La otra crisis
La Federación de Asociaciones de Periodistas de España estima que en los dos últimos años se han destruido unos 4.000 empleos directos en el sector. El problema va más allá de la simple reestructuración de una industria tradicional, de unos mercados maduros o de la aparición de nuevas tecnologías y nuevos tipos de lectores. El auge y declive de los medios, en especial de la prensa escrita, está vinculado al nivel de desarrollo político, a la gobernanza y al fomento de la transparencia. A mayor grado de desarrollo mediático privado, menor nivel de corrupción política y económica.
Por eso, la crisis de la prensa supone la crisis de la democracia. Tal y como funciona el sistema, los medios son fundamentales para la discusión pública de los asuntos de interés para el ciudadano, que van de la información política y económica al ocio y el entretenimiento. Cada medio que desaparece silencia la voz de un colectivo, de un grupo de interés o de unos electores. Si no hubiera medios de comunicación, habría que inventarlos para conocer los hechos (sagrados) y las opiniones (libres), según el mítico aforismo de CP Scott, editor de The Guardian durante 50 años.
La industria de los medios está en plena redefinición. Viene dada por el descenso de la publicidad, cifrada entre el 15% y el 30%, y urge la toma de medidas para recuperar el sector. El plan elaborado por Nicolas Sarkozy para sanear la prensa escrita ofrece soluciones a corto plazo e incrementa la dependencia y el gasto en publicidad institucional, elevando el coste total del plan hasta 600 millones de euros en tres años.
Invirtamos los términos. En vez de aumentar el gasto público, reduzcamos el gasto derivado de las radios y las televisiones públicas para reajustar su peso corporativo y mediático a la demanda actual. La televisión pública ya no es el paradigma de la información, el ocio y el entretenimiento. Salvo la BBC, ninguna televisión pública europea es líder habitual de audiencia. Sólo en España, y quizás en Italia y Grecia, las televisiones públicas compiten por el target comercial, por los eventos deportivos de mayor calado y pagan sueldos millonarios a los grandes comunicadores.
A modo de ejemplo, si nos situamos en Francia, la medida que conducirá a la eliminación de la publicidad nocturna en France 2 y France 3 liberará 450 millones de la tarta publicitaria. En España, la misma decisión supondrá unos 500 millones de euros en inversión publicitaria, que se redirigirá hacia los actores privados, fortalecerá los actuales grupos mediáticos y permitirá la consolidación de otros nuevos. La objetividad, si es que existe algo parecido en el periodismo, pasa necesariamente por la independencia económica y financiera. Sólo a través de la libre competencia y la libertad de elección por parte de los lectores y telespectadores los medios de comunicación pueden responder ante su público y ante sus accionistas. La Comisión Europea, que se alarma ante el exceso de publicidad en las televisiones privadas, haría bien en impulsar la reducción del gasto público redundante, la desaparición del dumping publicitario y la manipulación.
La próxima aprobación de la Ley General Audiovisual tiene que afrontar estos desafíos de un sector fundamental de la economía del conocimiento, del fomento del español como recurso económico, como elemento de la diplomacia pública y como sustento de la democracia. La actual crisis, que se aprovechará para la catarsis económica, podría acabar de una vez con la anomalía de la doble financiación con fines comerciales.
Juan Luis Manfredi Sánchez. Periodista y profesor de IE School of Communication / IE University