Convenios y cambios en el mercado laboral
El desempleo desciende por tercer mes consecutivo y registró 67.858 parados menos en junio, según los servicios públicos de empleo. En los últimos tres meses, el desempleo se ha reducido en casi 212.000 personas, el mejor trimestre de toda la serie histórica.
Crear más empleo es la única estrategia para sostener el actual nivel de bienestar social y para que el Estado recupere el equilibrio fiscal mediante la obtención de mayores ingresos, y hacerlo de forma rápida va a depender de cambios en el mercado de trabajo.
En este sentido, y ante la falta de acuerdo entre los agentes socioeconómicos que venían negociando desde febrero pasado, el Gobierno ha tenido que asumir su responsabilidad y se ha visto obligado a legislar la reforma de los convenios. Así, el Boletín Oficial del Estado de 11 de junio de 2011 publicó el Real Decreto-Ley 7/2011, de medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo, que posteriormente, el 22 de junio, el Congreso convalidó, acordando su trámite como proyecto de ley.
Hay que destacar que los convenios colectivos, desde hacía 30 años, prácticamente no habían sido modificados, y desde entonces se han producido cambios que afectan a nuestro modelo de trabajo y relaciones laborales. El sistema de convenios colectivos tenía serias dificultades para adecuarse a la coyuntura económica, con lo que implica que las tomas de decisiones sobre flexibilidad interna o funcional (facilidades para la modificación de tareas y del tiempo de trabajo en función de necesidades organizativas) prácticamente no se realicen. Mientras que las empresas de otros países hicieron frente a la crisis a través de la mencionada flexibilidad interna (evitando despidos y ajustando horarios de trabajo), en España los ajustes se efectuaron a través de medidas de flexibilidad externa (despidos) que aumentan el desempleo.
Un mercado laboral con excesiva flexibilidad externa, como es el caso de España, conlleva que en periodos de expansión el crecimiento de empleo sea mucho mayor, pero en escenarios de recesión la destrucción es mayor. En nuestro país la posibilidad de una adaptación de las plantillas ante un escenario regresivo, vía despidos, es muy rápida debido a la alta tasa de temporalidad, por su menor coste de despido, lo que se traduce en una mayor reacción en la destrucción de empleo.
Habría que añadir que una elevada flexibilidad externa conlleva un nivel muy alto de rotación de los recursos humanos, lo que imposibilita la adquisición de formación, cualificación y experiencia, con efectos negativos sobre la productividad y la introducción de las nuevas tecnologías en la empresa. Además, genera un deterioro del gasto público: así, en periodos de recesión se traduce en un mayor déficit del Estado, por la expansión de los gastos en prestaciones económicas por desempleo por despidos, sobre todo, de trabajadores temporales.
Es evidente que históricamente a cada crisis la han sucedido cambios como consecuencia de transformaciones en el entorno. Empleo y trabajo han cambiado siempre, pero nunca a la velocidad actual. Nuestra sociedad actual vive una época de cambios profundos en los modos de trabajar y de formarse que exigen de las empresas y de los trabajadores una gran capacidad de adaptación.
Las mutaciones permanentes y rápidas caracterizan a nuestra sociedad, de forma más significativa que en el pasado. Las mutaciones que atraviesa nuestra sociedad no podrán contemplar el regreso a la situación anterior. Es, por otra parte, uno de los hechos que se pueden considerar casi seguros. Los acontecimientos que se producen en el orden económico están demasiado cargados de consecuencias sociales para no arrastrar una transformación de las relaciones en el seno de nuestras sociedades durante el tiempo de trabajo y fuera de él.
La urgencia de la reforma no es solo para generar empleo, sino también de transmitir a la sociedad en su conjunto la idea de que la recuperación será más dinámica y creará más puestos de trabajo a través de una flexibilización bien meditada de las normas laborales. Los empresarios aumentan sus plantillas solo si incrementan los pedidos de los productos o servicios que venden. Según el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, es evidente que ninguna reforma laboral por sí sola crea empleo, solo se puede hacer con una economía en crecimiento, pero todas las reformas juntas pueden facilitar que la creación de empleo sea más rápida.
Vicente Castelló Roselló. Profesor de la Universidad Jaume I