déficit público, saneando balances bancarios, desapalancando empresas y hogares, reformando el mercado de trabajo, introduciendo más competencia en otros mercados de servicios, redefiniendo las prioridades de nuestro sistema educativo… En fin, tanto por hacer…

Por ello, nosotros a lo nuestro. Aprovechemos la esperada ventada de tranquilidad que supone la quita de la deuda griega y el resto de medidas adoptadas y profundicemos en el trabajo pendiente. El horizonte del euro se ha despejado un tanto. Pero no nos confundamos, los problemas de fondo persisten. Angela Merkel nos ha dado un respiro. Utilicémoslo.

Josep Oliver. Catedrático de Economía Aplicada (UAB)

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