El tranvía inicia un viaje al futuro
El tranvía recorre las calles de ciudades como Roma, Berlín, Londres o Nueva York, y alguna razón habrá para ello. Si capitales como París han decidido recuperarlo como medio de transporte urbano, tras abandonarlo en los años treinta, también será por algo. Por lo pronto, porque es un medio no contaminante, rápido, barato, de impacto urbanístico limitado y seguro. Pero también por un motivo que adquiere más fuerza en momentos de crisis: el coste de las obras para su puesta en marcha es muy inferior al de su heredero, el metro.
España abandonó el tranvía como medio de transporte urbano en los años sesenta y setenta, al tiempo que entraba en la modernidad, con el argumento de que entorpecía el tráfico. Hoy, esta discutible razón parece superada y, con Valencia como pionera de su recuperación a mediados de los noventa, tranvías de última generación han empezado a rodar en algunas de nuestras ciudades. Están en la buena vía. Y así lo han percibido un buen número de ayuntamientos, que han puesto en marcha nuevos proyectos, más o menos ambiciosos, para establecer redes de modernos tranvías en sus cascos urbanos. Constructoras como FCC, Acciona o Comsa hacen bien en tomar posiciones ante los importantes contratos que se avecinan, valorados inicialmente en más de 2.000 millones de euros.