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Resumen 2009. Los comienzos del siglo XXI

La década de la confusión y de las señales ignoradas

Se inauguró el siglo tapando una burbuja con otra; fruto de este error se cierran los peores diez años para los mercados internacionales

Acaba 2009 y con él la primera década del siglo XXI. Han sido diez años intensos. Echar la vista atrás puede producir vértigo ya que, entre otras cosas, ésta ha sido la década de la rapidez, años en los que las novedades se han convertido rápidamente en commodity. El repaso también puede dar cierto pudor porque, justo cuando la información y el conocimiento han estado más accesibles que nunca, ha abundado la confusión, con el resultado de que muchas veces se ha dado prioridad a lo que carecía de importancia y, por desconocimiento, comodidad, error de cálculo, cortoplacismo, manipulación, arrogancia o avaricia, se han ignorado señales de alarma críticas.

Muestra de ello fue el comienzo del propio siglo. Hace diez años, mientras los australianos se despedían del siglo XX el mundo contenía la respiración esperando que los ordenadores del planeta, los guardianes de las cuentas corrientes, pensiones, archivos de empresas, secretos militares, correos electrónicos.... no se volvieran locos por no poder reconocer el cambio de cifra en el calendario. Consultores, empresarios y Gobiernos dedicaron tiempo y dinero a contener un pánico que se reveló excesivo, como advertían algunos científicos a los que se les prestó poca atención. Se respiró con tranquilidad cuando, sin embargo, se estaban terminando de poner los cimientos de una crisis económica que no era difícil ver venir y terminó aguando una fiesta organizada por una burbuja hinchada por "exuberancias irracionales" (Alan Greenspan dixit) y extrañas expectativas en empresas que aún querían demostrar que tenían mercado.

Las compañías tecnológicas empezaron a caer porque las fuertes inversiones en alta tecnología para evitar el apagón informático del milenio fueron seguidas de un drástico descenso, lógico, de las ventas. Pero también porque conceptos básicos como Ebitda (resultado bruto operativo) y facturación, que se habían obviado a la hora de valorar a las empresas puntocom, empezaron a cobrar sentido de nuevo bajo el viejo pero realista prisma de la rentabilidad. Las empresas que volaban alto en la Bolsa se quedaron reducidas a humo.

Los análisis erróneos y la falta de previsión han marcado este intenso decenio

"El nuevo paradigma", el lema defendido con euforia por un Wall Street que ganaba dinero colocando empresa tras empresa en Bolsa, reveló sus límites. Fue un revés muy serio cuyas consecuencias llegan hasta ahora. La burbuja se terminó de desinflar en 2002. La puntilla llegó en 2001 en dos frentes. En el empresarial, la séptima corporación del país, Enron, cayó de la noche a la mañana. Se volvieron a obviar las señales. La compañía tenía agujeros, tapados groseramente, que terminaron por engullirla. Estaban en los pies de páginas de enrevesados balances y no se vieron ni se sospecharon. Pero lo que no se sostiene termina cayendo y se comprobó que su ficticio crecimiento tenía como origen un fraude. Delitos similares se destaparon en otras corporaciones y la confianza se volatilizó.

En el ámbito geopolítico, los ataques del 11-S dieron lugar a que el Gobierno de George W. Bush abriera un nuevo tipo de guerra, sin preparación para ella; una confrontación abstracta contra el terrorismo con dos frentes, uno en Afganistán, donde estaban los terroristas de Al Qaeda, y -siguiendo con la confusión- otro en Irak, donde no estaban. Otro análisis erróneo.

La crisis obligó entonces a los bancos centrales a bajar tipos en un momento en que Wall Street había empezado a perfeccionar instrumentos de crédito sofisticados con los que se creía que se daba esquinazo al riesgo. Los CDO, CDS y otros activos similares comenzaron su despegue, sobre todo porque los grandes ahorradores de Asia necesitaban apostar su dinero con rentabilidad en un entorno de tipos bajos. En esos años, los poco conocidos fondos soberanos iban creciendo gracias, en general, a los ingresos de unas materias primas que contribuyeron al despegue de países en desarrollo. Se iban sentando las bases así para la última burbuja.

