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Tribuna
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Presagios y decisiones desde Fráncfort

Las decisiones que hoy pueda tomar el Banco Central Europeo son probablemente de las más trascendentes que puedan haberse adoptado en lo que a la zona euro, en general y a España en particular, se refiere en los últimos años, en la medida en que cualquier revés o cambio de rumbo en las facilidades de liquidez que los bancos y cajas españoles puedan obtener del BCE puede tener consecuencias muy negativas. Esta situación viene ocupando, como nunca lo había hecho antes, una parte importante de la atención mediática internacional en los últimos días. Se perciben las señales y presagios de que algo puede suceder.

La dinámica de este juego de credibilidad y confianza que afecta a la deuda española, en general, y al sector bancario, en particular, comienza en los mercados interbancarios y de bonos. El acceso a estos mercados está prácticamente cerrado para la banca europea y, como señalaba recientemente un informe Deutsche Bank, lo está aún más para las entidades de las economías periféricas como la española. A esto hay que sumar los importantes vencimientos de deuda a los que el sector bancario español tiene que hacer frente en 2010 y que podrían rondar los 175.000 millones de euros.

En el caso de España, esta situación se agrava por varios motivos. Por un lado, porque las entidades tratan de emitir títulos o de acceder a estos mercados utilizando, en muchos casos, el aval del Estado, una garantía que no pasa precisamente por su mejor momento. Estos mercados, además, están inundados de deuda y no podemos olvidar que en otros países europeos ya hay una gran volumen de deuda bancaria española. Por otro lado, como se hace eco JP Morgan en otro informe reciente sobre la banca española, a muchos analistas foráneos no les cuadran las cuentas y creen que el problema de fondo del sector bancario español no es de liquidez, sino de solvencia, algo que llevamos diciendo muchos analistas desde hace tiempo. En particular, como señala el citado informe, existe un desfase considerable entre los fondos que se piensa que se solicitarán al FROB y las cantidades que la mayor parte de los estudios consideran que serán precisas para afrontar la reestructuración bancaria, apenas a tres semanas de que se dé por concluido, aparentemente, este proceso. La raíz de las discrepancias para estos analistas respecto a la economía política del proceso de reestructuración bancario surge de la valoración que se hace de los activos inmobiliarios o de los títulos que tienen a estos activos como subyacente.

El calendario español de provisiones tiene sus bondades -en la medida en que permite suavizar los efectos del ciclo económico sobre las cuentas de resultados- pero, por otra parte, cuenta con no pocos detractores que consideran que estos activos están todavía significativamente sobrevalorados en España y que, por lo tanto, reduce contablemente las pérdidas por deterioro que deben formar parte del saneamiento y la reestructuración. En definitiva, más allá de nuestras fronteras se está generalizando la percepción de que el sector bancario español afrontaría una reestructuración bastante más dura si se adoptara una valoración mark-to-market de los activos. Por eso, como se anunciaba desde esta tribuna hace unas semanas, están creciendo progresivamente las voces que instan a llevar la reestructuración más allá y adoptar un banco malo al estilo del NAMA (National Asset Management Agency) irlandés.

Por lo tanto, si se tiene en cuenta que en el terreno de las cuentas públicas se está en la buena dirección y que, con el debate y las modificaciones que sean precisas, también podrían llegar pronto algunas importantes reformas estructurales, el problema en el horizonte, para muchos analistas internacionales, no parece ser la deuda pública, sino la privada y, en particular, la bancaria y la adecuada reestructuración del sector. Mientras tanto, mientras persisten estas dudas y se generalizan estas señales y presagios, el resorte sigue siendo la liquidez proporcionada por el Banco Central Europeo. Son medidas absolutamente necesarias en unos momentos tan difíciles.

El BCE debería dar algo de vida al mercado interbancario y procurar la liquidez a las entidades bancarias que lo precisen ampliando los plazos de las líneas de liquidez, mientras se solventan los problemas de credibilidad e incertidumbre con las medidas adecuadas. Parece que esta dirección no es compartida por otros socios europeos con un peso significativo en las decisiones del BCE pero no sería responsable invertir estas acciones en la actualidad. Circunstancias como las actuales recuerdan mucho a algunos meses de 2008 y las medidas excepcionales vuelven a ser necesarias ahora.

Santiago Carbó Valverde. Catedrático de la Universidad de Granada y consultor del Banco de la Reserva Federal de Chicago

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