Internacionalización: necesidad y responsabilidad
Tras casi una década con un déficit por cuenta corriente de en torno al 10%, la economía española tiene la urgencia de revertir este desequilibrio. Los indicadores de coyuntura indican que hemos emprendido ese camino en la dirección correcta. De hecho, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que España podría situar el desfase entre entradas y salidas de capital por debajo del 5% al cierre del actual ejercicio. El déficit de las administraciones públicas apunta a una evolución similar: el 9,24% del PIB con el que concluyó el año pasado podría ser rebajado hasta un 6% en 2011 y situado alrededor del 3% en 2012.
Sin embargo, se trata de una carrera de fondo en la que no son suficientes los sprints puntuales, porque se requiere perseverancia en el rumbo y resistencia por parte de los agentes económicos públicos y privados. No estamos ante una cuestión de cifras macroeconómicas, sino ante una nueva actitud como economía, como sociedad y como país.
Si queremos equilibrar las cuentas del país es imprescindible reducir los costes de nuestra producción y aumentar la competitividad de la economía española haciéndola más eficiente y flexible.
Un nutrido grupo de empresas españolas inició en la década de los noventa un proceso de internacionalización que debe servir como referencia. Una parte importante de nuestro endeudamiento fue certeramente invertido en aquella expansión. Resulta alentador recordar ahora los obstáculos que muchas de esas compañías tuvieron que superar para implantarse en Latinoamérica al calor de las afinidades lingüísticas y culturales. Bien es cierto que las primeras eran evidentes, pero no tanto las segundas.
Aquellas dificultades, fruto en buena medida de la inexperiencia, se han transformado hoy en un enorme valor defensivo. Las posiciones alcanzadas por muchas empresas españolas en una región en la que algunos de cuyos países merecen el calificativo de emergentes actúan como contrapeso a la contracción del mercado de origen. Este paso fue el primero para la expansión internacional en otros países, una vez conseguida la masa crítica suficiente. De esta forma se consolida la presencia española en Europa, América del Norte y Asia. Aún así, no debemos olvidar que muchas de nuestras empresas siguen generando una cuota importante de su cifra de negocio en España. En consecuencia, la defensa del mercado nacional es una obligación compatible con la globalización de nuestras actividades empresariales.
Empresas XXL son aquellas cuya dimensión internacional les permite asignar estratégicamente los recursos disponibles, exportar conocimiento y modelos de negocio, acotar su vulnerabilidad y retornar beneficios a sus países de origen por la vía de la generación de empleo y la reputación. Las empresas grandes lo son por mor de su tamaño. Las grandes empresas, sin embargo, lo son por la dimensión de su liderazgo, ya sea por sus productos o por sus ratios de rentabilidad, cualidades que suelen caminar de la mano.
Si aceptamos que el país necesita reducir su déficit comercial y, en consecuencia, exportar más mediante empresas cada vez más globales, la internacionalización es una necesidad, una oportunidad y una responsabilidad. Es una necesidad evidente ante las limitaciones que presenta el mercado español, sometido a una cura por los excesos de liquidez, endeudamiento y consumo. Es una oportunidad porque necesidad obliga, pero también porque muchas empresas españolas pueden aprovechar las posiciones de liderazgo construidas durante los años de crecimiento.
Y es también una responsabilidad porque la sociedad española no puede permitirse el lujo de tener en paro a una parte importante de la generación mejor preparada de nuestra historia. Una tasa de paro juvenil superior al 40% es inaceptable en una comunidad que cuenta con los recursos de la nuestra.
El mundo es la nueva frontera. Ahora bien, este planeta global está formado aún por muchos mundos distintos, por economías maduras y otras que no lo están, por países con seguridad jurídica y otros que no la tienen, por socios locales que son fiables y otros que no lo son. Esta segunda expansión de la empresa española tiene que evitar los errores de la primera y abrir nuevos horizontes para los profesionales de nuestro país.
Baldomero Falcones. Presidente y consejero delegado de FCC