La Fed mantuvo demasiado tiempo los tipos al 1%. Alan Greenspan, su presidente, tenía la misión de retirar el alcohol de la fiesta para evitar la borrachera, pero no lo hizo. Como tampoco ejerció su labor como supervisor para evitar la locura de la deuda subprime. En EE UU las hipotecas se convirtieron en una máquina de crear derivados de crédito fácilmente colocables mientras los ciudadanos vivían el sueño de la propiedad con créditos sospechosamente fáciles para casas a precios imposibles.

En España, con el euro y los tipos de interés bajos, el ladrillo se vio como una inversión especulativa de poco riesgo, y no había pueblo sin adosados, lo que tiró del empleo. La población se quejaba de sueldos bajos mientras se disparaban las ventas de coches de alta gama y el metro cuadrado se cotizaba a 6.000 euros. Siguiendo el ritmo que marcaba el ladrillo y el crédito de una banca, que en la confusión dejó de prestar atención a si los hipotecados podían permitirse el préstamo, dos farolillos rojos de la UE, España e Irlanda, se convirtieron en economías milagro. En otro país, Islandia, el desenfreno provocó en 2008 y 2009 uno de los mayores y más rápidos colapsos de una economía.

Otra burbuja, y otra vez fue más cómodo no leer las señales: demasiada deuda. Llegó la resaca, una gran recesión que se ha quedado a las puertas de una gran depresión. Grandes firmas de las finanzas han desaparecido y se ha sembrado la desconfianza, millones de empleos se han volatilizado y los números rojos de las cuentas públicas de los países más afectados ya preocupan.

Esta década ha dejado para la historia la peor evolución en los mercados. El Ibex ha salvado los muebles, pero otros han hecho aguas. En EE UU no hay peor década desde que se tiene una estadística fiable, unos 200 años. Incluso los años de la Gran Depresión fueron mejores, algo que ha perjudicado a fondos de pensiones e inversores que han querido exponer sus ahorros y pensiones al riesgo de la Bolsa y que se animaron a participar en los mercados en los ochenta. El hecho de que las acciones estuvieran sobrevaloradas desde los noventa y que se hayan sumado dos reveses en menos de diez años no puede mas que arrojar una enseñanza: la confusión y los errores de análisis no sólo son malos consejeros a corto plazo, también es mala estrategia a largo.

El cambio de equilibrio global

China no estaba dormida. Llevaba tiempo despierta o desperezándose, igual que India o Brasil, pero sólo al final de esta década Occidente se ha dado cuenta. Son los grandes productores y los grandes consumidores. Su peso económico -y en el caso de China, también militar-, es enorme y aún está lejos de su potencial. Eso está reequilibrando poderes y dando un nuevo significado a la palabra globalización. Esta es ahora más inclusiva y hay más contrapesos. Muestra del cambio es la caída en la irrelevancia del G-7, la reunión de las economías más poderosas, y la consolidación del G-20 como foro internacional. Muestra de ello han sido también, recientemente, los desplantes que Wen Jibao, el premier chino, hizo al presidente de EE UU en la conferencia del clima danesa.Los emergentes están plantando cara a EE UU, un país que tiene que acostumbrarse a no ser líder único, y a una Europa que ha de consolidar el camino trazado desde Lisboa para conseguir tener una voz más nítida a nivel internacional.

Inversión

Una década con más oscuros que claros-S&P 500: Ha perdido un 23,08%, pero ha conseguido cerrar 2009 en los niveles más altos en 14 meses.-Dow Jones: Retrocede el 7,9%. De los 10 últimos años, cinco han sido bajistas. El peor, 2008, con un recorte del 34%.-Ibex: Es el mejor índice europeo con un ascenso del 2,56% en el periodo.-Euro Stoxx: Ha bajado un 39% debido en gran parte a la caída del 44,4% de 2008.

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